Costa Miño, la urbanización fantasma de Fadesa, ya no asusta
El Covid ha revitalizado las ventas de chalets y parcelas de la urbanización que, durante años, fue uno de los máximos exponentes de los 'esqueletos' que dejó la crisis del ladrillo de 2008
Si en la memoria colectiva reciente de Galicia hay una urbanización fantasma esa es la de Costa Miño, impulsada en su día por la inmobiliaria Fadesa en el concello coruñés. No obstante, la realidad actual ha variado y, tras el Covid, la instalación se ha revalorizado, dejando atrás la imagen de esqueleto de la crisis del ladrillo que afectó a España hace una década.
Según un reportaje de la agencia Efe, todavía quedan “esqueletos” de chalets que esperan a ser acabados, pero el enclave dista ya mucho de ser un fantasma. De eso, aseguran, solo queda hoy en día los adornos de la festividad del Samaín.
Ejemplo de la crisis del ladrillo
Cada vez son más los vecinos que residen esta urbanización, que suma más de 1.200 viviendas y que fue impulsada en el año 2002 por Fadesa, la constructora que Manuel Jove vendió al empresario Fernando Martín y que protagonizó, en su momento, el mayor concurso de acreedores de la historia empresarial española (superado ahora por Abengoa). La urbanización nació como concepto de inmueble vacacional y, durante años, hubo cientos de inmuebles vacíos, difíciles de colocar en el mercado inmobiliario.
Según apunta Efe, los vecinos recuerdan que durante años, cuando se hablaba de los ejemplos vivos de la crisis del ladrillo de 2008, en los medios se recordaba, ineludiblemente, el aeropuerto de Castellón y la urbanización de Miño. En esos años, un programa de radio nacional conectaba con varios puntos de España que fueron reflejo del boom inmobiliario y una locutora llegaba a asegurar que “no se iría a vivir a la urbanización” ni aunque le «regalasen la vivienda».
Renacer tras el Covid
La fotografía ha cambia mucho. El renacer de la urbanización Costa Miño, tal y como en su momento adelantó Economía Digital Galicia, comenzó el año del Covid. A finales de 2020, la inmobiliaria de Miño Poisa y Valiño indicaba a este medio que se estaba notando un renovado interés de parejas jóvenes, entre los 30 y los 45 años. El perfil del comprador cambió. Tras el Covid, Costa Miño ha dejado de ser una urbanización ideada para las vacaciones, para pasar a ser un enclave de primeras residencias. Ya entonces se cifraba en un 70% el grado de ocupación de las viviendas de la urbanización.
La última promoción que estuvo a la venta, con diez chalets de precios que oscilaban entre los 140.000 y 150.000 euros, impuestos a un lado, se vendieron en cuestión de días. En la actualidad, se venden con facilidad tanto las casas ya terminadas como las parcelas, que llevaban años en el dique seco. Ahora misma, muchas ya están señalizadas, a la espera de que el Ayuntamiento de Miño logre atender las numerosas solicitudes de licencia de construcción que ha recibido y que le ha llevado a reforzar esa área.
Conflicto judicial
El municipio ha recibido un soplo de aire fresco a su economía con los acuerdos para refinanciar la deuda que acumuló por esta urbanización y los justiprecios (el jurado provincial de expropiación había fijado 6,32 euros por metro cuadrado y en gran parte de los casos el valor quedó fijado finalmente en 25,90). Como responsable subsidiario, el Ayuntamiento, que había ejercido de órgano expropiante, tuvo que asumir la deuda con los propietarios.
Después de 18 años de conflicto judicial, este mismo año los dueños de los terrenos en los que se construyó la urbanización (1,5 millones de metros cuadrados) aceptaron renunciar al recargo sobre los intereses, que habrían supuesto al Concello desembolsar 300.000 euros más al año.
En marzo de 2020, el Ministerio de Hacienda le concedió un préstamo de 6,9 millones de euros que permitió pagar los intereses de demora, crédito que se sumó a otros dos anteriores por importe de 15 millones para abonar la deuda principal.
Recientemente, el propio Ayuntamiento compró una de las manzanas de ‘esqueletos’ que todavía está por concluir para desarrollar su promoción.