Los tres desafíos de Gas Natural que GIP tendrá que solucionar
Colombia, Egipto y Doñana son las tres tareas pendientes de Rajaram Rao, Mario Armero y William Alan Woodburn, los consejeros del fondo en la gasista
Global Infrastructure Partners (GIP), el fondo que ha entrado en Gas Natural, está representado en el consejo de administración de la gasista por Rajaram Rao, Mario Armero y William Alan Woodburn, este último en calidad de vicepresidente no ejecutivo.
Woodburn y Rao son dos alfiles destacados del presidente de GIP, Adebayo Ogunlesi, que ha remarcado su protagonismo en la entrada del fondo en el capital de la compañía española. Por su parte, Mario Armero, el tercer vocal de la firma con sede en Nueva York, destaca por su origen familiar y llega a Gas Natural después de haber presidido Ezentis y General Electric (GE) en España, y haber volteado la suerte del sector del automóvil, como presidente de la patronal Anfac.
Gas Natural contará ahora con el concurso de GIP para relanzar su actividad internacional. La empresa se ha fijado tres desafíos de inmediato desenlace: suavizar los conflictos con las autoridades del Caribe colombiano, que han frenado el ascenso de su filial en la zona; poner en funcionamiento la planta que tiene la compañía en Damitta (Egipto) –herencia de su fusión con Fenosa y que comparte con la italiana Snam–, y arreglar el conflicto societario abierto entre Gas Natural y la Junta de Andalucía en el complejo que controla la empresa en el Parque de Doñana.
GIP conectó con Gas Natural a través de Armero gracias a la relación del ejecutivo con General Electric, uno de los motores de la inversión industrial del fondo. La trayectoria profesional de Armero está avalada por el toque discursivo de su apellido. Es hijo de José (Pepe) Mario Armero, el ex presidente de la agencia Europa Press y ex líder de un prestigioso bufete en Madrid que paseó su buen hacer en la España de la Transición.
La influencia de los Armero
En aquellos años, el chalé de los Armero en Pozuelo de Alarcón fue colonizado por el tono de hombres como Torcuato (Tato) Fernández Miranda o Gutiérrez Mellado y por el acento amable de los ex ministros del Movimiento que traspasaban a la democracia con discursos de prestado y favores atávicos, como los que solía pedir José Utrera Molina, «el hombre que mejor abrazaba de España», en palabras de Ventura Pérez Molina.
Uno emerge sabio en medio de la confusión ordenada de un tiempo irrepetible. Lo más emocionante que puede recordar el ejecutivo a pesar de su juventud es el primer encuentro entre Adolfo Suárez y Santiago Carrillo, que tuvo lugar un domingo de febrero de 1977, en la casa de los Armero. Después del «¡Cuántas horas de sueño me ha quitado usted!» lanzado por Suárez al jefe comunista, llegó el apretón de manos sincero en el entorno amable diseñado por Pepe Mario, escritor polifacético y hombre de Estado.
El chalé de Pozuelo, que ocupaba la familia en verano, estaba vacío en invierno y sus guardas fueron invitados a pasar unos días lejos de la finca. Armero padre aseguró el secretismo de aquel encuentro preliminar. Sorteó a la cúpula militar y al clima general de crispación tras los secuestros de Oriol y Villaescusa, a manos del terrorismo etarra.
También enmascaró la falsa detención teatral del mismo Carrillo, ocurrida un tiempo antes en plena calle, con el secretario general del PC esmaltado bajo un peluquín engominado y trasladado en un furgón a Puerta del Sol, oscuro reino de la Brigada Político Social, entonces ya desactivada.
La experiencia en Anfac
En tiempos como aquellos se aprendía latín aunque fuese por ósmosis y, desde luego, al entonces jovencísimo Mario Armero Montes algo se le quedó. Años más tarde, presumió de ser el hombre de Jack Welch (el mítico presidente de GE) en España y hoy declina muy bien, como se ha visto en Anfac, la plataforma de las cabeceras automovilísticas.
La astucia es un arte que se aprende en la política y se escenifica exitosamente en la economía. Armero ha sabido coger al vuelo la ocasión de entrar en el consejo de Gas Natural, pero ya en Anfac mostró sus relaciones en la tangente entre el lobby de constructores de automóviles y el equipo económico del gobierno de turno.
Con sus socios de GIP, el nuevo órgano mercantil de la empresa levantará todavía más la Gas Natural de Isidro Fainé. El día que se firmó la entrada del fondo en la gasista, La Caixa recibió la visita de Adebayo Ogunlesi (conocido como Bayo), el citado presidente de GIP.
El fondo es hoy uno de los vehículos de inversión en infraestructuras más relevantes del mundo, con un radio de gestión valorado en 33.000 millones de dólares. Las empresas que forman parte de su cartera alcanzan una facturación conjunta de 5.000 millones de dólares y dan empleo a más de 20.000 personas. Las infraestructuras de energía, transporte y agua son los focos de interés de la entidad.
En 2009, Ogunlesi compró el aeropuerto londinense de Gatwick por 1.455 millones de libras (1.720 millones de euros) y disparó su protagonismo en el mundo anglosajón. Había estudiado en Oxford e inició su carrera profesional en un bufete de Nueva York y como asistente de un juez del Tribunal Supremo.
Después del aprendizaje llegó la gestión: se incorporó a First Boston, el banco de inversión que fue adquirido años más tarde por Credit Suisse, uno de los dos grandes aliados de GIP junto con General Electric. El equipo de Bayo conoce el mercado español desde que, en 2015, GIP adquirió el 24% de Saeta Yield, la filial de renovables de ACS. Un año antes, el fondo adquirió un 15% del grupo de oleoductos CLH, porcentaje que traspasó en enero a Borealis Infrastructure.
La nueva proyección de Gas Natural
La nueva Gas Natural se jugará muchas bazas ante los organismos reguladores, los estados y las instituciones internacionales. En el crecimiento de un conglomerado energético global, la negociación política es la principal pata de la cuenta de resultados. Vuelven los años del Teneré y Taman Rasset, cuando el grupo gasista cerró los contratos con la argelina Sonatrac y relanzó el mercado de fletes metaneros.
Ahora la empresa entrará en nuevos segmentos de negocio, como lo hizo en su momento en la Libia de Mohamar El Gadafi o en la Argelia de Bumedian. Pero ahora, el cambio de escenario resulta tan relevante que empequeñece el pasado. Los proyectos del agua con la cercanía de Suez, aliado histórico del grupo industrial La Caixa, adquirirán especial relevancia.
En los nuevos desafíos, será importante la conquista de socios potenciales basada en algo tan quebradizo y antiguo como la confianza. Las economías de escala y las sinergias industriales dirigen ya las bazas de la nueva «destrucción creativa», el principio schumpeteriano, vigente una vez más. En la empresa del mañana, la formación de precios y la economía del territorio (siguiendo el aprouche de Robert Kaplan) están obligadas a engranar un mundo de impresiones inestables.
El mercado de la energía ha roto la costumbre de otro tiempo. Ya no manda la previsibilidad. A los desafíos políticos derivados de los conflictos armados en las zonas tradicionales de suministro se le suman otros inconvenientes, como la inestabilidad institucional del mercado único europeo o la desaparición de grandes oportunidades, como el TTIP entre Europa y Estados Unidos.
Ha desaparecido la vieja zona de confort en la que reinaban los monopolios y por eso La Caixa apuesta por GIP, un especialista en la industria de los servicios.