Noruega emerge como nuevo destino de la deslocalización industrial de Galicia

El país escandinavo capta una inversión millonaria de Alcoa y sirve de espejo a San Cibrao después de arrebatar también carga de trabajo y encargos a la planta de Ferroatlántica en Sabón

Imagen de archivo con una manifestación de la industria electrointensiva, con trabajadores de Alcoa, Ferroatlántica y Celsa / CIG

Imagen de archivo con una manifestación de la industria electrointensiva, con trabajadores de Alcoa, Ferroatlántica y Celsa / CIG

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Paradoja en Noruega. El país número 11 del mundo en el ranking de producción de petróleo en 2021 (1,78 millones de barriles al día) es, a su vez, uno de los que más aprovecha el tirón de las energías renovables para dar alas a su industria en un momento marcado por la escalada de la luz.

Tanto es así que Alcoa anunció esta semana una inversión por valor de 51 millones de dólares para ampliar la capacidad de producción de su factoría de Mosjøen (Noruega). El objetivo de esta inversión pasa por reforzar la capacidad de la planta en 14.000 toneladas métricas anuales, hasta hacer un total de 214.000 a finales del ejercicio 2026.

Se da la circunstancia de que la factoría noruega se alimenta al 100% con energías renovables. Es el modelo que la multinacional estadounidense quiere replicar en San Cibrao de la mano de sus acuerdos con Greenalia, Endesa y Capital Energy una vez vuelva a la actividad en 2024. El propio Raül Blanco, secretario de Estado de Industria, aseguraba hace dos años que este acuerdo alcanzado en Noruega era «perfectamente reproducible en Lugo».

«No creo que construir un parque eólico sea más barato ni más competitivo en Noruega que en Galicia, y no creo que la alúmina en Noruega sea más competitiva que en San Cibrao. Puede haber nuevas iniciativas que den continuidad y viabilidad industrial a San Cibrao, tanto en alúmina como en aluminio primario”, apuntaba el representante del Ejecutivo central.

Vieja polémica por su otra planta en Noruega

La de Mosjøen es una de las dos plantas de Alcoa en Noruega. La otra, la de Lista, fue puesta en la diana por los trabajadores de las antiguas plantas de la multinacional en A Coruña y Avilés. «Nuestra fábrica paga entre 500 y 600 dólares [la aluminera opera en la divisa de EEUU] por tonelada de la misma alúmina que la propia Alcoa le vende a 200 o 300 dólares a la planta de Noruega, por los acuerdos que tienen con ella», llegó a denunciar el por aquel entonces presidente del comité de empresa de la factoría de A Coruña, Juan Carlos López Corbacho.

Los sindicatos también lamentaban por aquel entonces que los precios de la electricidad en Noruega ascendían a algo menos de la mitad que en España, una brecha de la que el país escandinavo ha sacado tajada en los últimos meses.

De Alcoa a Ferroatlántica

Y es que Ferroatlántica, otro representante de la industria electrointensiva en Galicia, reconoció haber desviado a sus factoría de Dunkerque (Francia) y Mo i Rana (Noruega) unos volúmenes de producción que en principio habían sido asignados a Sabón. El propio consejero delegado de la compañía, Marco Levi, aludió a estas decisiones durante las presentaciones de resultados trimestrales ante los inversores.

El primer episodio de este tipo tuvo lugar en último trimestre de su ejercicio fiscal 2021 ante una escalada en el precio de la luz. Posteriormente, la invasión de Ucrania y la subida en materias primas como el gas natural o el petróleo desató un efecto en cadena que llevó a la firma a apagar hornos en plantas como la de Boo (Cantabria). Tras este golpe, a la compañía le tocó enfrentarse a otra crisis en forma de huelga de transporte. Esta obligó a detener la producción de manera temporal ante los problemas de suministro de astilla para calentar sus hornos.

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