La plantilla de Miró boicotea las tiendas en reclamo de sus nóminas
Los trabajadores, con pagos pendientes desde julio, comienzan a organizar protestas y "piquetes informativos" en la entrada de los establecimientos
La enésima crisis que atraviesa la cadena catalana de electrodomésticos Miró ha terminado con protestas frente a sus establecimientos en Barcelona. Los empleados en baja y con permiso retribuido por la delicada situación económica de la empresa, que se enfrenta nuevamente al concurso de acreedores, han terminado con el llamado de protestas frente a los establecimientos.
Los trabajadores quieren presionar a la empresa para cobrar sus sueldos retrasados y convocaron a una concentración de protesta en la tienda de la calle de Sant Antoni, una de las más emblemáticas de la cadena, ubicada en el centro de Barcelona.
Allí, un grupo de trabajadores informaba a los clientes que la compañía no paga los sueldos a pesar de tener recursos económicos suficientes, según explican los trabajadores.
Los afectados también colgaron carteles con mensajes de descrédito a la compañía. «Miró no paga sus sueldos aún teniendo liquidez para hacerlo», explicaban los carteles que colgaron los trabajadores frente a la tienda.
Media plantilla despedida
Los afectados planifican repetir las concentraciones hasta lograr que la empresa cancele sus sueldos retrasados. Miró paga con normalidad a los trabajadores que asisten a diario a sus tiendas, pero ha frenado los pagos de la plantilla que está afectada por los permisos retribuidos (la empresa aceptó enviar a casa a un buen número de trabajadores por la escasa actividad comercial).
La empresa anunció que la totalidad de la plantilla, más de 300 trabajadores, quedan afectados por un Expediente de Regulación de Empleo, ERE, pero esta semana ha reducido la cifra hasta unos 180 trabajadores.
La compañía, propiedad del fondo de capital riesgo Springwater, tiene la esperanza de que logre vender algunas de las tiendas a otras cadenas de distribución, con lo cual espera salvar los puestos de la mitad de la plantilla. La operación hace pensar que la empresa, que afronta su tercer concurso de acreedores en los últimos años, podría estar condenada al cierre definitivo.