La venta de Freixenet pone a los Bonet al filo de la guerra familiar
La desinversión de los Hevia Ferrer abre un futuro incierto en Freixenet. Los Bonet dudan sobre si sumarse a la rebelión contra los Ferrer Noguer, que tienen el 42% de la compañía
Se ha abierto la caja de los truenos en Freixenet. Las tres ramas de la familia Ferrer que tienen el 100% del accionariado de la compañía se han dividido. La familia Hevia Ferrer quiere vender su parte o tomar el control, mientras los Ferrer Noguer quieren mantenerlo. En medio, los Bonet Ferrer están divididos entre los que apoyan a Hevia y los que quieren mantener el statu quo actual.
Descontenta con la gestión de la compañía durante los últimos años, la familia Hevia Ferrer, propietaria del 29% de las acciones, ha planteado la venta de sus acciones, informa La Vanguardia. Esta rama familiar considera que la empresa no ha capeado bien la crisis, con una caída del 20% de las ventas en España, y que su rentabilidad es baja: el año pasado sólo ganó 2,2 millones.
Hevia vende… o compra
El malestar ha ido en aumento en los últimos años hasta que se han decidido a dar un paso que puede terminar con el carácter familiar de Freixenet. Los Hevia Ferrer, encabezados por Enrique Hevia, vicepresidente y director financiero de Freixenet, han encargado a un banco de inversión alemán la búsqueda de un comprador para su paquete accionarial, ya sea un inversor, como un fondo, o un socio industrial.
Las acciones están sindicadas, por lo que la familia tiene derecho preferente de compra. Por ello, antes de buscar fuera, Hevia ofreció a las otras familias su 29% por un precio que rondaría los 150 millones de euros. Esta cifra valoraría Freixenet en unos 500 millones de euros, aproximadamente lo mismo que la compañía facturó en 2014.
Según fuentes del sector consultadas por Economía Digital, el resto de la familia encontró algo caro este precio y no parece que vaya a comprar, por lo que Hevia se ofreció a comprar las acciones al resto por el mismo precio. El mensaje era claro: o tomo el control o me voy.
La compañía tendría una opción para mantener el consenso entre las dos ramas restantes, aunque no gusta a muchos: comprar las acciones para autocartera. Pero ello daría la mayoría de votos en el consejo a los Ferrer Noguer, por lo que la familia Bonet, o parte de ella, no lo ve con buenos ojos.
La clave, en los Bonet
La clave del futuro de Freixenet la tiene la familia Bonet. Hevia quiere todo o nada y los Ferrer, que además de poseer la presidencia de honor, tienen al consejero delegado, no van a vender su 42%. Pero los Bonet están divididos. Una parte de la familia está de acuerdo con las críticas de Hevia, y si se alían podrían tomar el control, pero José Luis Bonet, el hermano que tiene mayor peso en la compañía, no está en el ajo.
José Luis Bonet es presidente de la compañía y el personaje público con más notoriedad en las bodegas. Además de ser presidente de la Cámara de España y de la Fira de Barcelona, ha ganado presencia mediática en los últimos años por sus claros pronunciamientos, sin morderse la lengua, contra el independentismo en Cataluña.
Peso desigual
En enero murió Pilar Ferrer Sala, madre de José Luis Bonet e hija de Pedro Ferrer y Dolors Sala, fundadores de Freixenet. José Ferrer Sala, presidente de honor, controla el 42% de la compañía y su hermana Carmen, madre de Enrique Hevia, un 29%. El 29% restante se lo reparten los cuatro hijos de Pilar: José Luis, Pedro (director de comunicación de Freixenet y presidente del Consejo Regulador del Cava), Eudald y Pilar.
Por su mayor peso en el accionariado, los Ferrer Noguer son los que ocupan más cargos de responsabilidad. Pedro Ferrer es consejero delegado y su hermano José María, director comercial. Ambos son hijos del presidente de honor de Freixenet. Los Hevia sólo tienen a Enrique en la alta dirección, aunque sus tres hermanas también están en el consejo de administración.
Los resultados empeoran
La compañía facturó 503 millones de euros en su último ejercicio fiscal, que cerró el 30 de abril de 2015. Esta cifra supone un retroceso del 5,5%, pero donde se resienten más los resultados de la compañía es en su rentabilidad: los beneficios cayeron un 71%, hasta 2,2 millones.
Al descenso de ventas en España, constante en los últimos años, se unió el año pasado una caída en Alemania, su principal mercado de cava, por la subida de precios. Además, varias de sus marcas fueron deficitarias. Castellblanch, Segura Viudas y René Barbier perdieron en total unos cinco millones.