Nuevo lío en la inmobiliaria de los ricos catalanes
La necesidad de obtener liquidez enfrenta a una parte de los socios con Jordi Clos a propósito de dos hoteles en París y Londres
Tener un negocio con las grandes fortunas catalanas no exime de tener dificultades cuando arrecia la crisis económica. Así se desprende de las diferencias que han estallado en el seno de Metrópolis, considerada la inmobiliaria de las grandes fortunas catalanas. El problema nace del enfado de una parte de la compañía con uno de sus socios, el hotelero catalán Jordi Clos. ¿Las razones? En esencia y en apariencia: quién paga qué.
Clos es el presidente de Derby Hotels, además de accionista de Metrópolis (controla en 6% del capital). Entre 2008 y 2009, el hotelero barcelonés –preside el gremio hotelero de la ciudad– realizó una operación de adquisición de dos hoteles fuera de España. En la operación le acompañó Metrópolis, que tomó el 50% de los hoteles, uno en Francia y otro en Inglaterra.
Dos edificios singulares
Los dos establecimientos objeto de discordia son el hotel Caesar (Londres) –un edificio singular del siglo XIX situado en la zona de Hide Park, con categoría 4 estrellas y 160 habitaciones– y el Banke (París), hotel también de cuatro estrellas superior en el barrio de Lafayette. El primero de los hoteles costó en su día 27 millones de euros, mientras que el francés tuvo una inversión superior, que rondó los 80 millones. “No se compró bien en su día”, asegura uno de los socios.
En el momento de la adquisición, Metrópolis y Clos firmaron un acuerdo que permite a los socios ejercer el derecho de retracto a finales de marzo próximo. La proximidad de esa fecha ha sido la razón por la que se han abierto negociaciones entre el hotelero y el resto de sus socios inmobiliarios. También se suscribió con Derby Hotels un contrato de gestión con una duración de 50 años. Javier Ferrero (Nutrexpa) y Josep Maria Xercavins, ambos accionistas, son los encargados por el resto de socios de negociar con Clos.
Un 20% de diferencia de precio
Ahora, Metrópolis quiere vender. Y, también ahora, Clos desea comprar el 50% que no posee. Sin embargo, las dos partes discrepan en el precio. La cifra del desacuerdo ronda los 30 millones de euros. Las diferencias de valor fluctúan un 20% arriba y abajo. El comprador final heredará también las hipotecas que gravan ambos hoteles.
Metrópolis ha cerrado un mal ejercicio. La inmobiliaria de los ricos catalanes no repartirá dividendo este 2012 y mantiene un pronóstico pesimista para el próximo ejercicio. Según varios de sus accionistas, nada diferente a lo que le pasa al conjunto del sector. A final de este ejercicio se han producido cambios en su consejo. Ferrero deja la presidencia en favor de Juan Manuel Soler (Quadis), mientras que Miguel de Navas (Iberdiff) será nuevo vicepresidente.
“Tenemos edificios vacíos que no podemos reformar por falta de liquidez; estamos bajando alquileres y cualquier inversión está parada”, explica uno de los accionistas. Por ese motivo, la liquidez y la reducción de deuda que supondrá la venta de los dos hoteles son un balón de oxígeno para una parte de los acaudalados inversores.
Rentabilidad difícil
Para Clos, la adquisición de los hoteles se produce en un momento difícil. La rentabilidad de los dos centros no cumple las previsiones realizadas al comprar. “De todas maneras –justifica el hotelero–, la rentabilidad depende del apalancamiento, y las hipotecas son muy elevadas. Los hoteles no van mal. De hecho, en 2014 tienen previsto el break even [abandonar las pérdidas]”.
Mientras una parte de los accionistas de Metrópolis desea vender al precio lo más elevado posible, Clos (comprador por derecho de retracto y accionista también) aspira a comprar al importe menor. “El valor de mercado ha bajado en todo el sector inmobiliario europeo”, argumenta para defender su voluntad de alcanzar un pacto lo menos oneroso posible.
Diferentes pareces
Se da la circunstancia de que algunos socios defienden la ejecución de cláusulas de los contratos que obligan a Clos a recomprar. Esa acción contra su propio socio es interpretada como “una mala jugada” por parte de otros accionistas, que prefieren mantenerse en el anonimato. Clos se defiende al recordar que cláusulas en los contratos hay muchas, tanto beneficiosas como perjudiciales para sus intereses. Y, agrega, que llegado el momento está dispuesto a dar la batalla legal necesaria para defender sus intereses. Un horizonte que, en términos jurídicos, retrasaría cualquier solución un mínimo de cinco años.