‘Gatillazos’ empresariales del sector de los negocios independentista
Ranking de los mayores fracasos de los patrones primero próximos al separatismo ideológico y ahora al práctico
El lenguaje coloquial genera equívocos sobre la acepción de ‘gatillazo’. La Real Academia define el sustantivo como «el error de puntería al ejercer excesiva presión sobre el gatillo de un arma de fuego». También se acepta «la incapacidad repentina y transitoria de los varones», pero la definición callejera no aplica en este reportaje.
Desde que el nacionalismo catalán ganó la Generalitat en las urnas (1980), los dirigentes de Convergència y su sector negocios se han preocupado de crear las famosas estructuras de Estado, aunque sin tanto marketing como Artur Mas, con menos ruido y, he aquí la diferencia sustancial, con el ánimo de convivir con España mientras hiciera mirara a otra parte.
Hay empresarios que cruzaron líneas rojas por la patria catalana y, cada vez que ello ha sucedido le han dado un golpe bajo a la cuenta de resultados. Además, las investigaciones judiciales atan determinados casos a la maquinaria de latrocinio apadrinada por el ex presidente catalán, Jordi Pujol. Esperemos a los tribunales en los casos abiertos.
Por ahora, es factual que la «falta de puntería» empresarial por «exceso de presión» es lo que llevó a la quiebra los cinco grandes proyectos del sector negocios independentista. Uno por remanso estratégico (finanzas, energía, transporte, medios y telecomunicaciones).
Gatillazo 1: Banca Catalana, la descomposición de la honorabilidad
En diciembre de 1982, cuando el PSOE obtuvo su primera mayoría absoluta, Banca Catalana estaba ya intervenida por el Banco de España. El entonces gobernador, José Ramón Álvarez Rendueles, nombró un consejo de administración técnico para reflotar la entidad y le dio la presidencia al financiero catalán Eusebio Díaz Morera. Hasta aquel momento, la autoridad monetaria desconocía el agujero patrimonial de Banca Catalana, fruto de la suma de los activos ficticios y lo activos falsos que manejaba la entidad.
Los números de Díaz Morera, ayudado por una auditoría externa de Arthur Andersen, cifraron el agujero que permitía inculpar por quiebra fraudulenta al consejo anterior presidido por Pujol. Aquí empezó realmente el reguero de encontronazos de Pujol con la ley hasta llegar a la decisión de archivar el caso y no someter al político nacionalista a un juicio oral.
Este desenlace fue producto de una votación ejercida por lo miembros del Tribunal Supremo en Barcelona que por un voto decidieron no someter a juicio al ex presidente de la Generalitat. Su abogado defensor, Joan Piqué Vidal, gozaba entonces de un prestigio profesional innegable. Aunque, aquel reconocido penalista fue cometiendo desatino tras desatino hasta verse envuelto a la demanda con los directivos de KIO y Gran Tibidabo.
Finalmente, fue acusado de colaborar con el juez falsario Luis Pasqual Estevill, que había sido nombrado miembro del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) por CiU. La caída de Banca Catalana tardaría todavía un tiempo. Fue un edificio en descomposición adquirido por el Banco Bilbao de la época. La honorabilidad de Pujol empezó entonces a marchitar en un largo periodo de putrefacción, que culminaría con la confesión de 2014.
Gatillazo 2: Petrocat, el sueño ruinoso de la Campsa catalana
Fue Joan Hortalà, el actual presidente de Bolsa de Barcelona y profesor de teoría Económica, quien fundó Pretocat antes de 1984, en la primera legislatura de Pujol –gobernó en coalición con la ERC de Heribert Barrera–. Este último colocó a Hortalà en Industria y el consejero fundó, después de muchos intentos, la Campsa catalana, bajo la presidencia de Josep Piqué, director general de Industria en aquella etapa. Distribuir carburante, alcanzar el negocio del retail realizando una integración petroquímica era un viejo sueño.
A la vista de que no se podía levantar un grupo público en la primera fase de la integración, basado en el núcleo petrolífero de Tarragona, se optó por primar la segunda fase, donde están realmente los márgenes: la red de gasolineras. Y ahí empezó un reparto vergonzoso entre mini lobbies convergentes para hacerse con un pastel que prometía y que acabó fracasando.
Mientras España sacó partido a las privatizaciones de Endesa o Repsol, conformando las élites extractivas del sistema, Cataluña no supo hacerlo con la alícuota parte del mercado catalán de los derivados del petróleo. El entonces secretario general de presidencia de la Generalitat, Lluis Prenafeta, desplazó a Piqué de Petrocat y colocó a un directivo afín sin experiencia real en la alta gestión, Josep María Calmet, ex presidente de la Cámara de Comercio de Manresa. Y sobre él cayeron como aves rapaces los enviados de las diferentes tesorerías de CDC; una de ellas, las más activa y tristemente célebre: la de Jordi Pujol Ferrusola.
Gatillazo 3: Spanair, de span ‘no de Spain’
La aerolínea que fundó Gerardo Díaz-Ferrán derivó en el primer gran proyecto empresarial catalanista que se impulsa desde fuera de Convergència, aunque amarrado por sus asfixiantes tentáculos. Un tripartito marcadamente soberanista decidió mover hilos para que un grupo de empresarios afines comprara a la escandinava SAS la mayoría del capital de Spanair por un euro.
El objetivo era contrastar a la «malvada Iberia» y dar sentido a un hipotético centro de conexiones (hub) en el aeropuerto de Barcelona. El proceso de hundimiento generó anécdotas tan chirriantes como la que protagonizó el siempre liberal Andreu Mas-Colell, que se olvidó el pasaporte cuando corrió a Doha para negociar in extremis con Catar la salvación de la compañía. Evidentemente, el consejero de Economía esperó varias horas en la aduana.
La broma acabó con Ferran Soriano entregando al juez la mayor quiebra de la aviación española, valorada en 600 millones. La mitad impactó de llenó en el erario catalán. Respecto a la «malvada Iberia» dejó en herencia para Barcelona una de las aerolíneas más rentables de Europa. Vueling, que presidía Piqué, acudió al rescate de los pasajeros que la compañía de bandera catalana dejó tirados un frío viernes de 2012.
Aquella tarde, un tripulante, harto de Soriano y al verse en la calle tan pronto llegara a la Ciudad Condal, explicó en Valencia a un pasajero indignado y que culpaba a Madrid del asunto que «Spanair viene de span, una pieza del ala del avión, no del anglicismo Spain». La aviación es cruel, con unos márgenes escasos y demasiados riesgos –piensen, ¿no es milagroso que un avión despegue?—, pero a Spanair la mató una cúpula llena de políticos y empresarios voluntaristas, no de especialistas.
Gatillazo 4: ‘Avui’, la defunción disimulada de un diario
Desde su constitución, el diario Avui fue deficitario por las bajas suscripciones de lectores de prensa en catalán. Pero precisamente, su debilidad, las suscripciones, acabó siendo su mejor aliado en la medida en que la masa de lectores en catalán ganaba peso y rejuvenecía con la incorporación de jóvenes salidos de las escuelas y de la ley de normalización lingüística. Pujol se dio cuenta tarde de que Avui era una joya del futuro. Primero, tras su mayoría absoluta de 1980, Pujol apostó por El Correo Catalán, una cabecera tradicionalista que había ido reuniendo en su redacción a periodistas de afinidad nacionalista.
El Correo Catalán figuraba como el principal activo de la gestora editorial Promo Premsa, presida por Xavier Ribó (entonces presidente del BIM, filial de Banca Catalana) y que años después fue desempeñada por Carles Sumarroca (Comsa Emte y uno de los fundadores de Convergència); y finalmente paso a manos Joan Carles Rovira, entonces presidente de la patronal Pimec, de afinidad demócrata cristiana y nacionalista. Rovira cerró El Correo Catalán y Pujol, por consejo de Miquel Roca (portavoz de Minoría Catalana en el Congreso), centró su atención en el Avui.
Eran los tiempos de la fundación de TV3, cuando ya Catalunya Ràdio había mostrado su capacidad para liderar audiencias que figuraban en el haber de la Corporació Catalana de Radio i Televisió, a falta de una verdadera competencia, que llegaría más tarde con RAC 1, la emisora de Grupo Godó. La Fundación Premsa Catalana, propietaria entonces del Avui, estaba presidida por Antoni Subirà, fiel a Pujol, consejero de Industria, fundador de CDC y pariente del presidente.
Subirà dejó el diario para convertirse en el portavoz de CiU en el Parlament. Le sustituyó en el diario Carles Sumarroca. Hoy el Avui camufla su defunción al compartir mancha con El Punt.
Gatillazo 5: Movilcat y Parlem Telecom, 4G envuelta en la senyera
Muriel Casals y los actores Joel Joan y Toni Albà relevan a los jóvenes divertidos y las modelos cautivadoras que las telefónicas eligen normalmente para protagonizar sus anuncios. Parlem Telecom prefiere al juez que escribió una constitución catalana, Santi Vidal, en blanco y negro sobre fondo amarillo. «Mi primera llamada desde un móvil es gracias a Parlem. Y ésa no puede ser otra que la que haré al president de la Generalitat, Artur Mas«. Parlem Telecom, que impulsa Joan Font, ha logrado 5.000 de los 40.000 clientes previstos.
Antes, varios empresarios de la cuerda nacionalista intentaron otro experimento similar con Movilcat. También falló. Este año, el proyecto de elevar una telefónica catalana topó de bruces con un mercado que o busca precio o servicio. No hay grises en el mundo del 4G. La de Font es una empresa que no ofrece ni una opción ni la otra. Apuesta por «unos valores de país».
Así será, aunque Meinrad Spenger, el socio tecnológico, empeñado él en construir un operador español que sople la nuca a Vodafone y Orange, ponga mala cara frente a los analistas cuando le preguntan ¿qué pasa con Parlem? Todo un corte de… digestión.