Santander contraataca a la fusión de Caixabank y Bankia
El acuerdo con Correos abre a Ana Botín la puerta de 1.500 localidades sin necesidad de contar con oficinas y en un mercado estratégico para Caixabank
Entre banqueros se dan pocas puntadas sin hilo, por lo que no parece casualidad que Ana Botín haya tardado menos de una semana en lanzar el aviso de que no se va a quedar quieta en España. El mayor banco español, que no lo será en España tras la integración de Caixabank y Bankia, ha iniciado el ataque contra el nuevo líder en uno de los territorios estratégicos del banco controlado por Criteria, que preside Isidro Fainé: las pequeñas localidades rurales.
Más allá del mensaje de banca responsable puesto sobre la mesa el Banco Santander, el acuerdo alcanzado con Correos puede ser una primera prueba de fuego para la banca post Covid, en las que las entidades llevan servicios físicos a ciudades y enclaves más pequeños, sin abrir sus propias oficinas. Algunos bancos de menor tamaño, como Liberbank, ha recurrido a agentes para repoblar áreas en las que ya no estaban presentes por el cierre de oficinas.
La red de Correos da mucha capilaridad porque se extiende a lo largo de toda España y no se limita a grandes núcleos urbanos, por lo que el acuerdo podría ampliar las posibilidades de negocio del Santander en nuevas localizaciones. Para la entidad significa ampliar su presencia en 1.500 localidades y fidelizar y mejorar la red de servicios para sus clientes digitales. De manera anecdótica, el arranque del pacto en principio coindice con la fecha en la que Caixabank y Bankia confían haber hecho efectiva su fusión: el primer trimestre de 2021.
Por el momento, la alianza entre el Santander y Correos se circunscribe a la retirada y al ingreso de efectivo para los clientes del banco, pero parece un gancho atractivo para robar clientes a otras entidades y nunca se sabe lo que pueda dar de sí en el futuro, teniendo en cuenta que se espera que el coronavirus mueva población fuera de las grandes ciudades.
Deutsche Bank utilizó la red postal durante 17 años con la marca Bancorreos y, tras romper su acuerdo, Correos ya avanzó a principios del año pasado que estaba abierto a firmar nuevos pactos con otras entidades financieras. El Santander no ha querido perderse la oportunidad.
Este acercamiento seguro que no ha pasado desapercibido a Caixabank, porque el movimiento no solo coincide con un posible cambio de tendencia en los hábitos sociales por la pandemia -que podrían ayudar a recuperar las zonas despobladas gracias al teletrabajo-, sino que ataca parte de la posición privilegiada que el banco con sede en Valencia ha defendido en los últimos años como una de sus insignias.
De hecho, en la reestructuración de red y de empleo contemplada en su plan estratégico en vigor, que presentó a finales de 2018, uno de los objetivos era reforzar y mantener la red rural donde opera como AgroBank. Como ejemplo de este compromiso, Caixabank avanzó que mantendría intacta la cifra de oficinas -unas 1.100-, mientras que su plan inicial era reducir hasta 800 en centros urbanos.
Para Caixabank mantener esta red rural, además de una fuente de negocio, forma parte de sus compromisos para evitar la exclusión financiera, inspirados en la Fundación Bancaria La Caixa, que es el accionista único de Criteria y que también preside Isidro Fainé.
El Santander y el costoso rescate del Popular
El Banco Santander resolvió un gran problema a Europa -y a España- con la compra de Banco Popular en 2017, estrenando el modelo de liquidación de entidades que hasta entonces solo existía de forma teórica en la Unión Europea.
Muchas veces se ha criticado al banco que solo pagó un 1 euro por la entidad, pero para mantener a flote al Popular los accionistas del Santander han invertido mucho dinero: ampliación de capital para recapitalizarlo, compensación a los minoristas por la venta de productos complejos, reestructuración e indemnización a Allianz por la ruptura del acuerdo de distribución de seguros y está por ver si tendrá que asumir responsabilidades heredadas en el juicio contra los equipos directivos del Popular.
Caixabank, por el momento, ampliará capital pero sin pedir recursos al mercado -emitirá acciones que canjeará por las del Bankia– y si se cumple el proyecto presentado el propio capital del nuevo banco pagará el coste de la reestructuración, que valora en unos 2.200 millones.
Bankia, a diferencia del Popular, lleva varios años de limpieza de balance y esta fusión no es un rescate del banco que preside José Ignacio Goirigolzarri, sino una puerta de salida para el gobierno socialista, que tenía muy complicado reducir en mercado la participación del FROB en el banco.
Caixabank, de hecho, entra en Bankia ofreciendo una prima atractiva para el Estado, pero también absorbiendo un banco saneado y con mucha reserva de capital; que ofrecía un importante descuente sobre su valor contable por el fuerte castigo que sufre la banca en bolsa.