La última (y surrealista) semana de Fraile en la CCC

La Confederació de Comerç dejó pasar siete días entre la destitución de Miquel Àngel Fraile como secretario general y su despido. Él siguió yendo a su despacho y presumiendo de cargo, ante la incredulidad de la plantilla de la patronal

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

Lunes 30 de mayo. La junta directiva de la Confederació de Comerç de Catalunya (CCC) decide cesar a Miquel Àngel Fraile, secretario general de la organización desde su fundación, en 1985. La auditoría encargada a un hombre muy cercano a la gran patronal catalana, Foment del Treball, evidenciaba que había engañado a la CCC con las cuentas. No quedaba otra que echarle.

Presente en la junta, Fraile intentó parar lo inevitable, pero sus excusas del descenso de las subvenciones y el fin de alguna línea de crédito no le valieron ante la evidencia de las auditorías, que reveló Economía Digitalel ex secretario general había presentado pérdidas muy inferiores a las reales en 2013 y 2014.

Al salir de la junta que lo cesó, Fraile reunió a la decena de empleados de la Confederació en las oficinas de Barcelona para contarles lo ocurrido. O más bien su versión de lo ocurrido. Su ego no le permitía aceptar su cese y optó por mantener hasta el final un relato paralelo, según el cual había sido él quien había puesto su cargo a disposición de la junta. «Por responsabilidad», les dijo, a causa de la difícil situación económica que atravesaba la patronal.

Cuando estaba en plena interpretación de su papel de mártir por la causa, la presidenta que le acababa de cesar, Maria Rosa Eritja, entró en la sala. Al escuchar el relato de Fraile, le frenó y le desautorizó ante los empleados de la CCC, que asistieron atónitos a un momento tremendamente violento. Eritja dejó claro que le había destituido.  

Fraile seguía yendo a su despacho

Sin embargo, las cosas no siempre son tan sencillas. Fraile había sido desposado de sus funciones como secretario general (y su mujer, Rosa Serrano, como directora de Formación), pero no fueron despedidos. Por ello, el martes Fraile volvió tan campante a las oficinas de la Confederació, en el edificio de Foment, mientras Eritja, que había cogido el cargo de secretaria general para enderezar la situación, no estaba.

La presidenta de la CCC había vuelto a Lleida, donde tiene una tienda de ropa y preside la patronal local de los comerciantes, dejando un vacío de poder en Barcelona que Fraile aprovechó. Mientras Eritja estaba en su ciudad por motivos personales, Fraile seguía moviéndose por la sede de la patronal y su despacho como Pedro por su casa, dando órdenes a la plantilla de la organización.   

En una realidad paralela

Vivía en su realidad paralela del hombre que no ha sido cesado, escudado en que no había sido despedido todavía. Y así se mantuvo el jueves de esa misma semana. El miércoles 1 de junio por la noche saltó la noticia de su cese. Él lo negó. Todavía mantenía que seguía como secretario general y que, de hecho, continuaba yendo a la sede de la CCC. Esto último era cierto.  

«Puse mi cargo a disposición de la asamblea porque, de alguna manera, me siento responsable de la situación económica, por si creen que alguien puede hacerlo mejor», aseguró a Economía Digital, pero añadiendo que esperaba respuesta de la organización. Surrealista.

Ese jueves, Eritja volvía a estar en Barcelona y se vivieron de nuevo momentos muy violentos. Más, incluso, que el lunes. Tras saltar la noticia, y con Fraile asegurando a todo el que quisiera escucharle que no le habían cesado, la Confederació estaba obligada a dar una respuesta. Pero ésta se hacía esperar. La plantilla también la esperaba, confundida por la semana que estaba viviendo.  

El falso comunicado de prensa  

La presidenta y la responsable de comunicación se pusieron manos a la obra para redactar un comunicado que explicara lo sucedido. O una versión light de lo sucedido, vaya, como suele suceder en casos de crisis. Pero no lo iban a tener fácil. Fraile no iba a vender cara su piel. Si no quería que los empleados de la CCC supieran que había sido cesado y por qué, cómo iba a permitir que saliera a la luz pública.  

El ex secretario general coaccionó a su ex jefa de prensa para que la nota de prensa recogiera su historia. Eritja intervino pidiéndole que se fuera, que abandonara las oficinas de la Confederació, pero Fraile insistía. La situación tuvo lugar en la primera planta del edificio de Via Laietana; por tanto, en la sede de Foment. Fraile iba subiendo y bajando, de Foment a la CCC, para controlar que no se escribiera una nota que lo dejara en evidencia.

Finalmente, Fraile salió victorioso. O eso se pensaba. Obtuvo lo que quería: una nota de prensa que anunciaba su renuncia. Satisfecho, subió a leer a su plantilla la nota, según han explicado empleados de la CCC. Lo hizo como aquel que necesita que le den la razón: «Veis como tenía razón, cuando os decía el lunes que había dimitido», transmitía su lectura del comunicado ante los que él consideraba sus trabajadores.    

Con su ego saciado, se marchó tranquilo, pensando que su honor quedaba a salvo. Pero se equivocaba. A toda prisa, la Confederació redactó un escueto comunicado de dos párrafos en el que anunciaba el cese de Fraile por «pérdida de confianza». Era el segundo que escribían ese día, pero el único que se difundió. Si algún medio había dudado ante sus excusas, ya era oficial: le habían destituido.
 
La derrota definitiva

Fraile había perdido, pero no se daba por vencido. No pensaba dejar de ir a la sede de la patronal hasta que no fuera despedido, algo que pasó una semana después de su cese.

El lunes 6 de junio, en el que se celebraba otra junta importante, Fraile intentó presentarse a la reunión, pero no pudo. De hecho, no pasó de la entrada del edificio de Foment. Para evitar que subiera y hubiera más momentos tensos, el guardia de seguridad de la puerta le entregó su despido y no le dejó subir.

Ahí terminó la última, y surrealista, semana de Fraile en la CCC, su única semana en 31 años sin ser secretario general, aunque ejercía, dando órdenes a los empleados de la patronal como si lo fuera. Tras chocar contra el guarda de seguridad, fue visto por los alrededores de Foment, en la céntrica Via Laietana, nervioso y sin rumbo. Ahora sí que había perdido. La derrota definitiva, si no le espera una peor.

Xavier Alegret

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp