Ferroatlántica, con planta en Venezuela, alienta la caída de Maduro
La compañía ve un “halo de esperanza” para su factoría de Puerto Ordaz, que lleva meses funcionando a medio gas por la delicada situación del país
Empresas gallegas contienen la respiración ante los acontecimientos de los últimos días en Venezuela. Lo que ocurra en las próximas horas determinará buena parte del rumbo que les espera en el quinto mayor país de Sudamérica. Pese a la incertidumbre que todavía rodea al proceso, compañías como Ferroatlántica celebran el nuevo escenario político que se abriría tras la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente del país en detrimento de Nicolás Maduro. “Es pronto para saber cómo se resolverá todo, pero se abre un halo de esperanza”, aseguran desde la compañía.
La compañía, propiedad del Grupo Villar Mir, vigila de cerca los últimos acontecimientos en el país ante la expectativa de que den aire a su principal apuesta en Sudamérica. Se trata de la planta de Puerto Ordaz, situada en el sureste del país. La delicada situación económica del país, inmerso en una espiral de inflación y con un bolívar que ya vale un 96% menos que en agosto, obligó a la compañía a apagar “varios” de los seis hornos de la planta.
Adquirida en el año 1998, la compañía cuenta en las instalaciones de Puerto Ordaz con tres hornos para la producción de ferroaleaciones, dos hornos para producir pasta de electrodo y antracita calcinada y otro para producir aleaciones de manganeso.
La planta venezolana suma un horno más que la del complejo de Cee y Dumbría. Este último cuenta con un total de cinco, de los cuales solo se mantendrán operativos tres hasta el próximo mes de junio. La amenaza de un recorte a la producción (y en la plantilla) se ha expandido recientemente a los trabajadores de Sabón. Su comité de empresa dio por hecho el mes pasado que la compañía parará dos de sus tres hornos a lo largo de este año y alertó de que esta decisión vino acompañada de un ERE en la última ocasión.
Abanca y el textil, a la expectativa
Ferroatlántica no es la única empresa expectante por la situación en Venezuela. Pese a que las compañías gallegas llevan siete años sin concretar ninguna inversión en el país sudamericano, los flujos de inversión si se dieron en la otra dirección. El ejemplo más paradigmático es Juan Carlos Escotet, el dueño de Banesco, que en 2013 compró Novagalicia para convertirla en Abanca. Ya como presidente de la entidad heredera de las antiguas cajas gallegas, Escotet vio cómo el Gobierno de Nicolás Maduro intervenía Banesco y arrestaba a 11 directivos el pasado mes de mayo al acusarlos de encubrir ataques contra la divisa. Tras decretar dos prórrogas, la entidad seguirá en un principio intervenida por el Gobierno de Maduro hasta el próximo mes de marzo. Abanca prefirió guardar silencio respecto a la situación de Venezuela.
Por el país latinoamericano se despliegan una veintena de establecimientos de cadenas textiles con sede en Galicia. La mayor parte se corresponden a tiendas del grupo Inditex. Suma un total de 13 tiendas en suelo venezolano, de las cuales seis se corresponden a Zara, cinco a Bershka y dos a Pull&Bear, aunque no gestiona ninguna de ellas. Todas son operadas por franquiciados desde que el grupo fundado por Amancio Ortega decidiese en 2007 vender los 21 establecimientos que gestionaba por aquel entonces en el país a la firma Phoenix World Trade. Adolfo Domínguez, por su parte, suma un total de tres establecimientos, mientras que Textil Lonia eleva a cinco el número de tiendas en el país. Una lo hace bajo el paraguas de Purificación García y las cuatro restantes bajo el de Carolina Herrera (la célebre diseñadora nació en Caracas).
Los petroleros que cruzan el Atlántico
Venezuela, el país que alberga las mayores reservas de petróleo del mundo, compra fundamentalmente en Galicia productos petrolíferos. Según los datos del Ministerio de Industria, de los 27,96 millones de euros en compras procedentes de territorio gallego, 20,26 millones, tres cuartas partes, correspondían a derivados del petróleo, presumiblemente procedentes de la refinería de Repsol. La compañía tiene varios activos de crudo y gas en fase de desarrollo y producción en Venezuela, pero tampoco quiso pronunciarse sobre la situación política del país.