Banquillo

Un último consejo para conseguir que Rueda cumpla su función, además de tener un buen banco, si fuese posible, banquillo: esperar a ver y dejar hacer

Borja Iglesias y Alfonso Rueda

El delantero del Betis, Borja Iglesias, junto al vicepresidente primero de la Xunta, Alfonso Rueda

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Una vez más, la gesta se hizo carne y habitó en Sevilla. Borja Iglesias Quintas (Santiago de Compostela, 1993), guerrero de perfil sumerio, nómada en numerosas campañas con ejércitos muy diferentes, mantiene, después de muchas batallas ganadas en decisivos combates cuerpo a cuerpo, en sus ojos entornados y brillantes, la mirada humilde propia del que sabe que, como buen monje educado por los hermanos de La Salle, cada día tiene su afán y que ello obliga a resolver. Experto en limonadas, sabe exprimir los limones cuando se los ofrecen en bandeja, que no vuelve a quedar otra que resultar decisivo cuando hay que, una vez más, haber soñado con serlo. En la final de la Copa del Rey de este año 2022, ese día, para él, lejos de los reconocimientos, resultó, en su corazón, un día más en la oficina. La épica, en diez minutos.

El Síndrome del Impostor

Pulula por ahí, entre la semántica de las emociones obligadas, un nuevo síndrome que solo con su denominación ya supone una alerta. Definido como un trastorno derivado de la difícil digestión del éxito, también nominado como Síndrome del Fraude, se le atribuye una implantación en siete de cada diez corazones desconfiados. Una preocupación legítima sobre la pervivencia de la notoriedad que, parece ser, agobia por inconfesable y casi inhabilita para seguir obteniendo logros destacados. A juicio de sus descubridoras, Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes a raíz de un estudio publicado en el año 1978, analizando los logros de mujeres relevantes, apreciaron que una gran mayoría de ellas desconfiaban de sí mismas, atribuyendo sus éxitos a la mera casualidad y temiendo por ello, en algún momento, ser descubiertas. Parece ser que dicho síndrome, sin ser una afección de trato psiquiátrico, se cura gracias a la intervención de alguien que ayuda a entender que la vida es como es y que el triunfo y el fracaso son la cara y la cruz de una misma moneda, haciendo que aquellas que tengan dos caras, de seguro, resulten falsas.

Chupar banquillo

Pero sabe más el panda por panda que por viejo y con esa sabiduría milenaria adquirida por haber nacido y mecídose en los brazos del apóstol, contra la impostura, Borja tiene su receta: banquillo, hay que saber valorar el banquillo. Y observar, medir, calcular, manejar la pelota, su espada, con la precisión de un samurái. En la conciencia de pertenecer a esa casta guerrera de quienes bien saben que jugar al futbol es entender el juego, como el combate, se siente un miembro más de una familia de balompédicos samuráis bajo la égida del abuelo Argemiro. Sus recuerdos, su infancia, son ya la mezcla de un machadiano patio de Sevilla con un huerto santiagués en donde seguirá madurando un castiñeiro, anhelando su regreso.

Y es ese conocimiento adquirido en numerosos lances el que otorga a Borja una dimensión oriental más allá de sus ojos rasgados. Orden, disciplina, arrojo y contención, tal y como describe Miyamoto Musashi, gran maestro de samuráis en la biblia “El libro de los cinco anillos”, catón de los guerreros terminado en el segundo mes del año 1645. Musashi llamó a su técnica como la “Escuela personal de las dos espadas”, la dualidad como estandarte, el manejo del yin y el yan, el regate y el tiro por igual, el éxito y el fracaso. En fin, la vida misma.

Consejos para hacer una Rueda

Budismo práctico, la ciencia de las artes marciales se sustenta, para Musashi, en los mismos fundamentos que la carpintería. Atendiendo a los preceptos del noble arte de la ebanistería, para hacer una Rueda, Musashi recomienda usar tan solo cuatro habilidades: evitar las sinuosidades, hacer que las junturas ajusten bien entre ellas, sustraerse a las raspaduras y cuidar que no haya deformaciones posteriores. Un último consejo para conseguir que Rueda cumpla su función, además de tener un buen banco, si fuese posible, banquillo: esperar a ver y dejar hacer.

En su tratado para samuráis, concretamente en el libro cuarto, dedicado al Aire (siendo los otros anillos Tierra, Agua, Fuego y Vacío), Musashi apunta que “de las dos formas de percepción, observar y ver, el ojo que observa es más fuerte, que percibe el corazón y la mente del adversario, viendo el estado de la situación, centrando los ojos de una forma amplia, percibiendo las condiciones de la batalla, la fuerza y debilidad de la ocasión, y concentrándose en alcanzar la victoria con precisión”. En China, a los ojos del panda se les denomina “ojos como albaricoques” para describirlos como grandes y brillantes; en los ojos, en su mirada, ahí está la magia del Panda; y de Rueda.

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