Lactalis: la salmonela acaba con el imperio silencioso de los Besnier
El mayor grupo lácteo de Europa aparca la guerra con los ganaderos para afrontar su mayor crisis desde que Emmanuel Besnier asumió la presidencia
Cuando Amancio Ortega aceptó a regañadientes que lo fotografiasen para la salida de Inditex a bolsa, Emmanuel Besnier debió pensar que aquella discreción era la mejor forma de llevar un negocio pujante. Al líder de Lactalis, el mayor grupo lácteo europeo, el jefe del sector en Galicia, primera región productora de España, no lo conocen ni en sus fábricas.
Los medios franceses se arreglaron con una imagen suya sacada en Zagreb en 2007, en el Ministerio de Agricultura croata, para cubrir la evolución de una compañía que factura más de 17.000 millones de euros al año. Libération explicaba que un trabajador del grupo colgó carteles en Laval con motivo del casamiento de Besnier. ‘Felicidades, presidente’, decían. El jefe de Lactalis no tardó nada en ordenar que se retirasen todos.
Un voto de silencio roto
No es de extrañar que cuando el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, citó a la octava fortuna de Francia, con un patrimonio estimado por Forbes en 16.100 millones de dólares, entrase por la puerta de atrás, ocultando sus 1,90 metros de altura de los fotógrafos.
Fue después de esa reunión cuando Besnier habló por primera vez con la prensa –con Le Journal du Dimanche–, desde que en el año 2.000 se hizo cargo de la compañía por la repentina muerte de su padre Michel Besnier. Dijo que Lactalis era “responsable, que no culpable” de los contagios por salmonela de más de una treintena de bebés y que colaborarían hasta el final con la investigación. La salmonela había roto 17 años de silencio.
Tres hermanos en la propiedad, uno en el timón
El heredero del gigante estudió en colegios católicos, se fue a Estados Unidos a aprender economía y dirección de empresas, en España se formó en logística y, en su camino hacia la sucesión, un ataque al corazón se cobró la vida de su padre. Michel había expandido a base de comprar otras empresas el negocio que forjó el abuelo de Emmanuel, André, un comerciante de quesos.
Dos generaciones después, la lechería que fundó en Laval (Mayenne), entre Renes y Le Mans, superó a Nestlé y se convirtió en uno de los mayores operadores globales. Emmanuel siguió la misma fórmula que su padre, adquiriendo empresas como Puleva, Parmalat, Forlasa o, más recientemente, el negocio de Danone en Estados Unidos.
La participación mayoritaria de Lactalis está en manos de los tres hermanos, Jean Michel, Marie y Emmanuel, pero este último es el que está al mando de la empresa. Las marcas son innumerables. Las ha consumido usted si ha comprado quesos de El Ventero o Président, leche Ram o Puleva, yogures La Lechera o Sveltesse.
La misma batalla en Francia que en España
Lactalis ha sido acusada en reiteradas ocasiones de falta de transparencia. Le Monde o Libération le achacan una estructura opaca, distribuida en centenares de filiales por todo el mundo tras el proceso de expansión que emprendió Michel Besnier, empresario de vida pública más activa que la de su hijo, al que no se le conoce más afición que la de esquiar. En España, la compañía opera a través del grupo Lactalis Iberia, del que cuelgan el resto de subsidiarias que fue adquiriendo a golpe de talonario. El grupo ibérico manejaba un patrimonio de 65 millones a cierre de 2016 y controlaba más de 700 millones en activos.
La central de compras tiene domicilio en Vilalba (Lugo), Lactalis Compras y Suministros, y factura más de 400 millones al año. Es la sociedad clave para entender la conflictiva relación de la compañía con los ganaderos, pues se encarga de aprovisionar a los centros productivos. Durante la crisis del sector lácteo, los sindicatos agrarios organizaron un boicot a Lactalis en protesta por los bajos precios que pagaba por la leche en origen.
Al año siguiente, en 2016, el grupo afrontó la misma crisis en Francia. Fue entonces cuando Besnier se ganó su fama de duro, incluso de tirano con las granjas, según lo denominó algún medio francés. «Es solo en Francia que el sindicalismo agrícola rechaza la realidad del mercado y ataca a una empresa en particular, con un discurso irresponsable», decía entonces Lactalis para justificar los bajos precios. No era cierto, en Galicia había pasado lo mismo.
Los ganaderos gallegos colocaron en los lineales de los supermercados carteles instando a los clientes a no comparar marcas de Lactalis
Muchos frentes abiertos
Fue después de la crisis que causó el desplome de los precios de la leche coincidiendo con el fin de las cuotas lácteas y tras el código de buenas prácticas impulsado por el Ministerio de Agricultura cuando Lactalis incorporó a un nuevo consejero delegado en España, el asturiano Aurelio Antuña, quien ya era director general de Lactalis Forlasa y supervisor de los negocios de la compañía en Rumanía y Hungría.
Antuña aterrizó con muchos frentes abiertos. El sindicato Unións Agrarias denunció a la empresa por sus contratos de recogida de leche, alegando que eran impuestos y no negociados, que el precio base de indexación que utiliza Lactalis provocará un nuevo derrumbe de los precios en la cadena. Podría, pues su peso en el mercado es enorme. El grupo tiene más cuentas pendientes en los tribunales, donde intenta zafarse de una multa millonaria de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia por acordar precios y estrategias comerciales, así como por repartirse el mercado de la leche en origen, práctica que habria favorecido los precios a la baja a las granjas.
Pese a todo, Lactalis ha ido salvando las protestas durante el último año aprovechándose de un mercado más estable. El último episodio de tensión, la semana pasada, lo zanjó asegurando a los productores franceses que los casos de salmonela y la retirada de producto no afectarían a los compromisos de recogida de este año. Tampoco al precio comprometido. Besnier no quiere más frentes abiertos. Sabe que la crisis de la compañía, la importante, está en la leche contaminada que puso bajo los focos a un grupo acostumbrado a vivir lejos de los escenarios. Ahora el Gobierno de Macron le pide «más transparencia» en la gestión de la alerta sanitaria, en palabras del ministro de Economía, y los medios franceses reclaman explicaciones. A Besnier le gusta tan poco la situación que hasta tuvo que hablar.