Los fondos asaltan la Galicia industrial
Tras irrumpir en el sector inmobiliario, los problemas de deuda de empresas como Ferroatlántica o Cupa abren la puerta de la industria gallega a los fondos
Los fondos de inversión se abren paso en una de las últimas áreas que les quedaba por conquistar en Galicia, la de la industria. Está siendo una irrupción a voces, propiciada por las crisis de distinto tipo que han atravesado empresas muy asentadas en el territorio y que tienen su rostro más visible en los procesos de venta en los que están inmersas Alcoa, Ferroatlántica o Poligal.
El previsible traspaso de la empresa de Grupo Villar Mir y de las plantas de la multinacional norteamericana a TPG y a Parter daría continuidad a la fuerte presencia que ya tienen los fondos de inversión en el sector inmobiliario gallego, donde Blackstone es el principal operador tras hacerse con el ladrillo del Popular y comparte tablero de juego con Cerberus o Apollo, entre otros.
De Bioetanol Galicia a Coasa
Las oportunidades de inversión en el ladrillo tras la crisis económica se suman a un creciente interés en sectores como el alimentario, la automoción o el textil, donde también han aterrizado los fondos o, al menos, lo han intentado. La traducción de este fenómeno en la industria tiene nombres propios. Bioetanol Galicia, Trison, Coasa, la auxiliar de automoción Matrigalsa o Cupa ya están en manos de fondos de inversión.
Bioetanol Galicia, la planta de Teixeiro, cayó en manos del fondo de capital riesgo Trilantic Europe dentro del plan de desinversiones puesto en marcha por la quebrada Abengoa. El grupo traspasó las instalaciones gallegas, que habían iniciado su actividad en 2002, junto a otras tres plantas de bioetanol por 140 millones. El centro de Curtis era el segundo mayor de España de este tipo y había llegado a situarse como quinto del mundo por producción.
Trison, proveedor tecnológico de Inditex especializado en sistemas audiovisuales, es una de las apuestas del fondo Portobello en Galicia. La firma coruñesa supera los 50 millones de facturación y tiene una clara vocación exportadora, logrando en el exterior el 85% de sus venteas. La operación se cerró en 2016 y no fue la única que hizo Portobello en Galicia. El fondo que fundó José Luis Ramírez también se hizo con la cadena de gimnasios Sidecu y con Iberconsa. La competidora de Pescanova está ahora en manos de otro fondo, Platinum Capital, que pagó en torno a 500 millones para hacerse con la empresa, cargándola con una deuda de 385 millones para poder financiar la operación.
Coasa, la auxiliar de aeronáutica ourensana, también está en manos de fondos de inversión. Su propietaria, Aernnova, cambió de manos en 2018, en pleno proceso de expansión, por la entrada de PI Europe 1 Sarl, Everest Holdings BV y ANV Co-Invest LP en su accionariado. Los tres fondos controlan el 60% del grupo.
La pizarrera gallega Cupa tiene como propietario al fondo estadounidense Carlyle, firma que gestiona 178.000 millones de dólares en activos y cuenta con más de 160 vehículos de inversión. La compañía ourensana cambió de manos por unos 170 millones principalmente porque arrastraba un problema de deuda, aunque siempre fue rentable en sus operaciones. Como en tantos otros casos, un fondo estaba jugando el papel que no hace mucho tiempo protagonizaba la banca.
La entrada de capital foráneo en empresas gallegas (Garavilla, Geriatros, Audasa, R, Paquito SL, Gándara Censa), sobre todo tras la crisis económica, no deja de ser llamativa para un territorio que ha tendido tradicionalmente dificultades para atraer inversión extranjera. Las operaciones para adquirir empresas en dificultades, en ocasiones con prácticas no del todo beneficiosas para las mismas, están sirviendo para evitar que se agrave la erosión en la industria, que si ha mostrado fortaleza en el naval o la automoción, ha sufrido parones en casi todo el abanico de electrointensivas, vive con incertidumbre el futuro de Ence y afronta el cierre de Meirama y, si ningún inversor lo remedia, de Poligal.