La crisis de Pescanova divide la opiniĆ³n de la sociedad

Mientras hay quien apela a la 'galleguidad' de la compaƱƭa, otros critican la opacidad de sus cuentas

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Pasadas tres semanas de la entrada en preconcurso de Pescanova, con una deuda real desconocida que podría rondar los 2.600 millones de euros, y con 1.500 trabajadores a las espaldas sólo en la comunidad, Galicia está estupefacta. La crisis de la segunda empresa gallega en facturación y número de empleados, por detrás de Inditex, tiene distintas interpretaciones. Para muchos, el problema de Pescanova deriva de unas cuentas opacas que esconden una deuda que podría abocarla a una posible suspensión de pagos. Los trabajadores insisten en que sólo es un problema puntual derivado de la deuda de corto plazo y no falta quien, en medio de todo el conflicto, se envuelve en la bandera.

Agarrarse a la importancia del grupo pesquero en Galicia y a la necesidad de mantener la galeguidade de la compañía frente a la supuesta amenaza de Carceller y Luxempart –los accionistas rebeldes— es un discurso que puede servirle a Manuel Fernández de Sousa, el presidente, para desviar la atención de un entramado de filiales de números nada transparentes.

Vigo y Pescanova

Para Xoán Carmona Badía, catedrático de instituciones económicas de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) la crisis de Pescanova se ve de forma distinta según en que lado del Padornelo se encuentre uno. “Visto desde fuera, para Madrid es un problema de inversión”, expone. Desde dentro, la situación es más compleja.

“Aquí no es esa la cuestión”, matiza el autor de Empresarios de Galicia. “Para Atlanta es muy importante que Coca Cola esté allí. Para Vigo es importante que Pescanova tenga sede allí, se haga desde allí y cree redes allí. Ser globales no significa no ser locales. De hecho, es su principal garantía”, explica.

Uno de los primeros en apelar a la galleguidad de la pesquera fue Enrique López Veiga, actual senador por el PP y conselleiro de Pesca con Fraga. “Me gustaría que siguiese siendo gallega, sus fundadores fueron profundamente galleguistas y universales”, dijo el político, quien insistió en que la compañía de Chapela es “una insignia” de Galicia.

Las crisis de la pesquera

La historia de Pescanova ha estado marcada siempre por su carácter innovador y por las crisis periódicos que ha ido sufriendo la compañía. Comenzó su andadura dando un salto en el desarrollo del sector pesquero gallego embarcado hacia el Gran Sol, para ir a pescar al hemisferio sur por primera vez en el Estado y en Europa. Contó para ello con el capital de los hermanos Fernández López, empresarios curtidos en Zeltia, y el asesoramiento del galeguista Valentín Paz Andrade, entre otros. Detrás de Pescanova fueron el resto de empresas, que también copiaron la tecnología de los barcos amartillados en el histórico astillero Ascón, capaces de congelar el 100% de la carga. “Pescanova envía a Patagonia y Suráfrica barcos con nombre gallego, los Andrade y los Lemos”, recuerda Carmona.

Y en cada época sufrió su crisis, aunque ninguna con las características de esta. En 1968, Pescanova se enfrentó a la primera saturación del mercado. En los 70 llegaron los problemas para acceder a los caladeros. Pescanova optó por realizar un procesado más completo y crear filiales en los distintos países, frente a otras empresas del sector que optaban por negociar tratados en cada territorio. En 1995, Manuel Fraga tuvo que desembolsar 42 millones de euros –7.000 millones de pesetas– a cambio de que la empresa no vendiera su marca comercial y mantuviera su sede central en Vigo.

El adiós de las cajas

La crisis actual de Pescanova también es interpretada desde el prisma político, por lo menos del lado de la oposición, como un reflejo del declive del empresariado gallego. “Las entidades financieras gallegas no existen y eso se nota tanto en la industria de la alimentación como en el resto de la industria”, asegura el portavoz parlamentario del PSdeG, José Ramón Val Alonso. “Falta capacidad para financiar a las empresas y, si hablamos de las dos cajas gallegas, hablamos de dos accionistas de Pescanova. La fusión trae estos problemas”, concluye.

Las cajas de ahorros también eran fundamentales para el bastón de mando de Fernández de Sousa, que ejerció un control férreo sobre la pesquera y sobre sus cuentas. “Las cajas eran importantes porque, junto al capital familiar, le permitían mantener un núcleo de control importante y, desde el punto de vista de la deuda, todo era más sencillo”, afirma Xoán Carmona.

La intervención de la Xunta

Sin cajas en Galicia y sin liquidez en Pescanova, la Xunta se mantiene a la espera. El propio Alberto Núñez Feijóo ha asegurado que su Gobierno está dispuesto a ayudar al grupo pesquero pero, para eso, es necesario conocer la deuda real de la compañía, una incógnita que lleva tres semanas sin despejarse. Cuando lo sepa, decidirá qué papel jugará en el proceso.

El BNG mira con recelo la hipotética intervención del Gobierno gallego. “Es lamentable la falta de control público y la falta de regulación con empresas de una opacidad tan importante. Si la Xunta decide invertir en empresarios que hicieron campaña a favor del PP en 2009, esperamos que tenga un control riguroso de esos fondos, porque son los impuestos de los gallegos”, dice la diputada nacionalista Montse Prado.

‘Galleguidad’ a debate

Lejos de lo que se pudiera llegar a pensar, la apelación al galleguismo, no es algo que le sirva al Bloque . “Pescanova perjudica al sector pesquero gallego. No sé cómo calificar que se apele a la galleguidad para que se inyecten fondos públicos en una empresa que contribuye a introducir de forma masiva productos foráneos y que apuestas por la deslocalización y la acuicultura”, expone Prado.

Sobre la crisis de Pescanova, los sindicatos prefieren esperar acontecimientos. Se quedan con lo que les dijo la dirección el día en el que se presentó el preconcurso de acreedores, “que la plantilla no corría peligro”.

Los trabajadores arropan a Fernández de Sousa

Solo dos semanas después del inicio del conflicto, habló el comité de empresa. En un acto en el que no estuvieron presentes, como tal, los sindicatos, los trabajadores leyeron un manifiesto. No se permitieron las preguntas a la prensa. Tan sólo se leyó un comunicado en el que cerraban filas en torno a Fernández de Sousa.

“Fue una medida natural que surgió de los comités de empresa para pedirle a los proveedores y a las entidades financieras respaldo para la compañía”, explica Francisco Villar, de CCOO. Los sindicatos han mantenido reuniones con los jefes de fábrica y responsables de recursos humanos de la compañía, pero solcitan mantener una reunión un peldaño más arriba, con la dirección de Pescanova. “Necesitamos saber si se van a vender activos, cómo nos afecta”, insiste Villar.

“Son más de 1.500 puestos de trabajo y, en ese sentido, si es necesaria una ayuda de la Xunta parece razonable que se otorgue. Estamos seguros de que es una empresa viable”, concluye.

Robert RodrĆ­guez

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