Europa mutará en Japón pese a las anfetaminas de Draghi
Ronda de expertos: "El dulce estancamiento" se enquistará y la liquidez del BCE será inútil si no existen oportunidades claras de inversión
Una dulce decadencia. Europa está inmersa en una «nueva normalidad», como apuntó Larry Summers, en la que el estancamiento es la tónica. Se trata del camino que siguió Japón. Es una mutación hacia el modelo japonés, con un crecimiento muy bajo, con un alto endeudamiento, y con una población envejecida. A todo ello se suma un exceso de oferta, o de capacidad. Es una situación a la que trata de poner remedio el Banco Central Europeo. Su presidente, Mario Draghi, ofece más anfetaminas, más liquidez, según los expertos consultados, que serán «insuficientes» y hasta «nocivas» para poder crecer con vigor.
Mario Draghi, un italiano en Frankfurt, no desea que le acusen de no haber hecho todo lo que tenía en su mano. Las medidas adoptadas por el BCE este jueves se interpretaron como un intento «desesperado» para provocar dos cosas: inflación, y préstamos al tejido económico por parte de las entidades financieras, después de decidir que recibirán dinero al 0% de interés.
Los expertos consultados por Economía Digital tienen claro que Draghi «ha hecho lo que tenía que hacer», pero que ni es suficiente, ni servirá para gran cosa.
Sectores zombies en la economía
El economista Daniel Lacalle lleva meses advirtiendo de que el gran problema en Europa es estructural. «Francia lleva dos décadas estancada, Italia lo mismo, pero, por ahora, no se reconoce, y se toman medidas que pueden llevar a una nueva burbuja, que sólo provocarán que los activos financieros suban. Creo que se trata de una deshonestidad intelectual enorme, porque lo que producirá esa política monetaria es exactamente eso, y se sabe», asegura.
Para Lacalle la reactivación sólo llegará si se aplica una política impositiva más laxa, que incite a todos los agentes económicos al consumo y a la inversión. Este economista, partidario de la doctrina liberal, considera que «los planes de liquidez no es que provoquen inflación, es que son deflacionistas, porque perpetuan el exceso de capacidad existente, se mantiene el endeudamiento, y deja a determinados sectores no productivos como si fueran zombies. No se arregla nada con esas decisiones», sentencia.
Diseñando el nuevo modelo
Pero Draghi no podía hacer otra cosa. Es el responsable de la política monetaria de la zona euro. La otra pata sería la política fiscal, hasta ahora inexistente por parte de la Unión Europea. En eso están de acuerdo los expertos consultados. Y, por ahora, nada se sabe del plan Juncker, de la inversión masiva en infraestructuras, que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quiso poner en marcha en 2015.
El economista Santiago Niño Becerra asume esa decisión de Draghi, pero tiene claro sus efectos. «Creo que no va a servir absolutamente para nada, sólo para ganar tiempo, que es de lo que se trata. Un cáncer no se puede curar con anfetas, pero se gana tiempo para ir diseñando el nuevo modelo, y que la casa no se caiga en ese lapso».
Pero, ¿qué alternativa queda? «Los problemas son la deuda y el exceso de oferta, y creando bits de ordenador, que llamamos dinero, no se va a solucionar eso. Creo que se debería eliminar la deuda, eliminar capacidad productiva, incrementar la productividad para ahorrar recursos, mejorar de forma constante la organización para ganar eficiencia, invertir mucho para alcanzar esa productividad, instaurar una renta básica diferenciada por zonas en función del poder adquisitivo y configurar una moneda de cuenta mundial, coordinando políticas fiscales, y eso, claro, no tiene nada que ver con las anfetaminas», sostiene Niño Becerra, en alusión al riego de liquidez de Draghi.
El «dulce estancamiento de Japón»
Miquel Puig, economista que se ha centrado en los últimos años en la estructura de los mercados laborales, recuerda la reflexión de Larry Summers, asesor de los presidentes Clinton y Obama. Summers se refirió hace ya dos años a la «nueva normalidad», que pasa por un estancamiento crónico, como le ocurre a Japón desde hace más de una década.
La tesis es que el sistema capitalista genera una insuficiente y cada vez menor demanda agregada, desde la década de los 90. Y ello se debe a que las rentabilidades que se esperan por las inversiones están por debajo de los niveles de los tipos de interés. ¿Resultado?: un estancamiento permanente.
Puig considera que la clave es la «evolución demográfica», y que las poblaciones europeas están envejecidas, con un sistema financiero «cargado de deudas». Es el modelo de Japón. «Es una experiencia ya vivida, en Japón, con un endeudamiento gigantesco, con un nulo crecimiento, pero un dulce estancamiento», asegura Puig, que recuerda que el Banco de Japón llegó a duplicar su balance, en 2013, con una expansión de liquidez que ahora sigue Draghi.
El «ahorro» sistemático de los nórdicos
Este economista cree que los países nórdicos, y los centrales de Europa, como Alemania, no cambiarán sus políticas. Que se han acostumbrado a vivir con tasas de ahorro enormes, y que el objetivo, «porque piensan a largo plazo», es reducir todo lo que puedan la deuda pública «para no dejarles a las futuras generaciones, sabiendo que sus economías serán más pequeñas, por el envejecimiento de su población, una deuda excesiva». Para España es un mal asunto, con salidas complicadas.
El economista Juan Ramon Rallo insiste en el tema de fondo. «No es un problema de crédito, es un problema de demanda». Las medidas del BCE «podrían ser nocivas». Su idea es que no se puede forzar a los bancos a que presten, porque lo que existe es «una falta de oportunidades de inversión», y señala que la decisión de incrementar el tipo de interés negativo del BCE, para que no dejen su dinero en los depósitos de Frankfurt, y lo faciliten al tejido económico, «costará unos 5.000 millones al conjunto de la banca». Rallo tiene claro que se debe atender el problema estructural.
Con todo eso, camino Japón, si la Comisión Europea o países como Alemania no reaccionan. Los expertos, por ahora, no ven otra salida.