Los billetes de 500 euros delatan que en España aún cabía más dinero negro
El peso de los 'binladen' en la masa monetaria no ha dejado de crecer desde 2007, cuando el país acaparaba uno de cada cuatro de estos billetes en Europa
Mostrar en público un billete de 500 euros es desde hace tiempo motivo de sospecha. Una intuición confirmada cuando éstos se trasladan en fajos dentro de bolsas de basura, como cuentan que ocurría en Marbella en tiempos del caso Malaya, en plena vorágine inmobiliaria.
Pero en España, al contrario de lo que muchos predijeron, el estallido de la burbuja no marcó el inicio del fin de los binladen –así son conocidos popularmente, por lo invisibles que resultan para la mayoría de la población–.
Más de 32.000 millones de euros fluyen a día de hoy de bolsillo en bolsillo y en billetes de 500. Una cantidad sensiblemente inferior a los años previos al boom (en 2007, superaban los 56.000 millones), pero que en proporción al total del dinero en curso no ha dejado de crecer en la última década. Así lo muestran los datos del Banco de España y el Banco Central Europeo (BCE), recopilados por Geshta, el sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda.
Si antes de la crisis los billetes de 500 representaban algo más del 60% de la masa monetaria en España, a fecha de marzo de 2016 reflejan un porcentaje mucho mayor: el 77% del circulante se esconde bajo este papel moneda de color lila.
Números que, en opinión de los expertos, muestran cómo los defraudadores siguen utilizando esta vía para esconder el dinero negro oculto al fisco. «En los últimos años el uso de estos billetes ha aparecido en numerosas investigaciones criminales, vinculadas al narcotráfico o a casos de corrupción política, entre otras actividades ilícitas», explica José María Mollinedo, secretario general de Geshta.
Los años dorados
Esta vinculación entre los binladen y corrupción se hizo más evidente que nunca en los años previos a la crisis. Entre 2005 y 2007, España acaparaba uno de cada cuatro de los billetes de 500 que circulaban por Europa, en muchas ocasiones para pagar bajo mano comisiones irregulares a cambio, por ejemplo, de recalificaciones urbanísticas fuera de la ley.
«El dinero en metálico no deja rastro, por lo que es muy difícil seguirle la pista», argumenta Mollinedo. Quien recuerda el papel que estos billetes jugaron en las dos mayores operaciones contra el blanqueo en nuestro país: los 25 millones en billetes de 500 incautados al clan de los Miami en 2011 y los diez millones escondidos en un falso tabique de la casa del proveedor de los sellos de Forum y Afinsa, en 2006.
Más allá de los casos más ruidosos y mediáticos, el billete de máximo valor en la zona del euro continúa bajo sospecha. El crecimiento de la economía sumergida como respuesta a la recesión explica su escalada en la masa monetaria de países como España, apuntan los expertos.
Que al mismo tiempo se lamentan de la oportunidad perdida por el regulador bancario europeo para acabar con un billete que apenas se utiliza «en las transacciones comerciales habituales» de los ciudadanos de a pie, opinan desde Geshta.
Fin de la emisión, no de su vigencia
Este miércoles, el BCE anunció el fin de la «producción y emisión» de los billetes de 500 euros a partir de 2018, año de la puesta en marcha de la segunda serie Europa, que sí incluirá los nuevos papeles de 100 y 200 euros. Para justificarlo, desde el regulador aludían a la «preocupación» de que estos billetes «puedan facilitar la comisión de actividades ilícitas».
Al contrario de lo que algunos han interpretado, esto no supondrá su fin. Según señalaba el propio BCE, los binladen seguirán siendo legales, mantendrán su valor vigente y podrán seguir cambiándose en los bancos centrales nacionales de la zona del euro. Todo ello «durante un periodo ilimitado».
Una especie de muerte lenta que, según el análisis hecho por los inspectores de la Hacienda española, impedirá que aflore –como sí ocurrió con la transición de la peseta al euro, nadie estará obligado ahora a ir a su banco a cambiar los mencionados billetes– todo ese dinero negro que lastra las cuentas del Estado y sus administraciones.