Javier Monzón se lleva 16 millones por dejar Indra 22 años después
Lo que no logró Aznar en sus dos mandatos, lo consigue ahora Rajoy gracias a la entrada de Telefónica en la empresa tecnológica participada por el Estado
Todo un récord, el de Javier Monzón como único presidente de Indra en los 22 años de existencia de la empresa tecnológica, se acaba de romper. La operación que se llevaba planeando desde hace tiempo por parte del Estado se acaba de cerrar.
Y lo hace con el nombramiento de Fernando Abril-Martorell como nuevo presidente en sustitución de Monzón, que no obstante se queda como presidente de honor y percibiendo una indemnización de más de 16 millones de euros.
Telefónica, hasta el 6%
Llega Abril-Martorell a Indra después de que Telefónica haya declarado que posee un 3,16% del capital de la empresa tecnológica y opciones para hacerse con un 3% adicional.
De esta manera, el Gobierno logra el apoyo definitivo que le hacía falta para sustituir a Monzón, ya que el 20% que el Estado acumulaba desde el verano de 2013, cuando la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (Sepi) se quedó con la participación de Bankia en Indra, resultaba insuficiente para dar el tan deseado golpe de mano.
Apoyos de Monzón
Se pone así fin a más de dos décadas en las que Monzón contra viento y marea, y gracias a los buenos alcances con los gobiernos socialistas y el apoyo indisimulado que puntualmente le brindó el rey Juan Carlos, consiguió mantenerse en un cargo para el que el economista, que había empezado a hacer carrera en Caja Madrid previamente a hacerlo en Telefónica –las cosas del destino, que ahora ha provocado su salida–, fue llamado por Felipe González en 1993 para presidir la nueva compañía. Y hasta ahora.
La jugada le ha salido bien al PP. Sin embargo, no tuvo tanta suerte cuando en 1996, con José María Aznar en la Moncloa, el entonces ministro de Industria, Josep Piqué, forzó su salida con un resultado que, a la vista está, no fue el esperado.
Plan del Gobierno
Con Monzón fuera, el Gobierno podrá poner en marcha sin cortapisa alguna el plan tendente a triplicar el beneficio por acción y multiplicar por 2,5 veces la capitalización bursátil.
Un plan que pasaría por reconducir algunas inversiones, como las realizadas en Brasil, que están detrás de que la deuda se haya cuadruplicado desde 2008, hasta superar los 600 millones de euros.