Londres encuentra la respuesta para frenar los abusos bancarios
Las innovadoras compañías de 'FinTech' ofrecen servicios financieros tradicionales a precios más competitivos que los que cobran los gigantes del sector
Una transferencia bancaria de 500 euros desde España al Reino Unido cuesta alrededor de diez euros, comisión media que la entidad que envía el dinero carga al cliente que solicita el servicio. Una de cien libras a España, efectuada desde un banco comercial britànico, los high street bank en terminología inglesa, Natwest, por ejemplo, tiene un cargo de entre 10 y 40 euros, dependiendo del tiempo que se quiera que tarde el dinero en alcanzar los fondos del destinatario.
¿Está justificado tanto dinero por algo que simplemente es una anotación contable? ¿Es posible enviar el mismo flujo de dinero, o mucho más, por un precio infinitamente más bajo? Las comisiones son un gran negocio para el sector bancario mundial, también para el español. Un estudio de Facua-Consumidores en acción, publicado a principios de 2015, ponía el acento en esta continua sangría que los clientes afrontan sin apenas capacidad de oposición. Comisiones por servicios tales como mantenimiento de cuentas o emisión de tarjetas de crédito se transforman en costes superiores a los 150 euros anuales. Cuando se solicitan operaciones como la comentada transferencia, los costes pueden dispararse, en especial si se trata de acciones habituales.
Pero hay alternativa a lo que a menudo los clientes, particulares o empresas, consideran casi estafas con el sello de legal. Y llegan de la mano de las nuevas tecnologías, lo que en inglés se conoce con el término Fintech, Financial Technology.
Una tasa mucho más reducida
La misma transferencia apuntada, ya sea de 500 euros o de cien libras, o de cualquier otra cantidad, cuesta sólo 1,33 euros o una libra mediante la utilización de la página web de la compañía Azimo. Y el dinero llega a destino en menos de 24 horas. Azimo, término que significa asistencia o algo prestado en swahili, y también los que van a ser grandes en árabe, es una empresa británico-polaca que realiza transferencias de dinero de forma más fácil, barata y accesible que, por ejemplo, el gigante del sector Western Union.
El proceso es relativamente sencillo. Los clientes se registren en la web, proporcionan los detalles del receptor —puede ser una cuenta bancaria o un punto de recogida de dinero en efectivo— y luego envían el dinero, bien a través de una orden bancaria, bien con un cargo a una tarjeta de débito o de crédito. En general, este proceso «reduce la tasa de transferencia de manera muy significativa», comentan Mike Tinmouth y Marta Krupinská, los dos impulsores de Azimo. Según los datos de la empresa, alrededor del 7%. ¿Cómo es posible? Gracias a la aplicación de la tecnología digital en los servicios financieros, hecho que permite crear modelos de negocio disruptivos con productos inclusivos.
Plataformas interacionales (y exitosas)
Otro ejemplo de estas nuevas tecnologías sería M-Pesa, una red de pagos y envío de capital basados en la telefonía móvil, que sirve a millones de individuos sin acceso habitual a una cuenta bancaria. Muy útil en países de África, por ejemplo, sin ir más lejos Kenia, donde el índice de bancarizados en relación a la población total no supera de media el 20 por ciento.
Detrás de M-Pesa está Vodafone, que ha convertido este método en el servicio de transferencia de dinero más exitoso del mundo. Bkask, otra web similar a M-Pesa, es muy popular en Bangladesh. Y Trasnferwise ofrece para todo el mundo un servicio como el de Azimo a un coste igualmente competitivo.
Londres, capital de las FinTech
Londres, con una City que produce en servicios financieros el 9.4% del PIB británico, atrae a las 24 primeras empresas del sector FinTech global, un paso adelante del sector bancario a partir de la crisis de 2008 y el desarrollo de los teléfonos inteligentes y las aplicaciones. En 2013, las Fintech captaron en todo el mundo 4.050 millones de dólares para inversión. El año pasado, 12.210 millones, según fuentes del gobierno británico.
En los aledaños de la City, en Old Street, se concentran siete de las empresas más importantes del sector, una zona ahora conocida como Silicon Roundabout. Y el éxito de las mismas ha hecho que aparezcan nuevos focos de FinTech en otras zonas de la capital británica. Canary Wharf cuenta ya con 13 de las 140 compañías instaladas en la ciudad.
La potencialidad de estas nuevas plataformas es tal que han captado la atención de la banca tradicional, no sólo por el riesgo a su hegemonía que representan, sino porque pueden ser también un buen negocio. En 2010 se creó en Nueva York el FinTech Innovation Lab. En 2012, la misma iniciativa fue lanzada en Londres. Y en 2014, en Irlanda y Hong-Kong.
Interés de la gran banca tradicional
En Londres, altos ejecutivos de Bank of America, Barclays, Citi, Credit Suisse, Deutsche Bank, Goldman Sachs, Intesa Sanpaolo, JP Morgan, Lloyds, Morgan Stanley, Nationwide, RBS, Santander y UBS han asistido al Lab para conocer las posibilidades que se abren. Porque son, de hecho, innumerables: envío de dinero por Twitter, préstamos de persona a persona sin intermediación bancaria, el conocido Peer2Peer lending o el cada vez más popular crowdfunding, para financiar, también sin intermediación bancaria, todo tipo de proyectos, empresariales pero también culturales.
Un ejemplo de este último es el cortometraje El andar del borracho, que promueven alumnos de la Escac, Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya, y que tienen en la plataforma Verkami, un aliado mucho más eficiente que un banco tradicional. Las nuevas tecnologías, las FinTech lo hacen posible, amenazan con comerse parte del pastel bancario y acabar con algunos monopolios. El gran beneficiado es, sin duda, el cliente y el innovador.