Los fondos buitre ajenos al pacto deciden, al final, si se rescata o no a Abengoa
Descontado el apoyo de la agencia pública sueca EKN –principal acreedor corporativo con 642 millones de euros–, serán los bonistas que quedaron fuera de la mesa de negociación y las aseguradoras de estos bonos los que tendrán la última palabra sobre el futuro de la empresa sevillana.
A dos semanas de que se cumpla el plazo para que Abengoa presente en el juzgado el acuerdo de reestructuración financiera que evite su entrada en concurso de acreedores, los avances son evidentes. Pero, no definitivos. Todavía no hay ni un papel firmado que rubrique la letra pequeña del preacuerdo alcanzado entre bancos y bonistas.
Ningún documento se ha llevado todavía al notario porque resulta necesario apuntalar algunos flecos. Los que puedan introducirse tras la reunión con el resto de acreedores, en la que se buscará la adhesión al acuerdo de tenedores de unos 3.400 millones de euros de deuda corporativa, para aglutinar el 75% necesario.
El miércoles, reunión clave en Madrid con todos los acreedores
En principio, no se espera que haya muchos problemas y que los aspectos fundamentales del preacuerdo se mantengan, pero son más de 200 acreedores, cada uno de su padre y de su madre. La mayoría extranjeros y, en muchos casos, llegados en el último momento para especular, como ha sucedido con el incierto comprador de la deuda del Banco Sabadell.
A esa reunión, a celebrar el próximo miércoles por la tarde en Madrid, acudirán los representantes de esos acreedores para escuchar la propuesta que bancos y bonistas, a través de KPMG y Houlihan Lokey, les harán llegar.
Descontado el apoyo de la sueca EKN
Teniendo en cuenta que las entidades representadas por ambas consultoras solo aglutinan el 38% de la deuda corporativa, se necesita lograr un porcentaje similar de adhesiones. Que tendría que salir de los 800 millones de deuda que atesoran las entidades financieras –al margen del ya G-6 tras la salida del Sabadell–, de los 2.500 millones de bonistas no representados por Houlihan, y de los 2.000 millones en manos de los aseguradores de estos bonos.
Echando una ojeada al listado de los acreedores, la mayoría de las adhesiones tienen que llegar de parte de bonistas y aseguradores de los bonos. Por el lado de las entidades financieras, dando por descontado el apoyo que otorgará EKN –agencia pública sueca de apoyo a la exportación que, con 642 millones, es el principal prestamista corporativo de Abengoa–, prácticamente quedarían por adherirse entidades que suman una deuda conjunta inferior a 200 millones.
Bonistas, los últimos en cobrar en caso de quiebra
Tampoco tendría por qué existir problemas con el respaldo de bonistas y las aseguradoras de estos bonos, cuyos movimientos en los cuatro últimos meses han sido constantes con ventas por doquier a fondos buitre, sobre todo desde que a finales de noviembre la empresa se acogiera al preconcurso de acreedores. No obstante, todo juega a favor de que se unan al pacto, ya que serían los últimos en cobrar caso de que Abengoa fuera a concurso de acreedores.
Las once emisiones de deuda, emitidas por Abengoa, Abengoa Finance y Abengoa Greenfield, suman un nominal de unos 4.300 millones de euros. Son siete emisiones en euros, por un importe de 2.840 millones, y cuatro en dólares, por casi 1.700 millones de dólares (unos 1.550 millones de euros). Tienen un vencimiento promedio de tres años y un cupón superior al 7%.
En busca de 2.800 millones de bonistas dispares
A partir de aquí, lo único cierto es que, por parte de los bonistas, existe respaldo al plan por las entidades representadas por Houlihan Lokey (BlackRock, Invesco, D.E. Shaw, Värde, Centerbridge y Elliott), tenedoras de unos 1.500 de los 4.300 millones de bonos.
De quién es titular de los 2.800 millones de bonos restantes no se sabe a ciencia cierta, debido a las numerosas ventas que se han producido. Sí se sabe que el valor de estos bonos es residual tras los impagos sucesivos de cupones que Abengoa viene sumando.
Cotización plana de los bonos: 15 céntimos por euro de nominal
Desde el pasado mes de diciembre, estos bonos –tanto los que vencen a corto plazo como los que lo hacen a partir de 2020– cotizan planos, en 15 céntimos por euro de nominal, debido a las cláusulas de default existentes, que determinan que, si no se paga un cupón de un determinado bono, el resto de los bonos deben situarse en el mismo rango de precio.
Al margen de los créditos y de los bonos, la tercera pata de la deuda corporativa serían los seguros contra el impago de la deuda, los conocidos CDS, cuyos incrementos han sido desmedidos a medida que los impagos se iban produciendo, y cuyo importe asciende a unos 2.000 millones de euros.
Pasó de pagarse por ellos 250 puntos básicos en noviembre de 2014 a 73.000 a principios de diciembre, tras la entrada en preconcurso y un riesgo de impago de casi el 100%. En números, esta brutal cobertura significa que el comprador de este seguro debe pagar más de 9 millones de euros por cada 10 de nominal asegurados como pago inicial, más 6.000 euros cada tres meses hasta que el contrato venciese un año después o hasta que la compañía quebrase.