Así es el lado oscuro de los fondos de inversión en Galicia
Sobreendeudar a las empresas que compran para financiar la operación o fijar bonus a los directivos ligados a su posterior venta son prácticas habituales
Los fondos de inversión campan a su anchas entre las empresas con actividad en Galicia, estén inmersas en problemas, caso de Alcoa en A Coruña y Ferroatlántica en Cee y Dumbría, o representen oasis de rentabilidad, como sucede con Audasa o Cupa. En dos semanas, las plantas de ferroaleaciones de Villar Mir pasan a manos del fondo norteamericano TPG (Texas Pacific Group) por unos 170 millones y la fábrica coruñesa de Alcoa tiene como firme candidato a otro fondo, en este caso Parter Capital, con base en Suiza. ¿Cómo operan los fondos?
Las estrecheces financieras han provocado que los fondos se conviertan en una recurrente palanca de capital en los últimos años. Las operaciones se han multiplicado al margen de Alcoa o Ferroatlántica. Audasa, la concesionaria de la Autopista del Atlántico, ha pasado de manos de un fondo de inversión a otro (de Citi a Globalvía, en guerra con Corsair), al igual que compañías como la viguesa Iberconsa (de Portobello a Platinum).
Un poder que se multiplica
La pizarrera Cupa ha caído en manos de otro fondo (Carlyle), al igual que algunos grandes proveedores de Inditex, como Trisón, también controlada por Portobello. La operadora de cable R hizo el camino contrario, pasando de CVC Capital Partners a la vasca Eusktaltel, ahora controlada por otro fondo, Zegona, que ha desbancado a Kutxabank como primer accionista.
El lado oscuro de los fondos de inversión pasa, en algunos casos, por sobreendeudar a las empresas que compran para financiar la propia operación o fijar «bonus» extras a los directivos, denominados en el argot «ratchet», ligados exclusivamente a su posterior venta con el fin de obtener las mayores plusvalías.
Los ‘ratchet’ para buscar comprador
El tiempo de permanencia de un fondo en el accionariado de una empresa se sitúa, de media, entre los cuatro y seis años. De acuerdo con un análisis de El Progreso, por su propia naturaleza, la vocación de un inversor financiero (eso es un fondo) cuando toma una participación en una empresa es la de desinvertir. Y hacerlo en el menor plazo posible obteniendo la máxima rentabilidad vía plusvalías.
Los directivos, en este caso, suelen estar «motivados» para maximizar el valor de la empresa, y es habitual que reciban compensaciones extra asociadas a su venta cuando se materializa. Es lo que se denomina un ratchet, anglicismo que difiere de los habituales bonus, que son complementos salariales asociados a objetivos como la obtención de más ingresos o beneficios. Un ratchet millonario fue lo que recibieron los directivos de R cuando pasó de CVC a Euskaltel.
Comprar la deuda de Isidro de la Cal
En Galicia hay casos de fondos con hábitos depredadores. Por ejemplo, las negociaciones que estableció Sherpa Capital con la banca acreedora de Isidro de la Cal, con una deuda de cerca de 27 millones de euros.
Sherpa negoció con los bancos con una hoja de ruta muy definida: la compra de la deuda de la compañía con base en A Coruña, para así convertirse en su único acreedor y hacerse con su control accionarial ejecutando eventuales vencimientos impagados y capitalizando esa deuda.
Iberconsa repagará su adquisición
Otro caso reciente es el de Iberconsa. El diario Expansión revela que la financiación final con la que Platinum, su nuevo dueño, pagará la compra, valorada en unos 500 millones de euros, es un préstamo sindicado y una línea de crédito que suman 385 millones y que están a nombre de la sociedad matriz de la propia Iberconsa. Dicho de otro modo, será la compañía pesquera gallega, rival de Pescanova, la que repagará los fondos con los recursos que genere.
Banco Santander y Bank of America han sido las entidades contratadas para gestionar el préstamo y conseguir que los inversores, también fondos, finalmente apuesten por Iberconsa, que pagará un interés del 7% anual por su préstamo pese a que los tipos están en mínimos históricos.