Abanca mañana
Las dificultades para la banca serán mayores allí donde la economía sea menos dinámica y esté concentrada en actividades tocadas por la crisis
La absorción de Bankia por Caixabank pone el foco en los bancos medianos del sistema financiero español que, según algunos analistas, estás condenados a diluirse dentro de un gran grupo. Como todo el mundo sabe a estas alturas, los bancos con boletos para participar en una posible operación corporativa (fusión o absorción) son, por orden de activos, Bankinter, Kutxabank, Abanca, Unicaja, Ibercaja y Liberbank. La trascendencia que tiene Abanca para Galicia hace que nos preocupemos por su futuro ante un escenario de previsible agitación.
Realidad comparada
Euskadi tiene 2,2 millones de habitantes por los 2,7 millones de Galicia. Euskadi es sede de dos grandes compañías energéticas –Iberdrola y Petronor–, de una importante empresa de telecomunicaciones –Euskaltel– y de una entidad financiera con magníficas cifras –Kutxabank– así como de cuatro compañías entre las 1.000 más innovadoras de Europa (2019 UE Industrial R&D Investment Ranking). El PIB por habitante de Euskadi es de 34.273 euros.
Galicia perdió hace ya décadas su gran compañía energética y desperdició posteriormente la oportunidad de recuperarla. Perdió también sus principales empresas de telecomunicaciones –R y Comunitel– y dejó en el alero la única compañía que tuvo en el ranking de empresas innovadoras –Pescanova–. Su PIB por habitante es de 24.034 euros, un 29% menos que la cifra vasca. La única similitud aparente entre Euskadi y Galicia en términos económicos, a pesar de sus similitudes geográficas, radica en la presencia de una entidad financiera con sede en el territorio.
Mientras Kutxabank se encuentra en manos de capital diversificado pero 100% vasco, Abanca depende de la voluntad individual de un empresario
Sin embargo, también en este caso las diferencias son notables. Kutxabank se conformó por la confluencia de tres cajas de ahorros autóctonas y solventes tras un proceso auspiciado por el gobierno vasco. Abanca se constituyó tras la deflagración de Novagalicia –entidad fruto de la fusión de dos cajas de ahorros en gravísimas dificultades–, la nacionalización exprés de la misma y una subasta posterior pésimamente gestionada por el gobierno Rajoy. En consecuencia, mientras que Kutxabank se encuentra en manos de capital diversificado pero 100% vasco, Abanca depende de la voluntad individual de un empresario venezolano, dicho esto con todo el respeto y la única intención de manifestar las diferencias entre ambas entidades que se derivan de la propiedad de su capital.
El futuro de Abanca
Se citan los mínimos tipos de interés (de hecho, negativos en ciertos tramos y mercados), como fuerza motriz de los posibles procesos de fusión que se prevén en próximos meses en el sistema financiero español. Lo cierto es que los tipos de interés reducidos afectan a ambos lados del balance pero con mayor impacto en el pasivo que tiende a renovarse antes que el activo. Dicho de otra manera, los tipos bajos reducen en primer lugar el coste de los recursos de la banca. En estos momentos, ninguna entidad financiera retribuye sus depósitos más allá de tasas anecdóticas.
Sin embargo, los tipos de activo (los que definen sus ingresos), se fijan por negociación en función, principalmente, del perfil de riesgo de la operación y de sus contrapartidas de negocio. En buena lógica, por tanto, unos tipos bajos como los actuales no tendrían por qué propiciar una caída de los márgenes de intereses salvo que el mercado no facilite oportunidades suficientes de inversión y las entidades tengan que adquirir activos de deuda pública o, aun peor, depositar sus recursos en las cuentas con el banco central. Y ahí es cuando empiezan a sufrir los márgenes.
Abanca está haciendo todo lo posible por mejorar su posición ante la inestabilidad que se avecina
Surge del párrafo anterior una relevante conclusión, bastante previsible por otra parte: las dificultades para las entidades financieras serán mayores allí donde la economía sea menos dinámica y esté concentrada en actividades tocadas por la crisis como la construcción y el turismo. Por ese motivo, no creo que a Kutxabank le afecten las presiones de los próximos meses. Tampoco las sufrirán las entidades locales y regionales de pequeño tamaño que sobreviven sin dificultades en Europa. Ahí está, como ejemplo más significativo, el sistema financiero alemán que cuenta con unos doscientos bancos privados, cuatrocientas cajas de ahorros públicas y unas mil cooperativas de crédito. Claro que Alemania es una economía pujante, competitiva y diversificada y no ha sufrido la escalofriante burbuja inmobiliaria que padeció España.
Abanca está haciendo todo lo posible para mejorar su posición ante la inestabilidad que se avecina. Sus últimas compras de entidades solventes son una muestra. El refuerzo de su estructura de inversión, con la creación de departamentos especializados en sectores económicos, es otro paso en la buena dirección. Pero su situación de partida penaliza sus opciones claramente. La economía gallega lleva décadas estancada a pesar del fenómeno Inditex. Su concentración en construcción y turismo en detrimento de la industria y la innovación tecnológica supone un lastre importante. Si tomamos el ejemplo del sector agrario (Abanca creó una unidad especializada en agro), observamos cifras que ponen los pelos de punta: frente a una superficie agraria útil superior al 50% en Andalucía, Navarra, Extremadura o las dos Castillas, Galicia (por la locura del eucalipto, principalmente), presenta un índice diminuto del 21% lo cual implica un condicionante obvio sobre la industria agroalimentaria gallega.
Abanca presenta otra debilidad comparada relevante. Mientras que Kutxabank alcanzaba en 2019 un ratio de solvencia del 16,9% (EU-wide transparency exercise, EBA 2020) y la media europea suponía un 14,8%, Abanca se quedaba en un 12%, inferior a Unicaja, Bankia o Liberbank aunque ligeramente por encima de Sabadell, BBV, Bankinter o Santander.
Observando las declaraciones que llegan desde el Banco de España y la actitud decidida del gobierno español en la operación de Caixabank y Bankia, las presiones que hemos citado a lo largo del artículo serán previsiblemente fuertes. La capacidad de respuesta ha de venir, en buena parte, del gobierno gallego. Hablamos no únicamente de su capacidad de interlocución con el gobierno español y las autoridades financieras europeas, que no se estima excesiva, sino de su voluntad de poner en marcha una auténtica política económica de promoción de proyectos de alto valor en la línea de las prioridades marcadas por la UE. Y hablamos también de su habilidad, hasta ahora cuestionable, para aunar voluntades e intereses de inversores gallegos que apuntalen el capital de Abanca y su vinculación con el territorio.