Niño Becerra: «Las élites están encantadas con Trump»
El economista sostiene que las clases medias vuelven a consumir "en exceso" para convencerse de que la crisis ha acabado
Santiago Niño-Becerra (Barcelona, 1951), catedrático de Estructura Económica de la IQS (Universidad Ramon Llull), no se casa con nadie. Cree que el crecimiento económico esconde un problema estructural, y que los salarios difícilmente se recuperarán, a pesar de que el Gobierno de Mariano Rajoy ha accedido a estudiar una subida para el próximo año. Acaba de publicar Mails, (los libros del lince), un libro que responde a algo inusual en un economista: los comentarios y preguntas de sus lectores, y las respuestas de Niño-Becerra, con argumentos y situaciones reales. El miedo de todos ellos es vivir un cambio acelerado del modelo productivo, como ha ocurrido en Estados Unidos, con clases medias que se han agarrado a las respuestas de Trump.
La clase media se estanca en todo el mundo, pero, ¿el problema más grave no se centra en las clases medias-bajas, que pierden continuamente poder adquisitivo, con salarios peores?
Si, eso está sucediendo, pero las clases medias, media-alta y media-media también están perdiendo lo que podríamos denominar como ‘protagonismo social’. El mismo concepto de clase media se halla en revisión porque lo que siempre ha caracterizado a la clase media –las expectativas continuadas de mejora–, se están diluyendo para la mayoría de sus aún teóricos integrantes. Actualmente, muchos de sus miembros que conservan el empleo que tenían y que han logrado mantener el salario han llegado a la conclusión de que la crisis ha finalizado por lo que ya pueden sentirse tranquilos y por ello han vuelto a antiguas prácticas, como consumir en exceso. En gran medida esa sensación se basa en que desean creer que la crisis ha finalizado, porque necesitan que ello sea así, y marginan el hecho de que uno de cada tres españoles se halla en riesgo de exclusión social.
¿Cree que tienen razón los norteamericanos que han apoyado a Trump? ¿Se puede volver a tener trabajo en Ohio, en los estados ex industriales? ¿Es ese el futuro del capitalismo, el retorno del proteccionismo?
Cuando se publicó que Donald Trump había obtenido un mayor número de electores que Hillary Clinton (por lo que en teoría será nuevo presidente), automáticamente pensé que será muy interesante ver cómo explica a muchos de sus votantes –granjeros empobrecidos y trabajadores subempleados– que mucho de aquello que prometió en campaña es incumplible. Trump, su equipo o el poder económico (se ha olvidado que Trump no es un ‘hombre del pueblo’ sino un magnate de los negocios) captaron que en EEUU existía un colectivo olvidado integrado por granjeros que el libre comercio había perjudicado y trabajadores que habían visto caer la calidad de su empleo y sus remuneraciones, y se dedicó a decirles lo que deseaban oír. Pero, pienso, una cosa ha sido ‘el personaje Trump’ que es lo que se ha visto en la campaña, y otra será ‘el presidente Trump’ cuando se siente en el despacho oval. Y el Trump presidente no se va a dedicar a arruinar los negocios que sus colegas capitalistas planeen hacer por el mundo.
La curva del elefante de Branco Milanovic destaca que las clases medias de los países emergentes crecen y que el problema es ese 1% que incrementa sus ganancias en un 70%. ¿Tiene remedio esa situación?
De entrada el período de análisis que dio lugar a la curva del elefante finaliza en el 2008, justo cuando la crisis empezó, y la mayor degradación en ingresos y distribución de los mismos se ha producido a partir de entonces. En cualquier caso, pienso que lo verdaderamente significativo no es que alguien sea muy rico y que se haga más rico, sino los que son pobres y aún se empobrecen más. Si yo tengo razón, lo que habría que ver es si el enriquecimiento de quienes ya son ricos se produce a costa del empobrecimiento de las clases medias y al mayor empobrecimiento de las bajas y, si esto es así, si se quiere actuar para revertir esa situación o no. Si, en términos medios, el mayor enriquecimiento de los ricos se produce porque hacen suyo el escaso crecimiento que actualmente existe, también deberá analizarse si se quiere revertir, o no, esa situación. Es decir, la situación normal de la humanidad en los últimos 2000 años ha sido, debido a diversas causas, la desigualdad extrema, y cuando la desigualdad disminuyó entre el final de la II GM y mediados de los 70 fue debido a un acto de voluntad: se quiso que así fuese. Y ahora que la productividad es el objetivo prioritario y cuando la tecnología, es decir, el capital, es esencial para lograrlo, es cuando la concentración de la riqueza y en consecuencia la desigualdad más tenderán a aumentar. Que no sea de esa manera dependerá de un acto de voluntad.
En los mails que le envían hay una tónica, y es esa pérdida de poder adquisitivo constante de trabajadores y profesionales en los últimos años, y el miedo al futuro. ¿Tiene poder una sociedad nacional, en un país concreto, para revertir esa situación?
Pienso que nunca lo ha tenido, pero mucho menos hoy. Los logros que el movimiento obrero consiguió entre la década de 1880 y la de 1950 fueron, fundamentalmente, concesiones de, primero la gran burguesía, y de la oligarquía capitalista después, concesiones que fueron vestidas de y publicitadas como acuerdos: Saltsjöbaden (1938) y Detroit (1950); cuando a mediados de los 70 el gran capitalismo vio que podía hacer las cosas de una manera tal que las necesidades de factor trabajo adoptaban una tendencia decreciente, comenzó a aumentar la desigualdad, a caer la remuneración media real del factor trabajo y a crecer el subempleo. Son circunstancias que fueron empeorando a medida que la globalización se incrementaba y la tecnología se extendía y se sofisticaba. Hoy una sociedad nacional no tiene poder alguno para revertir esa situación porque el principal interesado de que eso no pueda suceder es el gran poder económico: las corporaciones transnacionales presentes en más de cien países y con ramificaciones industriales y financieras.
Políticamente, esa desigualdad, se traduce en victorias como las de Trump, y veremos si eso influye y de qué manera en Europa. ¿Considera que las élites pueden aprender algo de la victoria de Trump?
Pero es que, tal y como yo lo veo, la victoria de Trump no perjudica a las élites. En EEUU el Partido Republicano ha conseguido el control de ambas cámaras y la presidencia, y durante cuatro años la Administración va a ser republicana. Literalmente ese partido va a poder hacer lo que quiera, y las élites en Estados Unidos no son muy dadas a implementar políticas de izquierdas. En Francia todo indica que el nuevo presidente será François Fillon, conservador donde los haya y a partir un piñón con las grandes empresas francesas. En Alemania, salvo desastre, Angela Merkel repetirá. En España tenemos segunda edición de un Gobierno de derechas. En el Reino Unido, aún con cambio de rostro, continúan los conservadores. En los países escandinavos se está produciendo una paulatina derechización de los gobiernos. ¿De qué tienen que preocuparse las élites por la victoria de Trump? ¿Las élites han perdido? Están encantadas con Trump
Es decir, la economía va mejor, consideran, con un crecimiento global. Usted dice que no. ¿El problema no es entender qué se quiere decir con ‘Economía’?
Si por ‘va mejor’ se entiende que hoy es mayor que ayer el número de millones que integra el PIB, va mejor. Pero si en ese razonamiento tenemos en cuenta que la tasa de pobreza infantil hoy en España es del 30%; o que una de cada ocho personas ocupadas en España, es decir con trabajo, es pobre; o que el sistema de carreteras de España precisa, hoy y ya, de 6,9 M€ en gastos en mantenimiento que no se hacen porque no hay fondos, entonces yo digo que no va mejor. Y en Europa sucede lo mismo: en el mejor de los casos se ha producido un estancamiento.
¿Deberemos hacer distinciones a partir de ahora por clases sociales, o por identidades, como ha ocurrido en Estados Unidos?
En el fondo es lo mismo, sólo que cambiando el nombre: en Estados Unidos, ¿cuántos afroamericanos de clase alta hay? Y ¿cuántos hispanos de clase baja? Esto es algo parecido a cuando la dialéctica franquista cambió la denominación ‘obrero’ por la de ‘productor’. La realidad es la que es y viene determinada por el ingreso, el patrimonio, la red social en la que uno se mueve, y las expectativas; y en el Upper East Side las cosas seguirán siendo como son aunque se cambien las denominaciones. Aunque miembros de la élite del Partido Demócrata también residan frente a Central Park.