De la España esperanzada de los ochenta a la resignada de 2013

El salto económico en los últimos decenios ha sido enorme, pero con problemas estructurales similares

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“A la ville de….Barcelone”. Eso ocurrió en 1986, en una España esperanzada tras una transición política muy dura y complicada. El país había entrado ese año en la Comunidad Europea, y se vivía un cierto optimismo. Felipe González obtuvo ese año su segunda mayoría absoluta. El PSOE dominaba la España de los ochenta y trataba de reformar el conjunto de la maltrecha economía española. Las elecciones fueron en junio, y la nominación de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos de 1992 llegaba en octubre.

Entonces el PIB de España alcanzaba los 243.382 millones de euros. Ahora, ese PIB ha llegado al billón de euros. El PIB per capita en 2012, se situó en los 22.700 euros, cuando en 1986 estaba alrededor de los 10.000 euros, llegando a los 11.400 euros en 1991.

El salto, por tanto, entre esas dos fechas es enorme, aunque la sensación sea que España vive una crisis muy aguda. Y la vive, ciertamente. Pero los expertos consultados dejan claro que la España de hoy ha alcanzado un nivel de desarrollo, con infraestructuras de todo tipo, que no obliga al conjunto del país a pensar en grandes acontecimientos como excusa para una nueva fase de modernización.

Pero los problemas estructurales, como el desempleo, siguen vigentes. El porcentaje de paro en 1986 rozó el 20%, y en 1987 se superaban, por primera vez, los tres millones de parados. La relación no ha evolucionado de forma positiva. Si en esos años trabajan unos 11 millones de españoles, con una población total, en 1986, de 38.473.000 personas, ahora trabajan 14 millones de ciudadanos, con una población que supera los 47 millones, y un índice de paro que supera el 25%.

Cuando la deuda no era un problema

Respecto a la deuda pública, la situación es mucho peor, después de los fuertes endeudamientos en los años de la crisis económica, tras 2008. Si en 1986 la deuda pública no llegaba al 50%, ahora, en 2013, se cerrará por encima del 90%. Y, lo que es más importante, el total de la deuda, entre la pública y la privada, la de las empresas y familias, es algo menor al 300% del PIB, según expertos como Ignacio de la Torre, director académico de los Masters en Finanzas del IE Business School, que la calculó para el diario Expansión. Ese enorme porcentaje obliga a un proceso lento, pero constante, de desendeudamiento.

Respecto a la inflación, la cosa ha mejorado. Fue una de las lacras de la transición española, y para reducirla se puso remedio con los Pactos de la Moncloa. En 1986, sin embargo, se situaba en el 8,8%, y se redujo en 1988 al 4,8%. En 2012, la inflación se cerró en el 2,9%.

Todavía en la zona euro

España se encuentra ahora, por tanto, fuertemente endeuda, con una inflación controlada, pero, en gran medida, por una depresión del mercado y una devaluación interna. Y el paro sigue por encima del 25%. Eso sí, las infraestructuras han dado un salto enorme. España es ahora un país situado en el contexto internacional, moderno y –sigue– en la zona euro.

En 1986 el Gobierno socialista estaba inmerso en un plan de reformas económicas. La integración en Europa aceleró el proceso de liberalización, de desregulación y flexibilización de la economía y de fomento de la competencia, con la entrada de muchas empresas extranjeras en España.

La balanza comercial se resintió por esas reformas liberalizadoras, pero mantuvo el superávit, y las inversiones extranjeras seguían llegando. El gasto público se incrementó, pero en paralelo a un aumento de los ingresos, lo que permitió reducir el déficit público.

La huelga de 1988, que se sigue pagando

Comenzó una etapa que acabaría mal para los intereses de los integrantes más liberales del Gobierno de González. Porque los sindicatos reclamarían una parte mayor del pastel, derivando en una huelga general en 1988. A partir de aquel momento, González negoció con los sindicatos un cierto paso atrás en aquellas reformas, que, para muchos expertos, fue perjudicial, y cuyos efectos se siguen pagando ahora.

Ese es el contexto en el que estaba España cuando Juan Antonio Samaranch anunció aquello de “à la ville de… Barcelone”, con diferencias y similitudes a la España actual.

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