Industria financiará el giro verde de Celsa a la espera del rescate de la SEPI
La compañía rediseña el comité de dirección para dotar de mayor relevancia a la rama sostenible de su negocio, con la que pretende seducir a la administración como empresa estratégica
Celsa logra buenas noticias del Gobierno. No es el premio gordo del rescate de la SEPI, pero al menos si consiguió la pedrea del Ministerio de Industria. El departamento dirigido por Reyes Maroto avala la apuesta por la sostenibilidad de la siderúrgica con 2,5 millones de euros; una cantidad modesta para la organización pero que muestra la confianza del Ejecutivo en su estrategia. La firma además rediseñó el comité ejecutivo para dotar de mayor protagonismo a su lado verde en la mesa de dirección.
El conglomerado de la familia Rubiralta captó 2,5 millones de euros del paquete de 57,4 millones que Industria repartió entre 30 proyectos vinculados a la sostenibilidad en la industria. El dinero se destinará a subproductos surgidos de la producción de acero y en mejorar la eficiencia energética de sus plantas.
El músculo verde se ha convertido desde hace meses en uno de los argumentos que Celsa expone para justificarse como empresa estratégica en el futuro de la siderurgia en Europa. La firma pretende lograr emisiones de CO2 positivas para 2040. De este modo, defiende que se adapta a los objetivos de descarbonización de la Unión Europea, a los que, de hecho, se adelanta.
Con un histórico abultado de refinanciaciones (ya van 14), el impulso verde podría incluso favorecer las relaciones de la siderúrgica con la banca. Si ahora son reacias a relacionarse con la empresa –vendieron sus créditos a fondos de inversión ya antes de la pandemia— su deuda podría incluso llegar a ser financiación verde para sus objetivos de sostenilidad.
De momento eso sí las entidades apenas tienen abiertas líneas de crédito para las necesidades de circulante de la compañía. La mayor parte del pasivo recae en manos de fondos como Apollo, Golden Tree, Sculptor, Deutsche Bank y CVC, que ya compraron su deuda a la banca con importantes quitas antes de la pandemia por las dudas de las financieras de su cobro.
Celsa dio entrada a Xavier Cabré al comité ejecutivo y trasladó a Juan Carlos Orozco a la dirección de Estrategia y Sostenibilidad
Para demostrar que el discurso verde es serio, Francesc Rubiralta, presidente de Celsa, reformuló el comité ejecutivo y dio entrada a Xavier Cabré como director de Economía Circular y a Juan Carlos Orozco –hombre fuerte de los Rubiralta–, como director de Estrategia y Sostenibilidad. Este último ocupaba el puesto de director financiero, que pasará ahora a manos de Javier Echávarri.
El órgano decisorio queda compuesto por trece hombres. Además de Rubiralta, Orozco, Cabré y Echávarri, Francesc Mesegué es el director de Operaciones, Luis Sanz es el director comercial, Pere Oteo es el director de Recursos Humanos, Víctor Martínez es el director de Celsa Barcelona Group, Carles Rovira es el director de Celsa UK, Ignacio Pérez es el director de Celsa Nordic, Carlos Dia es el director de GSW Group, Josep Vilaseca es el director de Celsa France y Juan Antonio Veristain es el director de Celsa Polonia.
Celsa espera a la SEPI
La compañía catalana aspira así a vivir un 2022 que siga la tendencia positiva de 2021. El grupo estima que alcanzará los 5.200 millones de ingresos, casi 2.000 millones más que la cifra de negocio de 2020, un ejercicio marcado por la crisis sanitaria.
Para llegar a ello Celsa necesita el rescate de la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI) a través del Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas; una ayuda que rondaría entre los 500 y los 600 millones de euros. El parón de la actividad causado por el coronavirus agujereó las cuentas de una empresa que, eso sí, ya tuvo que afrontar innumerables refinanciaciones durante la época de bonanza y que, a pesar de que siempre cumplió, ya estaba muy presionada por la banca.
Sin embargo, el freno de la producción segó los ingresos y provocó el incumplimiento por primera vez de sus obligaciones financieras con los fondos. Con los pagos enmarañados en los juzgados, la compañía necesita del oxígeno público para aligerar su pasivo –de aproximadamente 2.700 millones–, que se disparó cuando la agresiva política de adquisiciones se topó con la crisis financiera de 2008.
Celsa es víctima del atasco que vive la SEPI desde el caso Plus Ultra, que retrasó el reparto del dinero por el revuelo originado alrededor de la aerolínea. Desde entonces, solamente se aprobaron algunos expedientes vinculados sobre todo a empresas turísticas, con poca capacidad de generar ingresos durante los meses fríos del año.