Restalia se indigesta con las pérdidas de La Sureña
El mayor franquiciador de España intenta sin éxito reflotar la cadena con más cierres y números rojos
La Sureña, la cadena de restaurantes que inventó los cubos con botellines baratos, afronta su enésima reestructuración. La cadena creada por el grupo Restalia ha cerrado un nuevo ejercicio con más de un millón de euros en pérdidas (antes de impuestos), 11 locales cerrados en el último año y un creciente conflicto con franquiciados arruinados tras una fuerte inversión.
La compañía acaba de presentar sus resultados de 2015, en los que asume su enorme coste de infraestructura propia y comienza a dejar de ser subvencionada por la insignia más rentable del grupo: 100 Montaditos.
La marca, fundada en 2010 afronta una permanente reestructuración casi desde sus inicios. Tuvo cierto éxito con las cervezas baratas en cubos llenos de hielo, pero rápidamente el invento perdió frescura e interés cuando una buena cantidad de bares –incluidos los regentados por chinos—comenzaron a imitar la misma oferta incluso con precios más baratos.
La Sureña nació como la segunda marca de Restalia, después del éxito de 100 Montaditos. Su creador, el empresario sevillano José María Fernández Capitán, ha construido un imperio de franquicias sobre la base de nuevos franquiciados.
Para que la rueda siga rodando, necesita abrir una gran cantidad de nuevos locales cada año. El 25% de los ingresos de 100 Montaditos corresponde el pago inicial de las nuevas franquicias, una cifra que demuestra la dependencia piramidal del negocio.
La Sureña, con unas pérdidas que casi alcanzan el millón de euros en los últimos dos años, cuenta con 94 locales en España y está sometida a un constante proceso de traspasos. Restalia gestiona los restaurantes 100 Montaditos, La Sureña y The Good Burger.
Nuevas aperturas a toda costa
Restalia busca crear nuevos franquiciados, a quienes cobra unos 30.000 euros por canon de entrada y un porcentaje sobre las obras de los locales que abre y también sobre los pedidos. Y muchas veces, poco importa la ubicación, el plan de negocio o la preparación del franquiciado para gestionar un restaurante. Lo importante es vender y cobrar.
Las consecuencias son pérdidas continuadas de una buena cantidad de franquiciados y familias arruinadas. Ángel, un franquiciado de Las Rozas, obtuvo su franquicia de La Sureña a pesar de no tener ningún tipo de experiencia en la gestión de negocios. Nadie le preguntó por sus habilidades para gestionar un local, ni por su capacidad para llevar un equipo de trabajadores.
«Lo que le importaba era vender la franquicia, no importaba a quién ni dónde. Buscan abrir la mayor cantidad de locales y no puede ser que una empresa que tiene experiencia en el mundo de la franquicia no se dé cuenta de que el negocio y las ubicaciones que vende no funcionan. Mi zona fue un error estrepitoso», explica el exfranquiciado que invirtió 250.000 euros. Los perdió en menos de siete meses, el tiempo en que tardó en cerrar el negocio.
Traspaso de problemas
Este diario ha contactado con un grupo de franquiciados arruinados por La Sureña. Algunos de ellos lograron traspasar su franquicia y sus problemas económicos a nuevos franquiciados. Otros, llegaron a un acuerdo económico con Restalia, pero han firmado contratos de confidencialidad que les impide dar sus nombres y contar su historia ruinosa.
Restalia no oculta que La Sureña es su marca más problemática. Reconoce las pérdidas y explica que la marca está siendo sometida a una reestructuración que incluye un cambio de carta e imagen. No es la primera vez.
La empresa ha modificado en numerosas ocasiones su carta, sus ofertas, productos e imagen. Incluso intentó el rebautizo con la marca La Sureña Pop, un invento que fracasó de forma estrepitosa.
Y mientras arregla sus problemas, Restalia prepara el lanzamiento de cuatro nuevas marcas.
La empresa depende del crecimiento y por ello pretende presentar este año su nueva franquicia. También intenta ampliar las operaciones internacionales. Para subsistir, necesita seguir fichando nuevos franquiciados, pase lo que pase y se ubiquen donde se ubiquen.