Sánchez-Galán monta una pelea de gallos para suceder a Alierta en el CEC
Se abre la lucha por el relevo al frente del Consejo Empresarial para la Competitividad, donde se enfrentan la pasión del presidente de Iberdrola contra el eclecticismo elegante de Pablo Isla
El agrimensor del IBEX 35, Fernando Casado, secretario general del Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), cierra la cancela del jardín y se encastilla. Su sanedrín, con Ana Botín, Francisco González, Isidre Fainé, César Alierta y Pablo Isla, ya hace muchos días -desde la misma noche del fracaso de la investidura de Pedro Sánchez con el apoyo de Albert Rivera– decidió no volverse a reunir hasta después del 26J.
Las adhesiones para que el ex presidente de Telefónica, César Alierta, siga en la presidencia del CEC, menguan. Hay quien persigue el cargo, como Ignacio Sánchez-Galán (Iberdrola) y quien, estando más cerca del consenso, lo rechaza con inteligencia, como ha hecho Pablo Isla (Inditex).
El resto de la carga presidenciable es bastante menor; va desde las suplencias indisimuladas (los casos de Antonio Brufau, Isaac Andic o Juan Roig) hasta la imposibilidad metafísica de que Ana Patricia Botín abandone la privacidad o de que Francisco González, juegue su último set.
Relaciones con el poder político
Es un momento difícil, pero la dialéctica empresarios-políticos sigue a buen ritmo salvo que la discreción es cada vez mayor. Madrid es el Gólgota chispeante del proyecto Chamartín, hecho de estaciones, rascacielos y grúas. Bien lo saben los constructores de la CEC, es decir Florentino Pérez, José Manuel Entrecanales y Rafael Del Pino que no pedirán vez hasta el fin del viacrucis de los pasivos que ha dejado tras de sí la crisis.
Una ronda entre los portavoces de las primeras quince empresas españolas revela que los patronos no piensan en un futuro con Rajoy: «apuestan por un gobierno del ganador, presumiblemente el PP, pero sin Rajoy», dice uno de los consultados. Fernando Casado, línea abierta con Moncloa cuando manda el PP, tiene el encargo de no difundir mensajes y aguantar el tipo en la bitácora del CEC.
Dudas con la socialdemocracia
Desde las cubiertas baldeadas de los grandes transatlánticos, la informalidad y la corrupción del partido de Rajoy se abre interrogantes cada vez que un socio multinacional decide una nueva inversión en territorio español.
A los patronos también les cuesta mucho reconocer una socialdemocracia abierta detrás de las palabras de Jordi Sevilla, ex ministro y responsable del programa económico del PSOE. Algunos, los más veteranos, recuerdan que Sevilla fue un día de 1982 aquel joven ideólogo de Felipe González que quiso nacionalizar las eléctricas y la banca (modelo Mitterrand) hasta que, en el último suspiro, apareció Miguel Boyer, con la vitola del Banco de España de los Varela, Rojo, Barea y compañía, para aplicar una estabilización liberal.
El mensaje de Sevilla no llega; ni en los pasillos de CEOE ni en los del Círculo de Economía, que ahora se encuentra en los prolegómenos de sus jornadas de Sitges, un ejercicio de libertad de opinión digno de la masonería del XIX, y ¡vete tú a pedirles a los ponentes que no hablen de parte de Moncloa!
Desconfianza con Podemos
Respecto a los dos partidos de la Nueva Política, la opinión empresarial es conocida: se ve con buenos ojos a Luis Garicano (Ciudadanos), pero cuesta encontrar en qué se diferencia de Luis de Guindos, considerado un buen ministro.
No hace falta decir que las cúpulas de la economía privada temen a Nacho Álvarez, el economista de Pablo Iglesias, no por su ideología sino por la inviabilidad de su propuesta.
Si los empresarios no hablan, el 26J será como el armisticio de Clemenceau: vencer sin convencer para levantar un valladar en el seno del Eurogrupo. Nos comeremos los 8.000 euros de recortes que exige el comisario Pierre Moscovici, pagaremos en silencio la multa por haber superado la senda del déficit y podremos seguir con el España va bien siempre que mantengamos el 3% de crecimiento promedio, en términos de PIB.
El entramado del CEC
Tratar al empresariado como un clan de opiniones convergentes es como echarse a correr en medio de una estampida. El CEC es un mundo hermético en el que las paredes oyen.
Su sanedrín se dispersa en instancias patronales, CEOE; corporativas (Cámara de Comercio de España); circulares (Círculo de Empresarios, Círculo de Economía y Círculo de Empresarios vasco); foros con acerbo y gentilicio (Grupo Joli en la Andalucía menguante de los Benjumea); y en centros de análisis, como Fedea o el Centro de Estudios económicos de CEOE, hijo natural de aquella biblioteca de Fomento del Trabajo, que honraron Lucas Beltrán, Carreras, Tallada o Sardà Dexeus, entre otros.