Galicia solo se queda las migajas en el regreso del textil deslocalizado
Las firmas están produciendo más en Portugal, que cuenta con fábricas más modernas y especializadas, mientras solo un puñado de empresas gallegas en la zona de Ordes y A Coruña atraen más prendas
En el arranque de 2013, el presidente de la Federación Española de Empresas de la Confección (Fedecon), Ángel Asensio, pronosticaba que España recuperaría cerca del 50% de la producción textil que se había marchado hacia otras tierras, principalmente a Asia, en busca de mano de obra más barata. Marcaba entonces una tendencia que ya era evidente. El textil deslocalizado regresaba empujado no solo por el incremento del coste por producir en tierras asiáticas, sino también por razones macroeconómicas. Los envíos procedentes de países asiáticos solo compensaban cuando eran grandes volúmenes de prendas, mientras el consumo se contraía por la recesión económica; y, en contrapartida, se perdía capacidad de reacción tanto en los controles de calidad como a la hora de atender los movimientos de un mercado cada vez más competitivo.
Así que la relocalización se puso en marcha y las empresas siguen hoy apostando por la producción en proximidad. La pregunta era cuánto de esta producción podría atraer Galicia y transformarla en empleos. Por el momento poca. Solo algunas fábricas localizadas fundamentalmente en la provincia de A Coruña han aprovechado parte del regreso de las prendas, informan fuentes empresariales. Pero las principales cadenas tienen sus mayores espacios de confección en el norte de Portugal, en el Levante y en Andalucía; así como en el norte de África.
Primer factor: Portugal
El país vecino ha sido históricamente un elemento fundamental para la competitividad de las compañías gallegas. Adolfo Domínguez, Bimba y Lola, Caramelo o Textil Lonia producen allí, esta última incluso trabaja con empresas del norte portugués – junto a otras gallegas– en el montaje de los establecimientos de Carolina Herrera y Purificación García alrededor del mundo.
En un reciente encuentro promovido por la Agrupación Europea de Cooperación Territorial Galicia-Norte de Portugal para potenciar las sinergias entre empresarios gallegos y portugueses del ramo y que se celebró esta misma semana en Vilanova de Famaliçao, se presentaron los datos de exportaciones textiles desde Portugal a España. Ascendieron en 2014 a 4,6 millones de euros y tenían como principal destino Galicia. «No solo se produce allí porque haya prendas recuperadas, sino porque muchas de las empresas gallegas y españolas ya producían antes en Portugal», explica un empresario del sector.
Segundo factor: el tejido industrial
La confección en tierras lusas está especialmente modernizada, con fábricas de buen tamaño y muy tecnológicas. Este es uno de los factores clave. La producción textil en Galicia vivió un proceso de desmantelamiento de los centros que montaron las propias firmas. Caramelo es un clásico ejemplo de cadena que pasó de producir todo en casa, controlar toda la cadena con sus propios medios, a deslocalizar todo hacia tierras asiáticas.
También ha desaparecido aquella constelación de pequeños talleres que brotó por casi toda la geografía gallega. Aquí las fuentes consultadas se contradicen y algunos empresarios y sindicalistas aseguran que se sigue confeccionando en talleres reducidos, ubicados fundamentalmente en la zona de Ordes y A Coruña. La opinión mayoritaria es que es un modelo en extinción del que como mucho quedan reductos, pues no responde a las necesidades actuales de las empresas.
Los que han crecido, precisamente, son aquellos que lograron adaptarse durante la crisis económica y que ahora viven un repunte en su producción impulsados no solo por marcas gallegas, sino también por firmas españolas e internacionales.
Tercer factor: el estigma
Cointega, el clúster gallego del textil, aporta un dato más: cada vez es más difícil conseguir mano de obra. En Galicia persiste la asociación del trabajo de la confección con la precariedad, inculcado por los talleres semi-clandestinos que brotaron décadas atrás. Aseguran en Cointega que incluso la escuela de Ingeniería Textil de Guimaraes tenía problemas para encontrar alumnos.
«Hace décadas, las marcas tenían una parte del proceso productivo y mandaban el tejido a talleres de proximidad que terminasen las piezas y también se hacía en casas. Eso ha desaparecido, ahora se encarga todo. El productor ya no es un mero subcontratista que espera vender minutos de mano de obra, aporta una parte importante en el proceso de producción e incluso el diseño», explican.
Los matices
Pero hay que tener en cuenta que en Galicia se han dado dos fenómenos paralelos. Han existido empresas, como Florentino, que han desarrollado su producción en Galicia históricamente y que ahora cuenta con uno de las fábricas más importantes de Europa. Y otros, como Do Rego & Novoa, también especializados en moda masculina, que deslocalizan la totalidad de la producción. Los que nunca se han marchado y los que nunca han estado.
El futuro, probablemente, tenderá hacia la producción en fábricas más grandes y más tecnológicas, auguran en Cointega, pero es difícil de prever. La ropa es un producto relativamente fácil de fabricar y muy sencillo de transportar. De ahí que el mercado cambie de manera abrupta y de la sensación de inestabilidad. Sin embargo algunos matizan que es prácticamente «el capitalismo perfecto», va allí donde es más eficiente.