Lizarrán se salva in extremis con una fuerte rebaja de deuda
La cadena de tabernas reduce la deuda desde los 17 hasta los 10,5 millones de euros en un año con la entrada de un fondo de capital riesgo
Cuando las cadena de tabernas Lizarrán, con casi 200 franquicias en España, negociaba la reestructuración de su pesada deuda en octubre de 2015, su auditor KPMG puso en duda la continuidad del negocio. «Hay una incertidumbre material sobre la capacidad de la sociedad para continuar sus operaciones», acotaban los auditores al final de la presentación de las cuentas anuales.
La cadena negoció con éxito la deuda que mantenía con Santdon, que estuvo a punto de ejecutar las garantías porque Lizarrán no era capaz de aumentar sus ratios de beneficios y los compromisos exigidos con el fondo. Entonces, pudo negociar la entrada de otro fondo de riesgo, Oquendo, que se ha quedado con el 40% de la empresa a cambio de inyectar liquidez para reducir su pesada deuda.
Lizarrán afrontaba una deuda de 17 millones de euros el año pasado pero la cifra se ha reducido hasta los 10,5 millones de euros. Los compromisos contraídos con los fondos de inversión suponían un lastre que amenazaba la continuidad.
Sólo en 2014, la empresa había pagado 1,2 millones de euros en intereses. Nuevo crédito con la banca Ahora, la deuda ha quedado en manos de la banca tradicional. A través de un crédito sindicado de 10,5 millones, la Caixa, Santander y Bankia se han convertido en los principales acreedores del grupo. Lizarrán tendrá hasta el 2022, es decir, para pagar los compromisos.
La compañía asegura que obtuvo Ebitda de 4,1 millones de euros y este año espera alcanzar los cinco millones. La mejora en el resultado está sustentado sobre la base de una menor carga de intereses como consecuencia de la reducción de deuda, según ha explicado a este diario Manuel Robledo, empresario y propietario mayoritario de la compañía (60%).
Con estos resultados la compañía tendrá una deuda del tamaño de dos veces su Ebitda anual, según explica su propietario. No es la única franquicia española en aprietos por las deudas. Telepizza, Vips y Zena también han sufrido la indigestión financiera durante los últimos años.
Años duros para los franquiciados
Lizarrán no ha sido un negocio boyante para su dueño en los últimos años pero tampoco para los franquiciados. Además de la caída de consumo, las tabernas Lizarrán han lidiado con un esquema de negocio de tapas y cerveza de bajo coste pensado para momentos de bonanza. En crisis, el modelo se ha mostrado sus grietas en parte de los establecimientos.
En febrero pasado, este diario publicó un reportaje con el título «Lizarrán: una máquina de tirar comida y dinero». En él, un grupo de franquiciados se quejaba de que el negocio está diseñado para que la marca venda cada vez más comida a sus locales, sin importar si esta gran cantidad de alimentos se vende a clientes o termina en la basura. Lo importante –según los afectados– es que los franquiciados compren cerveza, pinchos y comida. Mientras más, mejor.
En esa época, Robledo negociaba la entrada del socio inversor que salvaría la empresa. Robledo reconoce que hay locales que no tienen una buena situación y deben cerrar, pero –asegura— son la minoría. Insiste en que, en ocasiones, los franquiciados no trabajan tan duro como exige la franquicia y, en otros casos, ha habido errores en la selección de la ubicación. Lo cierto es que, mientras la cadena se ahogaba en deudas, la presión por la apertura de locales era muy alta.
El grupo debía elevar su facturación para atender los compromisos de devolución. Ahora, la situación de la compañía es completamente diferente, aunque eso no implica que pueda relajarse con los resultados. Todo lo contrario, Oquendo exigirá un rapidísimo retorno a su inversión, tal como lo hicieron el resto de fondos de capital riesgo que pasaron por Lizarrán: Pan European Food en 2001 y Nazca en 2005 y Santdon durante los últimos años.