Vilarrubí, el Sumarroca de Mas
El registro en el domicilio del vicepresidente en España de la Banca Rothschild lleva el sello del diámetro de la familia Pujol
La fiscalía se lanza a degüello en busca de pruebas. El registro en el domicilio de Carles Vilarrubí, vicepresidente en España de la Banca Rothschild, —en un comunicado ha afirmado que se trata de un error— lleva el sello del diámetro Pujol. En casa de Vilarrubí y de su esposa, Sol Daurella, máxima ejecutiva de Coca-Cola en Europa y consejera de Banco Santander, se han vivido algunos de los momentos decisivos de la vida de Artur Mas, amigo muy querido.
Allí en el Sant Gervasi alto, en la línea de flotación marcada por la Clínica Teknon, el Instituto Dexeus, CosmoCaixa, los Jesuitas de Sarrià o la sede corporativa de Deutsche Bank, abundan los jardines Forestier (verde palmera sobre verde conífera). En uno de ellos, el de los Vilarrubí, se convocó la cena triste de 2003, la noche del tripartito (pacto del Tinell) y se celebró la cena alegre del 2010, con el retorno al poder, cañamazo victorioso.
Trayectoria prolija
Y muchas más a las que asisten habitualmente grandes empresarios españoles, como César Alierta, Entrecanales, Rivero, Del Pino, Nin, Oliu, Florentino y muchos más, casi siempre coincidiendo con las vigilias del derbi Barça-Madrid en el Camp Nou. Vilarrubí, actual vicepresidente del FC Barcelona, desempeñó el cargo de vicepresidente de Telefónica en la etapa de Juan Vilallonga, como consecuencia de los acuerdos del pacte del Majestic, entre Aznar y Pujol, en 1996.
La trayectoria empresarial de Vilarrubí es prolija. En el sector público, fundó Catalunya Ràdio y el Ente Autónomo de Juegos y Apuestas de la Generalitat (EAJA); en el privado, creó junto a los Godó, RAC1 y 8TV, los medios audiovisuales del grupo mediático de La Vanguardia. Unos años antes desempeñó el cargo de consejero delegado en la plataforma holding Trébol Condal, impulsada por el malogrado embajador Manuel Prado y Colón de Carvajal.
Desde Trébol fue proyectado a la cúpula de Grupo Torres, la cubierta española del portaviones KIO, comandado por Javier de la Rosa. Y tuvo que salir por piernas al comprobar los malos oficios del financiero que ya había hundido la Banca Garriga Nogués y que acabó provocando el naufragio de KIO en España.
Cinturón sanitario
A Vilarrubí, sus esfuerzos por establecer un cinturón sanitario respecto a la CiU del business friendly no le han acabado de funcionar. A Mas, tampoco. El «calor del establo» nunca te abandona escribió Nietzsche. Por lo visto, Pujol Ferrusola, el primogénito, deja rastros inculpatorios de los que sus amigos no consiguen sustraerse.
O simplemente, la fiscalía tira por elevación cartuchos de muchos perdigones que hacen blancos casuales. Las togas catalanas son más dadas al gesto que a la diligencia. Trabajan de mañana y complementan sus tardes analíticas en la ciudad del dulce clima marítimo, que acecha con una humedad relativa al 80%. La Barcelona de Pedralbes combina el despacho con el gimnasio: el Bon Sport para los señores y el Iradier para ellas.
Vilarrubí vivió el catalanismo político desde su origen familiar. Empezó militando en la Unió Democràtica de Coll i Alentorn hasta que conoció a Pujol y se cayó del caballo como Pablo de Tarso. En sus años mozos acompañaba al president; le hacía de chófer y de secretario por pura militancia. Pero hace ya mucho que sus trayectorias siguen caminos distintos.
Un ejecutivo internacional
Hoy Vilarrubí es un ejecutivo internacional de la banca de negocios. Cuando David de Rothschild desembarcó en España nombró a Borja Prado (hijo de Colon de Carvajal) presidente de la filial; posteriormente, al conocer el mercado catalán pidió un socio conocedor de la empresa familiar. Desde entonces, Vilarrubí ha proporcionado partenaires a laboratorios, bancos y sociedades de servicios.
A medida que la nueva generación de Convergència crecía dentro del partido nacionalista, Vilarrubí iba reforzando sus lazos de amistad con Mas. Los jóvenes turcos de ayer (Felip Puig, Germà Gordó, Francesc Homs, entre otros) llevaron a Miquel Roca a su propia autoextinción política en los primeros años noventa y han terminado su pogromo este mismo año con la salida de Duran Lleida.
Pero la limpieza del partido y del sector negocios (Prenafeta, Alavedra, Subirà y la vieja guardia) ha generado otra tangente. La de Carbonell, Viloca y Osàcar, junto a un grupo de empresarios entre los que destacan los Sumarroca.
Estos últimos se dividen en dos: Carlos Sumarroca padre, amigo del ex presidente Jordi Pujol, mano derecha de sus negocios de partido; y los Sumarroca hijos, básicamente el benjamín Jordi, cuya empresa Teyco arrastra su logo por los tribunales en enjambre de pruebas junto a los negocios del comisionista Jordi Pujol Ferrusola, el centro de la trama del 3%.
‘Infección Sumarroca’
Más allá del pasado, la relación entre la sombra de la infección Sumarroca no parece alcanzar a Mas. El president ha lidiado tangentes y sospechas desde la desaparición de su padre, un empresario que le habría legado una herencia jugosa que algunos sitúan sin pruebas en cuentas cifradas de Suiza. La falta de claridad de los Pujol pringa más que sus tejemanejes.
Sumarroca padre es un ojo de buey que ve sin ser visto desde sus orígenes. Sus hijos marcan una línea de continuidad a la que le correspondería, por equivalencia, a la figura de Mas. Pero el presidente frecuenta ambientes de ex colegas de estudios y amistades de juventud que han ido creciendo al margen de Convergència. Una de ellas, muy significativa, es la de Carles Vilarrubí, un hombre de negocios que comparte ideas y aficiones con el president.
La identificación entre los dos es un resultado cultural, no un designio inamovible del destino patrio. Vilarrubí es el empresario amigo de Mas. Reproduce la iconografía del pasado; es el Sumarroca de Artur Mas, pero entre ambos no rige la complicidad sindiásmica del pasado convergente.