Control empresarial
Ejercer un control inadecuado en las empresas puede provocar que se establezca en ellas la cultura de la desconfianza, lo que conlleva irremediablemente a la desmotivación de los trabajadores
Hace unos días me comentaba un amigo la situación que se vivía en su empresa. Su jefe, dueño de la misma, había instalado cámaras en la mayor parte de los departamentos y pasaba gran parte de su tiempo, ojeándolas. Pero no acaba ahí su control, también comunica las incidencias que observa a los responsables del departamento, para que se resuelva la misma y, además, para que le confirmen a él que efectivamente era una incidencia, así como de las medidas que han adoptado.
Como se puede deducir de este hecho, el dueño de la empresa CONTROLA.
Este hecho me recordó uno de hace muchos años en una empresa eléctrica. Muchas veces el responsable territorial de la misma se ocultaba en algún portal para observar in situ la actuación del personal de lectura de contadores de electricidad para confirmar si iban, cuándo iban y cómo lo hacían. Él también CONTROLABA.
Estos dos ejemplos reales son de personas que ejercen el control sobre sus subordinados. Profundizamos un poco más sobre este término. Según la Real Academia Española (RAE), control tiene varias acepciones, pero fijémonos en dos:
CONTROL es: comprobación, inspección, fiscalización, intervención.
CONTROL es: dominio, mando, preponderancia.
Evidentemente la primera acepción es la que han realizado los dos responsables empresariales, han inspeccionado y comprobado las actuaciones de su personal.
Pero la pregunta que se plantea es doble: ¿Es el control que deben hacer? ¿Hay otro control y otra acepción del mismo más relevante en la empresa y la que ambos deberían ejecutar?
Un libro que escribí sobre control de gestión, lo titulé “Control una función directiva”, título no escogido al azar o por su sonoridad, sino que quería resaltar una acepción del control empresarial, precisamente la de dominio, mando, preponderancia, es decir, la segunda señalada en el diccionario de la RAE.
¿Pero, que implica este control directivo?
Quizás un ejemplo ayude a clarificar esa función de control, cuando un buen piloto, ante una pronunciada curva evite la salida de carretera y utilicemos la frase de «controló el coche», o la de «ha realizado un dominio muy acertado sobre el coche”.
¿Pero qué hizo el piloto para recibir esas loas? Pues tomar una serie de decisiones, ponerlas en práctica y lograr que el coche continuase en la senda programada.
Esto traducido al ámbito empresarial sería: “Cuando se ponen de manifiesto desviaciones sobre lo planificado, controlar es decidir qué hacer para volver a la senda establecida y por supuesto, hacerlo”.
Siguiendo con el ejemplo del piloto y el coche, es evidente que puede haber más tipos de control. Uno, el que posteriormente mide la huella del neumático y lo contrasta con el borde de la carretera y establece que la desviación fue de trece centímetros. Ha comprobado.
Un segundo el que a toro pasado se encarara con el piloto para afearle su actuación o para echarle la bronca correspondiente.
Y un tercero, el que está en el momento de la salida del coche de la carretera y le grita al conductor, aunque él no lo oiga: “Que te vas fuera de la carretera” o alguna otra lindeza más subida de tono.
En consecuencia, en mi opinión, los dos responsables empresariales no están haciendo el control que les corresponde, ocupando su tiempo en hacer un control mezcla de los anteriores. Y no ayudando al conductor o ejerciendo de piloto.
Pero no acaban aquí las consecuencias. Se está estableciendo en la empresa la cultura de la desconfianza, lo que conlleva irremediablemente a la desmotivación.
Además, los subordinados, responsables de los profesionales controlados, tienen una desmotivación añadida, piensan, con total acierto, que su labor de supervisión del personal que gestionan está cuestionada por su jefe. Éste duda de su profesionalidad.
Esta actuación de los máximos responsables de la organización conlleva además un trabajo improductivo, fuente de otra desmotivación para los mandos intermedios, tienen que revisar, contrastar e informar al jefe. Es decir, parte de su tiempo lo tienen que dedicar, a lo que yo denomino trabajo reactivo, sudas, trabajas mucho tiempo, pero no aporta valor a la empresa. Bien al revés, deshace valor.
Como resumen:
- El control es una función directiva asociada al verbo “dominar” la empresa. Es decir, llevarla por la senda marcada. Por tanto, es la labor de los máximos dirigentes.
- El control, asociado a supervisión, debe se realizado por el jefe directivo de cada uno, pero basado en el principio de confianza.
- El no cumplimiento de lo anterior genera, en mi opinión, desmotivación de los mandos intermedios y del resto del personal. Y en consecuencia pérdida del valor empresarial.