Confirmado
Puede que resulte poco estético decir que es más preocupante, más problemático y más importante el problema del cambio climático que otra guerra
Mientras que seguimos emperrados en nuestros juegos de tronos, demostrando y prolongando la inmadurez de nuestra especie, seis meses después de publicar la primera parte del sexto informe sobre el cambio climático, la ONU ha informado ahora de los impactos del mismo sobre los ecosistemas y la biodiversidad, la vulnerabilidad de regiones, comunidades costeras o las ciudades, además de las medidas que se pueden adoptar.
Y resulta que las estimaciones al respecto comentadas en los artículos del verano pasado, por desgracia, se ven corroboradas por estos datos e informaciones procedentes de 34.000 artículos, de 270 científicos, de 67 países. Como cuando me atreví a escribir que, en unas pocas décadas, cerca de la mitad de la población mundial podría sufrir graves consecuencias; y resulta que esta segunda parte del AR6 estima que 3.600 millones de personas, de las cuales -según UNICEF- al menos 1.000 millones son niños y niñas, ya viven en zonas muy vulnerables, de riesgo extremadamente alto por el calor, las fuertes lluvias, la sequía o los incendios.
La propia ONU reconoce que se subestimó el alcance del cambio climático
Asimismo y aunque podría parecer alarmista hablar de “colapsología” o de “puntos existenciales de no retorno” y titular así tres artículos y dedicarle otros tres a las posibles soluciones, resulta que los propios expertos que han participado hablan de algo “irreversible”, de “múltiples riesgos climáticos inevitables” y corroboran el colapso de ecosistemas, la extinción de especies y las olas de calor e inundaciones mortales. Incluso, la propia ONU reconoce que subestimó el alcance del cambio climático. Es decir y en línea con lo expuesto en esta sección, los científicos han comprobado y afirman que estamos causando una perturbación muy peligrosa y generalizada en la naturaleza, que además afecta a miles de millones de vidas en todo el mundo.
También constatan que la temperatura media de la Tierra es 1,2 grados superior a los niveles preindustriales, estando el límite que no debería rebasarse en 1,5, pero que a este ritmo y con la tendencia actual en materia de cambio climático, se alcanzará incluso antes de lo esperado en los supuestos ya de por sí bastante catastróficos. De hecho, entre 2013 y 2021, la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica de EEUU ha constatado los años más cálidos jamás registrados; y no vamos para atrás o mitigándolo sino in crescendo.
Con todo lo que está cayendo, entre guerras, pandemia, crisis, brechas de todo tipo (digitales, económicas, educativas, de género, …), etcétera; sigo manteniendo -y pienso que también está confirmado- que este es el principal problema que tenemos, derivado o consecuencia de nuestra inmadurez como especie. Además ya está encima y, lo que todavía es peor, agravándose para las próximas generaciones y sin vuelta atrás, es decir, sin poder remediarlo aunque queramos. A ver si no cómo devolvemos las especies extinguidas, o el Mar de Aral, o los ciclos términos y naturales habituales, o el deshielo de Groenlandia, o el permafrost de Siberia, etcétera.
En aquel momento también osé comparar esto con cualquier otra catástrofe que hayamos causado, diciendo que no tenía parangón y era lo peor que nos podía pasar; algo que, por desgracia, tampoco ha fallado. Resulta terrible ver a los niños llorando, a la gente teniendo que abandonar sus hogares y a los muertos que están produciéndose estos días, pero el cambio climático afecta a más personas y a muchos más aspectos, obligando ya a unos 20 millones de desplazamientos al año y creciendo vertiginosamente, mientras que los “muertos climáticos” también se multiplican y esa es la tendencia.
Puede que resulte incluso poco estético decir que es más preocupante, más problemático y más importante el problema del cambio climático que la nueva u otra guerra de Rusia contra Ucrania, pero lo digo o escribo con la intención de llamar la atención, de concienciar y para que reaccionemos. Quizás también para compensar que, mientras esta segunda parte del informe ha sido noticia de un día, en cambio y demostrando a qué nos dedicamos, el Risk o juego de geoestrategia de Putin y competidores acapara la atención, tanto mediática, política, económica y social.
En cambio, han pasado prácticamente inadvertidas las declaraciones del presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), Hoesung Lee, que, refiriéndose tanto al futuro como al presente y al pasado, ha dicho que “este informe es una grave advertencia sobre las consecuencias de no haber tomado medidas”, por lo que “las medias tintas ya no son una opción” e, incluso, aconseja que nos vayamos preparando para enfrentarnos a “las consecuencias devastadoras e inevitables del calentamiento global”. También Hans-Otto Pörtner, copresidente del Grupo de Trabajo II, concluye que “cualquier nuevo retraso en la acción mundial concertada hará que se pierda rápidamente el poco margen que nos queda para asegurar un futuro habitable”.
Mientras que las palabras del propio Secretario General de la ONU resultan aún más impresionantes al incidir en esta situación y cronología que, como también señalé en mis artículos, es para YA, está aquí. Antònio Gueterres había considerado la primera parte de este sexto informe como un “código rojo para la humanidad”; manifestando ahora sobre esta segunda parte que es “un atlas del sufrimiento humano y una acusación que apunta al fallido liderazgo”, llegando incluso a calificarlo -nada más y nada menos- como “otra sentencia de muerte para el mundo que conocemos”.
Dicho de otro modo más gráfico y crudo, parece que nos hemos puesto la soga existencial al cuello y que dependemos de cuándo nos falle el apoyo para ahorcarnos. No hago esta analogía para “echar más leña al fuego”, como se dice popularmente, sino para señalar la pira más grande de todas o, utilizando también el símil de los charcos en que nos metemos, que este es comparativamente un tsunami.
A ver qué tendrá que decir el Secretario General de la ONU sobre la tercera parte de este sexto informe que todavía queda por publicar pero, en cualquier caso, apenas caben dudas ni resquicios a los que aferrarnos para obviar ni, menos aún, evitar esto. Y lo que todavía es peor, tampoco se vislumbra un cambio cultural ni de actitud por nuestra parte, frente al impacto existencial que nos empeñamos en provocar; incluso se puede decir que volvemos a las andadas con lo de siempre, como ocurre y hacemos en otras muchas manifestaciones y conductas inmaduras y egocéntricas de nuestra especie, insisto.