Examen a Stiglitz: »Su ideología le aleja de la realidad europea»
Economistas españoles rechazan que la creación de dos euros, o la salida de Alemania del euro pueda salvar la eurozona, y alertan de que sería ''un desastre para España''
Joseph Stiglitz tiene sus ideas. Como todos. Es un economista apreciado por los progresistas europeos, pero cuando concreta algunas de sus recetas, en Europa, suele recibir un aluvión de críticas. Su apuesta para que el euro se pueda salvar, con la salida de Alemania de la eurozona, o su propuesta de que se puedan constituir dos bloques de países, con un euro fuerte y otro más débil, sólo se pueden analizar desde el punto de vista teórico, según los expertos consultados.
Si se aplicaran, podrían resultar un desastre para el conjunto, y, en particular, para países como España. Stiglitz lo detalla en su libro El Euro, cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa (Taurus, en castellano; Edicions 62, en catalán).
Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Bangor University, abre el fuego. «Su ideología le aleja de la realidad europea, porque ya se están dando los pasos de unión política y fiscal, aunque sean lentos, y porque llevados a la práctica esos planes no funcionarían».
Salidas traumáticas
Lo que defiende Stiglitz, en realidad, no entra en colisión frontal con el acervo de la mayoría de economistas en España. Para consolidar el euro, hay un consenso en que se deberá trabajar para una unión política y fiscal efectiva, con un ministro de Hacienda, y un Banco Central Europeo que ejerza las funciones de la Reserva Federal de Estados Unidos, con una unidad bancaria efectiva. La cuestión es si las poblaciones nacionales aguantarán ese proceso, que será lento.
Stiglitz, en conversación con Economía Digital, sostiene que él no niega los avances que se han ido realizando, pero que la voluntad política no se acaba de demostrar. «Alemania parece de acuerdo con todo ese camino, pero va diciendo, no todavía, no todavía, y, mientras, el desempleo es enorme en muchos países del sur europeo, y el sufrimiento excesivo», asegura.
Indignados del sur y del norte
Josep Oliver admite el problema de fondo, pero «lo que no se puede hacer es pedir que salga Alemania o que se establezcan dos grupos de países, con euros diferentes, porque eso equivale, en realidad, a que Alemania recupere el marco, su gran moneda, y el resto sus divisas nacionales, y eso para España, por ejemplo, sería un desastre».
Oliver añade que lo que sí puede pasar es que Alemania, cuando celebre sus elecciones, a finales del próximo año, tome una decisión, junto a Francia: «no dejar a otros países la entrada en el euro, y exigir a los que ya están en el club una serie de requisitos para reforzar la eurozona, y quien no los pueda seguir, que abandone el proyecto».
La vía razonable, para Oliver, es esperar a ver qué ocurre en Alemania, con Angela Merkel, y en Francia, que también tiene elecciones presidenciales en 2017. «Se trata de sosegar la situación, porque tenemos a indignados del sur y del norte, y en este contexto no se pueden tomar decisiones drásticas».
La virtud particular de Alemania
Stiglitz, sin embargo, cree que el club de la zona euro está muy descompesado en beneficio de unos pocos países, los que han orientado todo su sistema productivo al sector exterior, como Alemania. Y señala, ya en el libro. «La virtud de Alemania es muy particular; por definición no todos los países pueden tener superávit, y todo lo que hace Alemania para conseguir el suyo lleva, en la práctica, a incrementar el déficit de otro país. El país con déficit, a su vez, tiene muchas posibilidades de enfrentarse a una demanda muy pobre y puede que incluso a un desempleo elevado y a una crisis. Si las exportaciones crean puestos de trabajo, las importaciones los destruyen. Poco tiene de virtud aquello que sólo se puede alcanzar obligando a otro a volverse pecador, si las propias acciones originan inevitablemente problemas en algún otro país».
Santiago Carbó señala que las posiciones solidarias de Stiglitz están bien, pero las recetas son contraproducentes para aliviar a los más débiles, que se supone que es el objetivo del economista norteamericano. Carbó, no obstante, señala que «no se ha establecido un equilibrio entre deudores y acreedores, y es cierto que deberían pagar, éstos últimos, mucho más de lo que lo han hecho, porque la factura de la crisis ha sido muy desigual».
Las elites europeas
Ese es el problema de fondo, no el euro, según Oliver. «Las elites europeas no han entendido que la globalización ha perjudicado a los más débiles, no se han preocupado de ello, y de ahí llega la ola de indignados».
Santiago Niño Becerra, catedrático de Estructura Económica en la URL, se pregunta si el resultado no era, en realidad, lo que se pretendía con la puesta en marcha del euro. «Creo que todo se basó en la idea de que lo que se hizo era la vía más rápida para lograr lo que se pretendía, y así era, pero eso no fue lo que se vendió, y desde luego no ha sido lo que hoy vemos que es; porque cuando paró la música y se encendieron las luces, la realidad se impuso y el desencanto ahí está. ¿Tanto cuesta entender que alguien quiera irse?», señala, recordando que no se abordaron cuestiones como los salarios, el desempleo, la renta personal, o el acceso a la sanidad. Sólo «se abrió la barra libre del crédito».
Maria Blanco, profesora en la Universidad CEU San Pablo, revisa las tesis de Stiglitz, desde su visión liberal en su articulo en ED, que finaliza con una carga de ironía sobre el premio Nobel. «Y una pregunta final. ¿Por qué un economista de Indiana, que ha estudiado su doctorado en el MIT de Massachusetts, que ha impartido clases en Yale, Chicago, Stanford, Cambridge, no pone todo su acervo intelectual al servicio de sus héroes y se va a vivir a Argentina o a Grecia, en vez de quedarse en Estados Unidos? Seguro que vivir una temporada en ausencia de mercados le ratifica en sus teorías».