Estados Unidos usa tabletas y consolas en sus guerras para la colonización cultural
Brett Bruen, ex jefe de gabinete de Obama, creó centros de entretenimiento digital en las poblaciones en conflicto para evitar el avance del Estado Islámico
Antes de que se cansara de la política, Brett Bruen estudiaba cómo mejorar la imagen del gobierno y de los Estados Unidos en las embajadas en las que estuvo enviado como agregado cultural. Con pocos recursos, exprimió la inventiva para intentar frenar la propaganda de los movimientos desestabilizadores y hostiles al gobierno estadounidense.
En Madagascar había creado programas culturales y de emprendimiento y en la República Centroafricana, envuelta en una cruenta guerra entre musulmanes y cristianos, tuvo una idea para evitar el avance de los radicales en la población civil.
Opciones inservibles
Las soluciones aplicadas por la Casa Blanca en los conflictos bélicos (intervención militar o inyección de dinero) no servían en esta confrontación en la que la población civil era blanco para que los radicales fanatizaran a jóvenes, especialmente los pertenecientes a núcleos pobres y desocupados.
Entonces, Bruen ideó los centros móviles de tecnología. Instaló contenedores en los pueblos donde se efectuaban los combates y donde se captaban milicianos. Los contenedores iban equipados con material tecnológico: ordenadores, iPads, consolas y televisiones con programas y productos estadounidenses.
Era una buena manera para que la población civil tuviese un acercamiento amable a la cultura estadounidense. El experimento dio resultado. Los contenedores se llenaron de jóvenes que pasaban sus tardes frente al ordenador consumiendo productos estadounidense, su cultura y su forma de vida. Y la tensión se redujo.
La cultura como instrumento de guerra
La Casa Blanca vio en Bruen un diplomático creativo y en su invento, una nueva forma efectiva para contrarrestar la propaganda del Estado Islámico que se expande sin control por Oriente Medio.
«Intentamos buscar un espacio donde los niños y los jóvenes pudieran reducir el conflicto con la tecnología, los juegos y las películas y, de esta forma, conocer nuestra cultura», ha explicado Brunen a este medio.
A su paso por Irak, pensó en que las unidades estadounidenses tenían que ganarse la confianza de la población Civil y se le ocurrió que una buena manera era colaborar con las universidades. En Tikrit, la población natal de Sadam Hussein y sus principales colaboradores, preguntó a las autoridades de la Universidad de Tikrit qué tipo de ayuda necesitaban de los estadounidenses.
«Nos encontramos con mucho recelo. Pero yo les convencí de que estábamos allí para ayudarlos y que estábamos dispuestos a darles las herramientas que necesitasen para levantar la universidad. Me pidieron cursos de inglés y les dije que tenía a 18.000 soldados que les podían enseñar. Aunque al principio no querían, comenzaron a hablar, intercambiar estudiantes de 18 años que hablaban de cosas en común con otros chavales de 18 años», explica el exjefe de crisis de la Casa Blanca.
Pese a haber estado muy bien considerado por el máximo órgano de gobierno de Estados Unidos, Bruen analiza con ojo crítico la intervención estadounidense en Irak. Estuvo siempre en contra de la invasión, pero también de la retirada precipitada del Ejército tras la victoria del presidente Barack Obama. Está convencido de que no hubo tiempo para fortalecer la paz.
Asesor de start-ups
Ahora se dedica a asesorar a emprendedores y a promover la creación de nuevas formas de empresa. De hecho, está de visita en Mallorca haciendo lo que más le gusta: asesorar a empresas. Así lo ha hecho estos días en el programa Menorca Millennials, una iniciativa para desacelera start-ups, es decir, para hacerlas meditar sobre sus estrategias.