La separación de Marta Ortega se preparó mientras la pareja proyectaba una imagen idílica
El jinete Sergio Álvarez se marchó a Asturias por Navidad tras vender tres de sus caballos, mientras la hija de Ortega mostraba normalidad incluso después de que la ruptura llegase a los medios
Una en la casa de los Ortega y otro con su familia en Asturias y esquiando con sus amigos en Baqueira. Así pasaron la Navidad Marta Ortega, la heredera de Inditex, la hija de Amancio Ortega y Flora Pérez Marcote, y su marido Sergio Álvarez, en lo que ahora parece el símbolo de un matrimonio que acumuló vías de agua, conocidas desde hace tiempo, pero llevadas desde la proverbial discreción de la familia.
Amigos de la infancia y unidos por la hípica, la «separación amistosa» que defienden en los círculos más próximos a Marta Ortega no lo es tanto por parte del jinete que la enamoró. Sergio Álvarez abandonó el domicilio conyugal, caballos incluidos, cuando los rumores arreciaban, y pese a que la pareja se prestó a ofrecer una imagen de relación idílica, asistiendo en las últimas semanas a concursos de hípica juntos y dejándose fotografiar para revistas como Hola, la ruptura se confirmó el 31 de diciembre.
Los círculos próximos al jinete filtraron que no era nada fácil eso de vivir al lado del hombre más rico del mundo e incluso que Ortega frenaba el ímpetu empresarial de Álvarez en algunos de sus negocios, informa El Mundo. En el otro lado creen que al jinete no le gustaba ni la vida de casado ni renunciar a sus privilegios de soltero. Pero como la discreción se impone, hasta el último momento la pareja intentó ofrecer una imagen de normalidad e incluso horas después de que la ruptura llegara a los medios, Marta Ortega participaba, como es habitual, en la San Silvestre coruñesa. El Ideal Gallego recogió la fotografía.
La imagen de Marta y los caballos de Sergio
Mostrar la cara idílica de la pareja no fue el único movimiento de las últimas semanas. Sergio Álvarez ha vendido a lo largo de este año tres de sus propios caballos, uno de ellos hace apenas una semana. Zipper, con el que ganó en 2012 el Gran Premio-Copa del Mundo de Verona, acabó en manos del millonario, Alexander Onishenkoa; la yegua Babilonia, con la que conquistó el Gran Premio del CSI2, a Haya de Jordania; y días antes de se confirmara la ruptura colocó a Carly, otra yegua, a la millonaria Edwina Alexander.
Son las dos caras de la separación. La heredera de Inditex –Ortega tiene otros dos hijos, Sandra y Marcos, de su matrimonio con Rosallía Mera— protagonizaba semanas antes un amable reportaje que ocupaba la portada de Vanity Fair que ensalzaba su fama de millonaria «normal» con algunos caprichos, como los complementos de lujo.
Nada de escándalos
Ahora lo que preocupa en el círculo de los Ortega, donde todo se mide al milímetro, es que la ruptura sea también milimetrada, hasta el punto de convertir en un pacto «amistoso» lo que era una separación cantada. Lo más importante, aseguran los próximos a los Ortega, es el bienestar del otro Amancio, el hijo de Marta y el jinete Sergio Álvarez, que apenas ha cumplido dos años como último eslabón en la cadena sucesoria del imperio.
Los rumores habían empezado antes pero tomaron fuerza cuando trascendió en octubre de este año que Sergio Álvarez había abandonado el domicilio conyugal. La versión de los más próximos a la familia Ortega es que el matrimonio intentó reconducir el rumbo, pero que fue imposible. Se lanzó entonces una puesta en escena de pareja bien avenida.
La custodia del niño se la quedará con toda probabilidad Marta. Parecería ridículo que solicitase una pensión a Sergio la heredera del hombre más rico de España. Y parecería absurdo que la familia que lo mide todo al milímetro hubiese aceptado un matrimonio en bienes gananciales cuando incluso el caballo que Ortega regaló a Sergio Álvarez – Carlo 273, que costó cerca de 12 millones y que duerme en el hipódromo de Casas Novas– está a nombre de su hija.