¡Dimisión!
Si finalmente “el pobre Rubiales” acabase dimitiendo, habremos validado el acoso social como un medio de presión y linchamiento antes de la demostración de los hechos, conculcándose así, una vez más, la presunción de inocencia.
Nada hay mejor para celebrar españoleando una victoria, y, en particular, en el fútbol, que entonando la letra de una canción con alma patria; tal es el caso del conocido pasodoble “El beso”: “En España, bendita tierra donde puso su trono el amor solo en ella el beso encierra armonía, sentido y valor”. Pues no, va Luis Rubiales con su habitual discreción, y le da la vuelta a la inmortal obra de Los Churumbeles de España (sí, sí, el pasodoble “El beso” es música y letra de este simpar grupo, autores también de los inmortales “Cariño de verdad”, “Es mi niña bonita” y el imprescindible “Ni hablar del peluquín”, por cierto, todo muy adecuado para el actual húmedo momento) y se monta la mundial.
“Señor, quisiera saber quién fue el loco que inventó el beso”. Jonathan Swift.
Después del escándalo que se ha producido por una inicialmente ya interpretada reacción del presidente de la Federación Española de Fútbol, pues hay que actualizar la banda sonora del presente equipo nacional de campeonas mundiales. Echemos mano de nuestra cercanía musical y, abrazados, pero con recato, no vaya a ser, que hay mucha Torquemada esperando para poner sambenitos, hagamos los coros a “El beso” del español grupo Arde Bogotá (que acabará no siendo metáfora): “me diste un beso como quien anuncia el fin del mundo. Y ahora dame un beso que ahora sí se nos acaba el mundo”.
No están los tiempos para efusiones, a pesar de que, en ocasiones, el momento resulte propicio, sobre todo si se gana un Mundial. Todo el neofeminismo representativo, que ya empieza a denominarse feministrismo, se puso en pie de guerra por el beso propinado por Luis Rubiales a la jugadora Jenni Hermoso de la selección española. Señoría, una pregunta antes de dictar veredicto: ¿Sabíamos desde el principio si fue consentido o ya los ojos cerrados de Rubiales son suficientes para determinar que hubo lujuria y concupiscencia inaceptables? La anterior gráfica demostración en el palco de la existencia pendular de su hombría ya no presagiaba nada bueno.
Parece ser que, a la inmediatez fiamos ahora todo atisbo de verdad. Considerando a Jenni Hermoso como una pobre mujercilla (¡Válgame la providencia!), incapaz de defenderse por sí sola, tuvo que salir en su apoyo automático incondicional el Coro de las Hermanas Beatas del Sí es Sí, por cierto, sin su consentimiento, al menos que nos conste. ¿No sería más adecuado, incluso inteligente por cauto, haber esperado a que la pretendidamente indefensa Jenni se expresase, siempre y cuando le parezca oportuno hacerlo? Y ello ocurrió a través de un medio previsto por la normativa; la defensa por interés público, existe, y tiene sus procedimientos y sus tiempos. Y la pregunta quizás más fastidiosa, ¿Qué se le pierde a la izquierda por sus cada vez más transitados caminos de la más rancia moralina? La estripe de Casillas tiene que andarse con mucho ojo…
“Buscad lo ridículo en todo y lo encontraréis”. Jules Renard.
Más allá de la propia nariz, hay vida. Pisoteada una vez más la presunción de inocencia, estamos ya tan habituados a solicitar la dimisión por las cuestiones más banales, sobre todo las de oídas, que hemos trivializado las importantes. Por supuesto que, si el “pobre Luis” se ha sobrepasado con la indefensa Jenni, reaccionando ella, resulta obligado solicitar consecuencias; eso es indiscutible. Pero a casi 20.000 kilómetros de distancia y viendo una escena por televisión no es apropiado juzgar y empañar un momento tan importante para el deporte de un país, con argumentaciones autojustificativas para volver, recalcitrantemente, a querer tener razón a toda costa.
La tutela y el control se pueden ejercer de muchas maneras y, visto lo visto, son platos que se sirven calientes; autonomía sí, pero vigilada. Ya lo imitaba Pedro Ruíz en aquel espectáculo titulado “Histeria de España”, volumen I dedicado a la derecha española parodiando a don Manuel Fraga: “Este será un país libre, y el que no quiera ser libre, le obligaremos a ser libre”.
Si finalmente, “el pobre Rubiales” acabase dimitiendo, habremos validado el acoso social como un medio de presión y linchamiento antes de la demostración de los hechos, conculcándose así, una vez más, la presunción de inocencia. Y eso, no es propio de un Estado de Derecho, por muchas razones que hubiese para que dimitiese o se le cesase.
Y por seguir con el repertorio de nuestras mejores representaciones patrias de alcance mundial, recriminemos a Rosalía su dueto con el huido Rauw Alejandro, otrora pareja, por la letra de su canción “Beso”, pero por atentatorio contra la gramática, cuando ambos entonan ripios de este calibre: “Y es que amo siempre que llegas y odio cuando te vas. Yo me voy contigo a matar. No me dejes sola. ¿Pa dónde vas, a dónde vas?” Sola y seguro que borracha, que alguna puntualizaría.