¿Con qué infraestructuras cuenta Galicia?
A Galicia llegaron tarde las autovías, los puertos exteriores, los trenes de alta velocidad y las infraestructuras de telecomunicaciones. Probablemente estemos llegando rezagados también a la transformación digital
Galicia, a diferencia de lo vivido en otras comunidades donde el proceso de industrialización ha sido amplio, es mayoritariamente una comunidad rural. No obstante, una serie de fortalezas ligadas a su localización geográfica juegan a su favor.
Galicia cuenta con una alta densidad de puertos y aeropuertos, así como una red ferroviaria amplia comparada con regiones como Extremadura o Cantabria, pero muy lejos de abarcar todos los pueblos gallegos. Actualmente, el ferrocarril conecta entre sí las principales ciudades gallegas. Sin embargo, se espera desde hace más de una década la llegada del AVE, cuyos trabajos se calcula que están acabados al 96%.
La importancia de los puertos
Los puertos son un elemento clave en Galicia y también para el conjunto de España. Cinco son los puertos más importantes de Galicia y que forman parte de los 46 de interés general del Estado: Ferrol-San Cibrao, A Coruña, Vilagarcía, Marín-Ría de Pontevedra y Vigo. Representan el 15,2% de los puertos de interés del Estado.
En relación a su peso en la economía portuaria española, el puerto de Vigo es en el que más creció el tráfico de mercancías en el último año (2020), a pesar de la pandemia. El enclave gallego movió 4,49 millones de toneladas, lo que supuso un incremento del 4,13% con respecto a 2019. Enfrente, los puertos de Marín-Ría de Pontevedra y Vilagarcía de Arousa son los que menor tráfico presentan. En todos los puertos gallegos la pesca ha perdido peso como actividad económica, en favor del transporte de otras mercancías.
Pese a los buenos datos, el tráfico conjunto de los puertos gallegos se queda a mucha distancia de los principales bastiones de España como son el puerto de Algeciras (con 107 millones de toneladas en 2020), Valencia o Barcelona.
Más pasajeros en los aeropuertos
Una persona que quiera venir a Galicia tiene la posibilidad de llegar a través de tres aeropuertos distintos: el aeropuerto de Alvedro (en A Coruña), Lavacolla (Santiago) y Peinador (Vigo). La afluencia de pasajeros es claramente superior en el aeródromo de la capital, con una cifra récord de 2,9 millones de pasajeros en 2019. Todos cumplen los requisitos de la Comisión Europea para ser considerados aeropuertos de carácter internacional.
En el conjunto de los tres aeropuertos se batió un récord en 2019, con una cifra de 5,26 millones de viajeros entre las tres terminales; aunque desgraciadamente el 2020 registrase un fortísimo descenso de entre el 65% y el 70% por la pandemia. Este retroceso lo entendemos como un hecho coyuntural. En 2019 el crecimiento en Santiago fue del 6,5% y se mantiene en el puesto 16 entre los aeropuertos de España.
Portugal: ¿relación ventajosa o competencia desleal?
Por la proximidad geográfica, Portugal juega un rol importante para Galicia, como fuerte adversario y a la vez aliado. En los últimos meses se ha potenciado, por ejemplo, el tren con Portugal, al crear una línea prioritaria en el corredor atlántico a través de la conexión Vigo-Oporto.
Algunos paisanos nuestros catalogaron como “unha navallada” una infraestructura como la AP-9, que ha sido vertebradora y cadena de transmisión de la Galicia más prospera
Por otro lado, en Portugal reside un fuerte competidor del potencial aéreo de Galicia, como es el aeropuerto de Oporto. Pese a los 5,26 millones de pasajeros que pasaron por los aeropuertos gallegos en 2019, la red gallega no se aproxima a los números registrados por el aeropuerto Sá Carneiro, de Oporto, con hasta 13,1 millones de pasajeros en 2019. Y, a pesar de la fuerte caída de viajeros en la crisis pandémica, Sá Carneiro sigue haciendose con cifras muy superiores a las de los aeropuertos gallegos. Casi tres de cada cuatro personas que viajan desde una de las cuatro pistas de esta esquina del noroestoe (Coruña, Santiago, Vigo y Oporto) lo hacen desde la terminal portuguesa.
Contraste de realidades
Una vez más, y a la vista de los datos, nuestra Galicia queda entre el anhelo de aquello que pudo haber sido y la realidad de lo que verdaderamente es. Esa realidad que hemos fagocitado para luego asumir los hechos consumados. Una posición estratégica, la cuna de unos productos inigualables, la diversidad cultural propia de los mundos celtas, el talento y la morriña de los escapados por obligación que dieron lejos la medida de sus posibilidades, un ecosistema diverso que reclama sostenibilidad, pero también su aportación justa al bienestar de sus pobladores.
A Galicia llegaron tarde las autovías, los puertos exteriores, los trenes de alta velocidad, las infraestructuras de telecomunicaciones y un largo etcétera. Probablemente estemos llegando rezagados también a la transformación digital que, por otro lado, dado nuestro tejido productivo y el envejecimiento de la población, no va a ser nada fácil.
Es de justicia recordar que algunos ciudadanos paisanos nuestros catalogaron como “unha navallada” una infraestructura como la AP-9, que ha sido vertebradora y cadena de transmisión de la Galicia más prospera. Recordemos esto para no volver de manera contumaz a cometer el mismo error.