El magnate del acero cazado por Hacienda
José María Aristrain de la Cruz, vinculado al gigante ArcelorMital, enfila su condena definitiva en los tribunales tras defraudar al fisco más de 200 millones
El mito de las fortunas que encubren su sede fiscal a medio camino entre Suiza, Luxemburgo, Portugal y España tiene su último caso en José María Aristrain de la Cruz, el empresario del acero vinculado al gigante euroasiático ArcelorMital. La huella de Aristrain recorre el camino itinerante de figuras desaparecidas, como el industrial Julio Muñoz Ramonet, el ex alcalde y hotelero Eric Masó o el ingeniero catalán Bosch Aymerich, enriquecido gracias a la construcción de bases militares de la OTAN y primer español titulado en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Aristrain tiene su aquel. Se mueve de maravilla en Luxemburgo, el Gran Ducado de Jean-Claude Juncker, que también fue el preferido de dos de los padres del euro, el vizconde Étienne Davignon y el conde de Lanfalusi. Pero, según cuentan sus más cercanos, no aguanta mucho lejos del suelo patrio, hasta el punto de que la Agencia Tributaria ha convertido su nostalgia en el cuerpo del delito.
Hacienda le ha pillado a causa de sus paseos peninsulares. Salió fotografiado en un tendido de sombra de la Maestranza en la última Feria de Abril, el mismo día que la presidencia de la plaza indultó a Sobradiezmos, un Vitorino de cuartos saltarines, que no pudo ser toreado y que se ganó la gloria efímera de las dehesas.
Acerero y aficionado a la caza
De origen vasco, Aristrain de la Cruz es acerero y aficionado a la caza. Heredó de su padre, Aristrain Noain, una fundición reconvertida que entró a formar parte de Aceralia tras la gran reconversión del Norte, la que jubiló los Altos Hornos de Vizcaya y apagó para siempre el fuego para solaz de los chatarreros.
Su empresa familiar acabó englobada en el magma ArcelorMital, cuyas plusvalías latentes le han hecho millonario. Llegó a poseer el 3% del capital de la multinacional, una participación que, antes de la caída de la cotizaciones, tuvo un valor liquidativo de cerca de 3.000 millones de euros.
Impago de 200 millones
Desde hace bastantes años, Aristrain tiene sobre su pista a la Oficina Nacional del Fraude (ONI) de Hacienda que descubrió un impago de más de 200 millones de euros, un delito que, a juicio del Tribunal Económico Administrativo, le acarrea una petición fiscal de varias décadas de cárcel.
Ya en 2011 la ONI visitó su domicilio por orden del juez per él acreditó su paso fugaz por su país de origen. El juez instructor constató que Aristrain había dejado de tributar por renta en 2005 al trasladar su domicilio a Suiza. Lo que abulta la base imponible ocultada es el impago de sociedades ya que que el industrial trasladó la titularidad de sus acciones de ArcelorMittal en Luxemburgo. Debió pensar que con polainas a la altura de la rodilla y gorro de caza calado hasta los lóbulos nadie sabría de él.
Juicio oral
Hace ya un año que el caso ha entrado en tiempo de juicio oral, después de que la defensa del empresario presentara un recurso a la Audiencia. Finalmente, el último capítulo procesal de este caso se vio no hace mucho cuando la sección 30 de la Audiencia Provincial de Madrid rechazó el recurso contra la decisión del instructor de procesarlo por delito fiscal. A la vista de otros antecedentes, es de suponer que el delito saldrá lavado a la superficie, cuando la Agencia Tributaria descubra lo que le ha costado la broma al presunto evasor.
La Hacienda española es un quid pro quo con pena de telediario. El procedimiento se ha repetido en los casos más sonados de deportitas de élite y poseedores de grandes fortunas: se hace pública la evasión lo que permite desvelar al mismo tiempo la culpa y su expiación, siempre que el acusado satisfaga la base defraudada y su cuantiosa multa. Era así antes de la amnistía de Montoro y sigue siendo así después de los Papeles de Panamá.
Bienes y patrimonio
Aristrain no estaba en la lista que hizo pública Hacienda el pasado diciembre porque su caso estaba ya en un juzgado sevillano en la vertiente penal (por la cuantía defraudada). De hecho, la línea de defensa del empresario consiste en demostrar que nunca pasa más de seis meses al año en nuestro país, lo que anula su condición de residente y amortigua su carga fiscal.
Pero tiene palacete en el Sevilla-Santa Cruz, cortijo andaluz y finca de caza en Valdepuercas (Cáceres); y amarra su yate algo más lejos, en Madeira, territorio portugués donde su viejo carguero, el Steel, rediseñado como un yate de recreo, luce la bandera de las Islas Vírgenes. Es un hombre de pitillera dorada y manos delicadas. Su paso por Cascais o Sintra le enmarcan en aquella aristocracia desterritorializada que señoreó casinos y palacios desvencijados.