Rajoy o Sánchez deberán reducir el déficit en 14.000 millones en 2016
Los economistas Javier Andrés y Rafael Doménech reclaman reformas estructurales para afianzar la recuperación después de la gestión de la crisis
Una de las ideas centrales de los economistas más ortodoxos, de los ejecutivos de las grandes empresas y de los gestores en los mercados de deuda es que España está sujeta a las directrices de la Comisión Europea, y que, por tanto, el próximo Gobierno español deberá atender los compromisos adquiridos, se peleen o no con más o menos intensidad.
Y el reto para el próximo año es significativo: reducir el déficit a finales de 2016 en el 2,8% del PIB. Eso significa, en función de cómo se cierre 2015, un esfuerzo adicional de 14.000 millones de euros.
¿Quién lo aplicará? Pedro Sánchez, con dificultades evidentes para lograr una posición única en su propio partido, el PSOE, defendió en la campaña electoral y de forma clara en el debate televisivo con Mariano Rajoy, que buscaría flexibilizar el objetivo de déficit marcado por Bruselas.
El duro año de 2016
Sin estar en contra de la necesidad de reducir el déficit –hasta el 3% del Pacto de Estabilidad y Crecimiento—el líder socialista mantiene la tesis de anteriores dirigentes, como Alfredo Pérez Rubalcaba, de que se debe encontrar una fórmula para alargar esos plazos, con el argumento de que los planes de austeridad han resultado perjudiciales.
El problema, según los expertos, es que el Gobierno de Mariano Rajoy no ha querido seguir implementando reformas en los dos últimos años, con la esperanza de que la mejora en los ingresos sería suficiente, después de los dos primeros años de legislatura, en los que se abordó una dura reforma laboral y se recortaron partidas sociales.
Sea Rajoy o Sánchez quien presida el próximo Gobierno, el resto es mayúsculo, y 2016 podría ser un año duro entre la exigencia de reducir el déficit y la posición de los agentes sociales que consideran que ya se ha llegado al límite. Sánchez, además, podría dejar de lado ese horizonte si busca un acuerdo con Podemos y el resto de partidos de izquierda y nacionalistas, que rechazan la imposición de la Comisión Europea.
La posición de Europa
El vicepresidente de la Comisión Europea, Vladis Dombrovskis, ha constatado esas demandas. La idea es que España no cerrará el año 2015 con el 4,2% del déficit exigido, y que se podría ir hacia el 4,5%, y al 3,5% en 2016, sin respetar el 2,8% comprometido.
Antes de las elecciones lo verbalizó con claridad: «gane quien gane al próximo Gobierno se le instará a corregir el déficit». Ante esa posición, economistas como Santiago Niño Becerra, sostienen que eso es lo que realmente cuenta, al margen de los resultados de cualquier convocatoria electoral, por lo que los ciudadanos han perdido claramente poder con su voto.
El próximo Gobierno, si los partidos logran acuerdos que impidan la convocatoria de nuevas elecciones, tendrá también ventajas. Los vientos de cola de la economía para España son intensos. En pocas ocasiones había ocurrido algo similar.
Pese a todo, viento de cola
Y es que el país se podría ahorrar hasta 17.000 millones en 2015 por la factura del petróleo, que ronda los 36 dólares el barril. Se debe recordar que en 2008 el precio llegó a los 143 dólares. Se trataría de 5.000 millones de euros más de los inicialmente previstos a comienzos de año. No es poca cosa, porque serían casi dos puntos del PIB. Un ahorro enorme.
Sin embargo, el esfuerzo en la reducción del déficit no cumple con lo esperado. Los últimos datos en referencia a las comunidades autónomas, del mes de octubre, dejan una evidencia: hasta diez autonomías se han pasado del 0,7% fijado. Cataluña y Murcia lideran las comunidades con más problemas, que se han excedido del 2%. En el caso de Cataluña, con una indefinición política total, y que representa el 19% del PIB español, la situación podría empeorar.
La cuestión es que el próximo año podría complicarse para España, si la estabilidad política, además, se pone en juego.
Reformas, reformas, reformas
Dos de los economistas con más prestigio en España reclaman que no se abandonen las reformas, y que se retomen con mayor intensidad para «asegurar la recuperación».
Son Javier Andrés, catedrático de Análisis Económico en la Universidad de Valencia, y Rafael Doménech, economista jefe de economías desarrolladas en el BBVA Research y catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia, también fue subdirector de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno.
Los dos acaban de publicar En busca de la prosperidad (Deusto), un libro en el que desgranan todos los retos de la economía española, desde la premisa de que, tras la crisis, los gobiernos españoles han tratado de evitar lo peor, pero sin atacar todavía los problemas estructurales.
Andrés y Doménech insisten: «Hay que incentivar que las empresas aumenten su tamaño, –la mayoría de empresas son de menos de diez trabajadores– que se incorporen a los mercados internacionales y que puedan competir en aquellos segmentos de mayor valor añadido, sin olvidar que a corto plazo necesitamos actividades productivas muy intensas».
Ganar productividad
También se apuesta por «acabar con la cultura de la temporalidad, es necesario simplificar el menú de contratos y proceder a una modernización del sistema de indemnizaciones, equiparándolas a la de los países europeos con menores tasas de temporalidad».
El reto de la internacionalización se considera esencial, para lograr que las exportaciones superen el 50% del PIB. El gasto en educación es otra de las asignaturas pendientes: «Nuestro gasto en educación por estudiante está en los niveles de países como Francia, Holanda e Italia, pero alejado de la mayoría de los países de la UE8, y, por ello, es deseable y previsible que España aumente su nivel de gasto en educación en términos de PIB».
Una de las ideas centrales del libro es que España no tiene problemas extremadamente diferentes a los del conjunto de Europea, pero debe esforzarse en ganar productividad. Los retos, como los de Francia o Italia, son similares:
No hay menús gratis
«Los problemas de Europa son también cualitativamente similares a los de España: una productividad en lento crecimiento, una demografía desfavorable, un desempleo alto, unas diferencias regionales en niveles de vida significativas y unas instituciones que deben mejorar su eficiencia y gobernanza».
Eso sí, y en eso Andrés y Doménech son tozudos, y ese es el reto para el próximo Gobierno, que pueda encabezar Rajoy o Sánchez: «En el camino hacia un mayor progreso económico y social no hay menús gratis, son las reformas estructurales las que a largo plazo transforman y modernizan una economía». Con el objetivo de «resolver sus dos principales debilidades crónicas: la elevada tasa de desempleo y nuestra menor productividad relativa».
¿Están en eso los partidos que tratan ahora de asegurar la estabilidad política de España?