¿A qué llaman socialcomunismo?
No sé a qué se referirá el conglomerado de la derecha cuando recurre a ese invento semántico del socialcomunismo. A estas alturas, si les digo la verdad, me suena parecido al contubernio judeomasónico de otros tiempos
El conglomerado de la derecha –partidos y medios afines– ha encontrado un filón propagandístico en las fuerzas que han apoyado el gobierno de Pedro Sánchez. Lejos de todo argumento elaborado, su labor opositora se concentra en dos baluartes bien simples: el recuerdo del terrorismo de ETA y su aversión patrimonial hacia la ideología comunista.
Poco importa que ETA cesara cualquier actividad violenta en 2011; con gobierno de Zapatero, por cierto. Poco importa que Bildu se haya incorporado a las instituciones con plena legitimidad democrática. Poco importa que las Asociaciones de Víctimas hayan manifestado su repulsa ante la utilización partidista del terrorismo. Poco importa, incluso, que el propio PP haya votado a favor de la primera propuesta de Bildu en el Parlamento Vasco tras las elecciones municipales. Poco importa la razón y el sentido cuando se pretende apelar a las vísceras del votante.
Y poco importa que la acción del gobierno de Pedro Sánchez nada haya tenido que ver con ninguno de los postulados propios de la ideología comunista, ni con el ejercicio habitual de los típicos gobiernos de corte comunista que todavía quedan en el mundo. Quizás sea por eso que el conglomerado de la derecha haya acuñado el término “socialcomunista” para describir la acción del ejecutivo que todavía conforman PSOE y UP. Pero ¿qué significa en realidad “socialcomunismo”?
Poco importa que la acción del gobierno de Pedro Sánchez nada haya tenido que ver con ninguno de los postulados propios de la ideología comunista
Me he ido a las enciclopedias (obviamente digitales) y me he encontrado con que tal término es una pura invención del conglomerado de la derecha. Las primeras referencias parecen proceder de medios como Vozpópuli o ABC, ya por el año 2020. Desde entonces, el uso del término se ha ido extendiendo cual icono liberal hasta ser bendecido por las primeras espadas peperas. Su propia musa suprema manifestó durante la última campaña, con esa solemnidad y pausa que la caracteriza: “España va a necesitar mucho tiempo para recuperarse del desastre del socialcomunismo que nos está cambiando España” (traducción: que está cambiando su concepto carpetovetónico de España).
Poco importa la razón y el sentido cuando se pretende apelar a las vísceras del votante.
¿A qué se referirá el conglomerado de la derecha cuando califica al gobierno de socialcomunista? ¿Se referirán quizás a la subida del salario mínimo a niveles de dignidad y supervivencia o, tal vez, a la actualización de las pensiones que garantiza el poder adquisitivo de las personas jubiladas? ¿Se referirán a los fondos movilizados para ayudar a superar la pandemia a las familias y empresas más afectadas o a los nuevos impuestos aplicables a las fortunas, la banca y las eléctricas? ¿Se referirán, a lo mejor, al récord de trabajadores ocupados que se acaba de conocer o a esa cifra de paro desconocida desde el estallido de la burbuja inmobiliaria inflada a conciencia por el gobierno Aznar?
No sé a qué se referirá el conglomerado de la derecha cuando recurre a ese invento semántico del socialcomunismo. A estas alturas, si les digo la verdad, me suena parecido al contubernio judeomasónico de otros tiempos. Signifique lo que signifique, declaro abiertamente que siempre lo preferiré mil veces antes que al nacionalcatolicismo que algunas y algunos parecen añorar.