Joan Subirats: mirlo blanco de la izquierda
Vende a trozos la compañía que un día fue el emblema de la riqueza del país
La política es un oficio sin medida; una forma de pastelería intelectual en la que el resultado le puede a la peripecia. Pronto lo comprobará quienquiera que sea, el líder del frente amplio (Barcelona en Comú, Podemos, Iniciativa y otros) en las elecciones autonómicas del 27 S. La oferta de encabezar la lista ha rondado a Joan Subirats, pero el profesor y prolijo autor rechaza el honor. La izquierda busca un mirlo blanco y el politólogo de la Autónoma reúne el perfil, sin sucumbir de primeras a la tentación escénica.
Subirats va camino de convertirse en un pacífico profesor de sienes plateadas rodeado de alumnos eficientes y de otros igual de listos pero propensos al tipo de piedra arrojadiza que suministra el suelo de España. Y, de repente, le piden que se ponga frente a la coalición de izquierdas, con Colau, Joan Herrara, Camats y muchos más. Justo en el momento en el que el último CEO certifica la caída de Convergència y el estancamiento de Oriol Junqueras, un político rácano que utiliza a la sociedad civil de escudo antimisiles. El cambio de paradigma está servido: el voto descontento se va del soberanismo a la izquierda, ante la caída del PSC, la aminoración de Ciudadanos y el derrumbe definitivo del PP. La izquierda emergente no rechaza el soberanismo, pero lo encaja en una tercera vía (Dret a Decidir y después ya veremos). Reconoce la ola; sabe que «viene de muy lejos», en palabras de Colomines, columnista de esta casa, y lo busca en las rupturas desgranadas por el historiador Josep Fontana : La formació d’una identitat.
Joan Subirats fue un buen defensa central (por su hegemonía en el juego aéreo) en el equipo de ex banderas que jugaba los sábados en Piscinas y Deportes, con Jordi Solé Tura de uno más y Eliseo Aja de armador. Aja es pariente de Laureano Ruíz, que fue entrenador del Barça, hacedor de la Masia y gran animador de los 113 de la Asamblea de Catalunya en la caída de Santa María Medianera, al final de la Dictadura. Allí, uno de los 113 era Joan Subirats, estudioso, hábil y fino en el arte del amago, que no del dribing en la cancha, donde resulta una versión elegante del patapalo. El profesor ha dicho no. No será el líder de la nueva izquierda; no hará de Carmena catalana porque está en plena actividad académica. Pero quien sabe que ocurrirá si se lo vuelven a preguntar dentro de bastantes años. La idea de un independiente ronda desde hace semanas las mentes del frente amplio. Buscan a una mujer y desde luego hay cantera de la buena. El principal escollo es que pretenden crear una marca nueva disolviendo en ella las viejas. Pero Podemos no acepta.
Quieren ligarse a la izquierda española que rodea la ciudadela de los Austrias. Una parte de Catalunya busca unirse al cerco sobre Madrid junto a las dos Castillas, Extremadura, Valencia, Aragón, Galicia o Baleares. PSOE y Podemos gestionan el futuro. Y en Catalunya el empujón final para obtener la mayoría gauchista podría darlo el PSC de Miquel Iceta, un partido avestruz, que algún día ha de sacar la cabeza a pasear sin deshacerse de su catalanismo atávico, aunque sea por simple postureo. La izquierda de Subirats (que no será cabeza de lista) se sabe portadora de amplios espejos. No huele a Carlyle y ni a Emerson, ni al incienso rancio que se pega al altar mayor cada vez que un párroco coloca una estelada en la primera línea del refectorio. Sobre la sepultura política de Lerroux, tampoco se izará la bandera tricolor. No estamos en las municipales de 1905, cuando vieron la luz las candidaturas de Solidaritat Catalana con la Lliga Regionalista de Cambó liderando el proceso. Artur Mas ya lo ha intentado, pero sabe que es imposible. Y si el president anhela el pretexto de la justicia social tiene de su lado a la CUP, gotas crecientes de sangre alternativa pero adocenada bajo el estandarte.
En su libro más reciente, Otra sociedad, otra política, Subirats patalea al statu quo de los que ostentan un timón inmerecido. Es, digamos, su libelo en el sentido más noble de la expresión. Su trayectoria académica lo define como especialista en temas de gobernanza y análisis de políticas públicas; sin olvidar sus permanentes incursiones en los temas de exclusión social e innovación democrática. El sabio es la mano que mece la cuna: Platón en Siracusa, Tomas Moro en Londres o, Maquievelo en Italia solo aconsejaron al Principe; no hicieron de Príncipe, aunque sea tan peligrosa una cosa como la otra. Cuando salta a la política en primera persona, al intelectual se le exige un plus: debe actuar tomando el pulso a la sustancia moral de su tiempo. Esta vez, no basta con mecerse en la tentadora orla de los radicalismos. Los nuevos héroes ascienden entre la diezmada casta de la vieja política y las mareas de la Nueva, emancipada, rampante y sin zapatos de charol.
Aunque lo nuevo exige protagonismo, decir «no» es una forma de amor. Hay que poner en valor las obliteraciones vocacionales de los jóvenes de los setenta (Subirats entre ellos), dotados de cultura política. Entonces, los más audaces estaban dispuestos a refutar El lobo estepario (la altivez de Hesse fue una cantera del «caballo blanco») para inclinarse hacia el joven Wether o el conquistador Julien Sorel, o mejor aún, hacia el eterno adolescente, Fabrizio del Dongo, aquel héroe de La Cartuja de Parma, que llega andando a la civilización después de sobrevivir a la última batalla napoleónica. El sueño de los setentas no era el poder; era ser un internacionalista, como Arthur Koestier (Del cero al infinito fue el último vehículo del anti estalinismo de izquierdas) o como Jorge Semprún, ex ministro de Cultura, el Malraux ibérico, el Federico Sánchez de Demain l’Espagne (inolvidables Entretiens avec Régis Debray et Max Gallo). Digámoslo así: el afán estético en los años del hierro era tener de alter ego en la pantalla al perdedor Ives Montant y sacarse de encima la carcoma rancia de Alain Delon, con el eterno cigarrillo Gitane entre los labios.
La captación de un independiente para encabezar una lista ganadora de izquierdas revive al senador Josep Benet, que en 1977 lideró la lista Entesa dels Catalans en la órbita del viejo PSUC. Quizá sea un síntoma de que vuelve la unidad.