El coste de la insensatez de Puigdemont y Junqueras

Sólo unas mentes irresponsables podrían pensar que pudiera salir impune una independencia exprés, decidida de un día para otro en un pleno irregular

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Sólo desde la más completa insensatez alguien podría imaginar que una decisión unilateral, traumática, de ruptura con España no acabara en una situación como la vivida este miércoles, o estos días, en Cataluña. Sólo unas mentes irresponsables podrían pensar que pudiera salir impune una independencia exprés, decidida de un día para otro en un irregular pleno de un parlamento autonómico.

Y, sin embargo, ése ha sido el mensaje repetido machaconamente desde las cúpulas soberanistas. Esos dirigentes, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, deberán ahora explicar qué ha fallado en su maravilloso plan y cuáles son los costes que semejante error de cálculo tendrá para la sociedad catalana a la que dicen representar, porque parece obvio a estas alturas que no habrá referéndum el 1-O.

La historia les juzgará. Tal vez incluso algunos tribunales y la propia sociedad. Ante ella deberán responder de por qué no va a realizarse esa consulta cuando hasta hace nada aún insistían en que habría referéndum con urnas y censo y todas las garantías con que se han venido celebrando elecciones en Cataluña desde la recuperación de la democracia. «Como siempre», decían.

La historia juzgará a Junqueras y Puigdemont. Tal vez incluso algunos tribunales y la propia sociedad

Deberán explicar en qué derecho internacional se basaban y con qué apoyos contaban en el mundo, más allá de coyunturales aliados excéntricos como el ultraderechista Viktor Orban, cuando así lo venían afirmando entrevista tras entrevista.

Recuento provisional de daños

Pero sobre todo, deberán explicar ante la opinión pública qué beneficios ha sacado Cataluña de esta aventura desatinada, porque un recuento provisional de daños muestra un autogobierno con instituciones malheridas y una sociedad fracturada. Dramático balance para los que prometían el cielo y la tierra hasta hace unos pocos días.

Tiempo habrá de ahondar en cómo salir de este peliagudo embrollo. Lo urgente ahora con el coste que ello suponga es restablecer el orden constitucional, porque al margen de ese acuerdo ninguna sociedad moderna y democrática puede sobrevivir.

A corto plazo, habrá que buscar una alternativa institucionalista que seguramente deberá incluir nacionalistas y no nacionalistas. A largo, habrá que construir, recomponer, una arquitectura en la que todos se sientan cómodos e ilusionados de participar.

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