Sánchez Galán, el hombre que lo convierte todo en oro
Llevó a Airtel a costar 5 billones de pesetas y ha conseguido que Iberdrola sea la segunda empresa con más valoración de mercado del Ibex
Se hizo ingeniero “por la capacidad de éstos para cambiar las cosas; para proponer a la sociedad nuevas soluciones a las demandas que se plantean”. Nunca pensó que Bolsa fuera su mejor compañera de viaje.
Pero ahí está. Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, la compañía que jurídicamente nació de la fusión entre Iberduero e Hidroeléctrica Española, en 1992, ha llevado a la compañía al segundo escalón de las empresas españolas por capitalización bursátil, sólo por detrás de Inditex.
Está acostumbrado al éxito. Antes de incorporarse a la compañía eléctrica fue el principal ejecutivo de Airtel, la empresa que rompió el monopolio de Telefónica a mediados de los años noventa. Airtel acabó en manos de Vodafone en 2001. Su valoración, entonces, fue de 5 billones de pesetas, alrededor de 30.000 millones de euros. Ahora, ha llevado a Iberdrola por encima de los 71.700 millones de euros.
Reencarnación de Midas
Poco amigo de las apariciones públicas y menos aún de los periodistas, Ignacio Sánchez Galán puede pasar a la reciente historia económica como el hombre que todo lo que gestionaba lo convertía en oro. Una reencarnación de Midas, el Rey de Frigia que, según la mitología griega, recibió de Dioniso el poder de convertir en oro todo cuanto tocaba, hasta el extremo de no poder comer ningún alimento, porque al ponerse en contacto con él se convertía en el preciado metal.
Durante 2019 superó durante 50 días la capitalización bursátil de Iberdrola jornada a jornada. La compañía eléctrica ha cerrado la presenta semana con un valor de mercado de 66.633 millones de euros y a un precio por acción de 10,32 euros. Y eso, a pesar de haber cedido, en la peor semana del Ibex en los últimos diez años, más de 6.000 millones de euros de valor de mercado. El día 20 de febrero marcó su récord en 71.730 millones
Quién lo iba a decir cuando el 21 de mayo de 2001 dejaba sus funciones como primer ejecutivo de Airtel para ser el nuevo consejero delegado de Iberdrola, una de las compañías más tradicionales de la Bolsa española, buque insignia del poder de BBVA y Bilbao Bizkaia Kutxa (BBK). Un año antes, Iberdrola había obtenido un beneficio de 141.820 millones de pesetas (852,4 millones de euros).
Ignacio Sánchez Galán, o Ignacio Galán como prefiere que se refieran a él, llegaba a una empresa presidencialista, ortodoxa y clásica entre las más clásicas, procedente de un sector que iniciaba su andadura y del que los mercados dudaban.
Procedente de Tudor, empresa en la que entró nada más acabar su carrera de Ingeniero Industrial; de Industria de Turbopropulsores (ITP), y de Eurojet, una compañía encargada de equipar el motor del Eurofighter (avión de combate europeo), Galán desembarcó en Airtel en 1995 bajo la presidencia no ejecutiva de Eduardo Serra.
Airtel era la gran esperanza blanca, la empresa que rompía el monopolio de Telefónica. Su accionariado era más difícil de reunir en un consejo de administración que buscar un acuerdo en el Consejo de Seguridad de la ONU. Formaban parte del capital Airtouch, British Telecom, BSCH, Santander, BBK, Kutxa, Cajastur, Caixa Catalunya, Unicaja, Cubierta, Entrecanales, Fenosa, Fecsa y la Corporación Financiera Alba (el brazo inversor de los March).
En 1995, Airtel ganó la segunda licencia de telefonía móvil imponiéndose –casualidades del destino– a otro grupo de empresas en las que estaban Vodafone (no se olviden de este nombre), BBV, La Caixa, Cajamadrid, Bankinter, Prisa, FCC, Endesa, Sevillana, El Corte Inglés e Iberdrola. Casualidades del destino.
Lidiar con accionistas de cuatro o cinco sectores con sólo intereses financieros no tuvo que ser fácil para Sánchez Galán. Pero lo consiguió. Incluso mediar con éxito en las luchas intestinas previas a los consejos de administración. Quizás por eso, porque la batalla entre los accionistas se llevó a cabo con los medios de comunicación como principales protagonistas, a Sánchez Galán le quedaron pocas ganas de mantener una relación cordial con ellos.
Pero al final se salió con la suya: elevar el valor de la compañía al máximo y aprovechar el papel de primera sociedad que le plantaba cara a la todopoderosa Telefónica. Airtel acabó vendiéndose a Vodafone en varias etapas, entre 2001 y 2002, por un valor global de 5 billones de pesetas, unos 30.000 millones de euros de entonces.
Llegó a tener más de 6 millones de clientes. Para que se hagan una idea de la importancia de esa cifra: hoy, sólo tres empresas del Ibex superan ese valor de mercado, Inditex, Iberdrola y Banco Santander. Ni siquiera Telefónica (27.783 millones de euros, casi 20 años después).
Los señalados de Sánchez Galán
De su difícil relación con los periodistas es testigo quien firma estas líneas. Tuve la suerte de adelantar la noticia de su fichaje por Iberdrola cuando aún estaba en Airtel y eso contribuyó a elevar la tensión de sus futuros y escasos encuentros con los medios, que acabaron limitándose (con algunas excepciones) a las juntas de accionistas.
Pero no fueron los periodistas los únicos señalados. Sánchez Galán se ha enfrentado a Juan Villalonga, presidente de Telefónica, de la que confirmó que tenía más cobertura que Airtel, aunque en zonas rurales, pero que poco le importaba “porque las encinas no usan teléfonos móviles”, dijo. Tambien con Rodrigo Rato, el ministro que hizo imposible la fusión de Iberdrola con Endesa, en 2002, imponiendo unas condiciones inaceptables para llevarla a buen puerto.
Con José Luis Rodríguez Zapatero, por su impulso acelerado y sin fondos de la energía solar; con Mariano Rajoy por su errática política energética y el cálculo de precios, y hasta con el Gobierno de Dilma Ruosseff, presidenta de Brasil entre 2011 y 2016, que amenazó con nacionalizar una instalación propiedad de una filial de Iberdrola y recibió como contestación de Sánchez Galán que prefería incendiarla y cobrar el seguro, que pagaría Brasil, y dejar al país sin el servicio a una parte de la población.
Histórico fue su anuncio en la prensa nacional, el de Iberdrola, a toda página, denunciando que las altas tarifas que pagaban los consumidores se debían a las cargas regulatorias, no a la tarifa. Sobre la imagen de una bombilla indicaba que 19 de los 51 euros de una tarifa media de entonces, correspondían a la energía consumida y a las líneas y los otros 32 euros a cargas fiscales, subvenciones territoriales y mediambientales, ayudas sociales…
Dentro de dos o tres años, con 72 o 73, tiene previsto abandonar Iberdrola. Dice que en la compañía hay sucesores preparados. Llegó a la compañía cuando las acciones estaban a 3,6 euros. Ayer cerraron a 10,32, pero han estado a 11,18. El pasado año ganó 3.406 millones de euros, un 13% más que el año anterior, marcando otro récord histórico, con una facturación de 36.438 millones.
Su mayor problema, la deuda, que sigue siendo muy elevada (siempre lo fue): 37.769 millones. Sus principales accionistas, Qatar Investment Authority (8,694%), Blackrock (5,132%) y Norges Bank (3,117%), son los principales valedores de su gestión, que respaldan el 98% de los accionistas.