Este es el hombre plano que pretende presidir Foment
La trayectoria de Antoni Abad lastra las opciones del empresario egarense para dirigir la gran patronal catalana, a la que ha acusado de ''vasallaje'' al Gobierno de España
Antoni Abad, presidente de Cecot, no ha dejado de imprimir su huella soberanista a la patronal de Terrassa, que hoy es un ejemplo de organización empresarial sesgada, aunque él prefiere calificarla de «comprometida». El hombre que ha anunciado emprender el camino hacia la presidencia de Foment del Treball es un buen gestor formado en la escuela de negocios Esade, con un montón de hilos conectados al mundo de la empresa familiar mediana. Ha pasado por el turismo, la moderna confección y las finanzas. Ahora desempeña además vocalías en los consejos de administración de varias empresas.
Nació con el estigma de la empresa familiar. Ha llevado lejos el estandarte de su propia marca, Filservis, una empresa de trefilería metálica fundada por su padre y recuperada ahora en la segunda generación por su hermano, un ingeniero industrial, que le dedica su tiempo completo. Abad se ha desmarcado en parte de Filservis para centrar su actividad profesional en Europort, una consultora financiera centrada en el difícil mercado de los recursos que llegan con dificultad a las empresas de tamaño mediano.
La mochila convergente
Cecot es conocida como parte de la mochila empresarial que presentan Artur Mas y Carles Puigdemont en el arranque del Partit Demòcrata Catala, la antigua Convergència, donde Abad llegó a integrar una de sus listas electorales.
Hoy son conocidos los anhelos de Cecot en el contencioso territorial, pero apenas sabemos algo de lo que propone la patronal egarense respecto a la reforma laboral del Partido Popular que se debate en el Congreso y que ha sido el «aval regulador» –palabras de la ministra Fátima Báñez– para acabar con miles de empleos, especialmente en comarcas industriales, como El Vallés. Cecot es un buen ejemplo de las instituciones económicas en las que la batalla territorial Cataluña-España ha ido por delante de los derechos sociales.
La salida de Rosell
A Abad le han birlado una silla en la ejecutiva de Foment. Le tocaba desempeñar una vicepresidencia que le dejó franca Joan Rosell en el momento de trasladarse a Madrid a presidir la CEOE. Era un quid pro quo hacia el empresario soberanista que ocuparía la plaza de Joaquín Boixareu, más frontal y difícil de manejar que Abad. Pero no pudo ser o quizá sea más exacto decir que el actual presidente, Joaquim Gay de Montellà, olvidó la promesa de Rosell.
En el momento de su sucesión en Foment, Rosell solo pensó en darle manos libres a su amigo Gay de Montellà, nieto de Vidal i Ferrer, el patrón de la histórica Fàbrica del Mar (Vilanova i la Geltrú), un industrial que presidió la patronal catalana en la época del tancament de caixes, la primera afronta fiscal de los empresarios catalanes contra la Hacienda del Estado.
Antoni Abad denuncia el «vasallaje» que rinde la gran patronal catalana al Gobierno de España. Desde la cúpula empresarial se le responde que su relación con el poder no tiene «naturaleza política» y, sin embargo, él recuerda que Foment «no ha dejado de hacer política desde donde alcanza la memoria», como dice a menudo Manuel Milian Mestre, consultor histórico de la patronal, ex diputado del PP y uno de los pocos puentes que quedan en pie entre Madrid y Barcelona, en la era de la intemperancia soberanista.
Las aspiraciones de Abad
Abad está dispuesto, pero su trayectoria como líder empresarial (lleva 13 años en el mismo cargo en Cecot) resulta bastante plana si la comparamos con los hombres del pelotón de cabeza que rigen los destinos del mundo corporativo, como Rosell o como el mismo José Luis Bonet (Freixenet), que preside la poderosa Cámara de Comercio de España.
Al presidente de Cecot se le ha relacionado con la futura presidencia de la Cámara General de Cataluña, el resultado de una nueva Ley de cámaras impulsada por el consejero de Comercio de la Generalitat, Jordi Baiget. Pero Abad lo niega rotundamente: «no me consta este intento; nadie ha hablado conmigo de esta posibilidad y yo estoy centrado en el mundo patronal; no tengo relaciones ahora con las cámaras de comercio».
Si el campo de batalla es Foment, conviene recordar que el nacionalismo ha tratado siempre de proyectar su sombra política sobre la gran patronal. El de Abad habrá sido el último intento, pero sea como sea, cada vez que el viejo buque de la armada industrial nota la presencia política rechaza el abrazo del oso. Foment utiliza para ello su mejor arma: la opinión desdibujada pero siempre fiel de su Consejo Consultivo, compuesto por los cien primeros empresarios catalanes, una instancia cincelada en barro por fuera, pero recubierta de hierro por dentro. Abad ha querido hacer oír su voz en el Consultivo sin advertir que la nomenclatura hecha de silencios puede más que la opinión apresurada.
Un rigor propio de Esade
Antoni Abad ha cumplido siempre su compromiso con las empresas. Su paso por Esade es una muestra de ello. Ha sido profesor en los cursos de licenciatura y ha tomado parte activa en la formación de los masters, MBA, de la prestigiosa escuela de Pedralbes. De sus años de estudiante recuerda el rigor técnico y moral de profesores como Eugenio Recio, referencia española de la Economía Social de Mercado, el modelo que germinó en la Alemania de la reconstrucción.
Pero por vocación íntima, Abad se siente más atraído por las ideas del liberalismo económico «siempre que sean compatibles con el respeto a los derechos». Ha colaborado en las aulas con el profesor Joan Masons y se siente defensor de la responsabilidad social corporativa, una doctrina a la que él le cambia el adjetivo (corporativa por empresarial) dado su relación con el tejido productivo de medianas y pequeñas sociedades.
Su experiencia en la consultora Europort le permite la perspectiva y su visión como presidente de Cecot le ofrece el barniz multisectorial. Pertenece de origen a un mundo de relaciones con la llamada endogamia industrial catalana y ha desarrollado iniciativas con sagas familiares concomitantes, como los Roca. Abad no le teme a la inestabilidad regulatoria del derecho a decidir y modifica así el radio de acción de este concepto: «muchos empresarios defendemos el derecho a ser consultados».