Análisis | Nissan y Janet Sanz

Las declaraciones de la mano derecha de Ada Colau de "reconversión" obvian que el automóvil representa el 10% del PIB español

Parking de Nissan, vacío de trabajadores de la compañía./ EFE

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Los trabajadores de las factorías barcelonesas de Nissan han decidido ir a la huelga indefinida a partir del 4 de mayo, fecha en la que la empresa había decidido reemprender las actividades. El conflicto de dichas factorías lleva meses fraguándose por la crisis del sector y, por supuesto, la situación económica derivada de la pandemia hace predecir que las ventas de automóviles se verán muy afectadas. Si los trabajadores de las cadenas de montaje barcelonesas ya estaban expectantes ante el posible cierre que decidiera la matriz japonesa, el problema sanitario ha añadido preocupación. Sospechan que se van a reincorporar por un par o tres de meses, antes del cierre definitivo. El tiempo que se tarde en fabricar un modelo para Mercedes. Es decir, se quejan que van a arriesgar su salud, sin perspectivas de futuro.

Se puede elucubrar mucho si este es o no es el mejor momento para convocar una huelga indefinida. Probablemente no, pero como yo no estoy en la piel de un trabajador de Nissan, prefiero no hacer afirmaciones rotundas. Es más, supongo que el colectivo laboral de esa empresa no habrá tomado la grave decisión sin meditarla y sopesar los riesgos. Ahora bien, como simple ciudadano, me preocupa la situación. Un conflicto de esta envergadura, que se puede extender a las factorías de Cantabria y Ávila, puede ser socialmente muy problemático, con repercusiones externas, de forma que sería deseable que los departamentos de industria, tanto del gobierno catalán como del nacional, se pusieran las pilas e intentaran una mediación con urgencia.

En este país se le da con frecuencia la razón a aquel dicho que reza “Éramos pocos y…”. Pues bien, en este caso el parto de la abuela se ha plasmado en unas declaraciones de la inefable Janet Sanz, teniente de alcalde y ojito derecho de nuestra alcaldesa. Coincidiendo con la citada radicalización del conflicto de Nissan, se han conocido unas declaraciones suyas en las que propone que no se reactive el sector del automóvil, aprovechando el parón actual. Probablemente la coincidencia ha sido al azar, pero supongo que la citada señora debía estar informada del conflicto de Nissan y de la situación muy difícil en la que se pueden encontrar los trabajadores de las distintas plantas automovilísticas españolas.

¿Fabricas de bicicletas?

Propone una “reconversión”, como si reconvertir un sector que, en un buen momento, representa el 10% del PIB español (supongo que, proporcionalmente, del catalán bastante más), fuera un juego de niños. Acordémonos de las “reconversiones” que se hicieron en el momento de la entrada en la CEE. Y reconversión ¿en qué? ¿Fábricas de bicicletas, que es el medio de transporte que dijo querer potenciar? Por supuesto la patronal ha pedido su dimisión y no creo que, no ya los trabajadores de Nissan, sino también los de Seat (cuya producción se va a limitar de momento a un 30% de lo habitual y ha anunciado un ERTE) estén jaleando la iniciativa de la señora Sanz. Creo que nuestra teniente de alcalde no es verdaderamente consciente de lo que está ocurriendo, ya que es muy probable que propuestas como esta ni siquiera ahora tengan audiencia entre sectores radicales de las clases medias, que constituían su público.

Con frecuencia leo que la bandera de la nueva izquierda tendría que tener tres colores: rojo, violeta y verde, en correspondencia con las reivindicaciones clásicas de los asalariados, el feminismo y el ecologismo. No hace falta ser un lince para ver que los dos últimos colores corresponden a reivindicaciones transversales (lo que antes se llamaban interclasistas). El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora; hace ya tiempo que ha perdido el adjetivo. Y por lo que hace a la lucha contra el cambio climático, sería un grave error tomar los exabruptos de Trump y Vox como representativos de lo que piensa la derecha sobre la transición energética. Sobre todo porque habrá un buen dinero a ganar. Ahora bien, en situaciones en que la izquierda decida sacrificar a la brava el rojo en aras del verde, para centrarme en lo que me ocupa, entonces sí que Vox y otros (no toda la extrema derecha europea es negacionista) se podrían poner las botas. Brevemente, si la transición energética, que será muy costosa, la acaban pagando los de siempre.

Aumento de la producción

Por ejemplo, la supuesta generalización del coche eléctrico ¿irá acompañado de un aumento de la producción de energía que estabilice la relación oferta-demanda? Y me lo pregunto también en función de que, además, se pretende cerrar las nucleares.

Previamente a lo que estamos viviendo se pretendía un ambicioso plan destinado a combatir el cambio climático, pero entiendo que ahora  se habrán de modular los tiempos, porque lo prioritario será evitar que millones de personas caigan en la miseria. Y dado que todo tiene un precio, en este caso contamos con la “hucha” de los muchos miles de toneladas de CO2que no se han emitido, y las que se dejarán de emitir en un próximo futuro, ya que durante bastantes meses la actividad industrial y de transporte funcionará al ralentí. En definitiva, sí a la reconversión energética, pero no a pagarla con sufrimiento humano.

Por cierto ¿lo comentado es una muestra del bolchevismo que la derecha denuncia continuamente? ¿Por qué no se sinceran y dicen que lo que les asusta, a ellos y a otros muchos, es la irresponsabilidad y no la toma del Palacio de Invierno cualquier día de estos?

Economía Digital

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