El ‘lobby’ del sector alienta una nueva burbuja
Obvia los datos negativos de desahucios, empleo precario y stock de viviendas sin vender para insistir en la necesidad de volver a construir, haya o no demanda
Cada vez son más numerosas las voces que se están alzando sobre la necesidad de que la actividad inmobiliaria retome el pulso, como condición indispensable para que el incipiente crecimiento económico de España se consolide. Y, curiosamente, son los promotores –los pocos que han sobrevivido a la hecatombe– los que menos inciden en esta campaña.
Son otros, los que la alientan, agarrándose a los pocos datos positivos que van saliendo –en muchos casos, informes deliberadamente elaborados para que la mayoría de los medios de comunicación los transmitan–, y obviando, lógicamente, esos otros aspectos que no favorecerían esta hipótesis desde un punto de vista racional.
Obviando los datos negativos
Entre ellos, el creciente número de desahucios tras ejecución hipotecaria, unos potenciales compradores –los más jóvenes– con empleos precarios o directamente en paro y, sobre todo, ese millón y medio de viviendas vacías –en torno a un millón, nuevas–, que ponen en duda la necesidad de entrar en una nueva espiral de construcción de más viviendas para que unos clientes, más que inciertos, vayan a contratar el préstamo hipotecario con el que financiar la compra.
Los que están detrás de hacer ver a la opinión pública, de que la necesaria construcción de nuevas viviendas resulta imprescindible, hacen caso omiso de informes de peso, como el que hace un par de meses emitió el Fondo Monetario Internacional (FMI), en el sentido de que en España sobran casas. Hay «un gran excedente de casas vacantes, especialmente fuera de las grandes áreas urbanas», que podría mantener los precios de la vivienda bajos en relación a los alquileres y la renta disponible, recogía el documento.
Subida de precios
Están en otra cosa. En la línea del artículo publicado en el último número de Cuadernos de Información Económica, editado por la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), por los economistas Santiago Carbó y Francisco Rodríguez.
En el artículo analizan la actual situación del sector inmobiliario español, y llegan a la conclusión de que, después de seis años de ajuste de precios, en los que cayeron entre un 30% y un 40%, en 2015 pueden empezar a recuperarse, aunque «de manera moderada debido a que las condiciones de oferta y demanda se ven condicionadas por los altos niveles de desempleo y la deuda de los hogares».
Feito: el ajuste se terminó al día siguiente de empezar
Además de Funcas, el Instituto de Estudios Económicos (IEE), el think thank de la patronal de la CEOE, con su presidente José Luis Feito al frente, es otro de esos organismos que aprovechan la menor ocasión para señalar que el ajuste del mercado inmobiliario ya ha finalizado. Un argumento recurrente que viene reiterando prácticamente desde el día siguiente en que estalló la burbuja, hace ya ocho años.
Cada vez que tiene ocasión, el propio Feito sale a la palestra para señalar, de manera machacona, que lo peor ya ha pasado –alguna vez tendrá razón– y que, si finalmente llegan a un punto de confluencia el final del ajuste con la creación sostenible de empleo, se puede no solo hablar de alzas puntuales de precios en la vivienda, sino de un cambio radical, con incrementos bruscos, de hasta dos dígitos, a partir de 2016.
Adiós ladrillo, vuelve el ladrillo
José Luis Ruiz-Bartlomé, el ex consultor que, en tiempos del boom, prestó sus servicios en Knight Frank, Savills y Nexity, es otro de esos personajes convertido en referente de estos adalides de la burbuja. En 2009, tras la hecatombe, y sin nada que asesorar, escribió un libro con el que daba por finalizado el ciclo álgido del mercado inmobiliario.
Ahora, cinco años después, repite estrategia con la edición de otro volumen, con el que, según él, se pone fin a la crisis del mercado inmobiliario. Un cambio de tendencia que, de nuevo, pasaría por la construcción de cientos de miles de viviendas cada año para, supuestamente, ser compradas por unos clientes que no existen.