El jamón no tiene quien lo quiera: crisis en la fundación que lo promueve
Los fabricantes del jamón español dejan morir a la institución que trabajó por un sello de calidad frente a los nuevos competidores chinos y mexicanos
El jamón serrano español ha matado a la fundación que trabajó por darle nombre internacional. No se trata de un asesinato vil sino más bien de una eutanasia asistida. Los fabricantes de jamón serrano han dejado morir a una institución que intentó promover la marca española del jamón serrano, pero desfalleció en el intento.
La fundación del jamón serrano fue impulsada en el 2000 por la patronal Confecarne, que agrupa al 80% de los productores de jamón serrano de España. Su propósito era promover el conocimiento del jamón serrano dentro y fuera de España ante los nuevos competidores internacionales que comenzaban a ganar mercado con jamones curados de menor calidad y más económicos.
La fundación hizo campañas en España aunque la repercusión internacional, uno de sus principales objetivos, fue más bien modesta, o nula, según apuntan fuentes del sector jamonero.
La fundación cayó en concurso de acreedores y ninguno de los 75 fabricantes que la conformaban ni de los organismos que la impulsaron hicieron demasiados esfuerzos para salvarla. La dejaron desangrarse, como cerdo en matanza.
Su última tarea
La fundación trabajó por darle cierta protección al jamón serrano español, principalmente frente a la feroz competencia china, que incluso ha llegado a usar el sello «jamón serrano» en los productos fabricados en ese país.
Para combatirlo, la fundación logró que el jamón serrano español obtuviese protección europea. Se trata de la distinción ETG (Especialidad Tradicional Garantizada). El jamón serrano español logró esta distinción que venía marcada en una contraetiqueta. Suponía una garantía para que los consumidores reconozcan un jamón genuino, auténtico y de calidad. Pero el logro, a juicio de los productores, era insuficiente.
Su último presidente, el director general de la marca Domingo del Palacio (Dompal) tramitó otra protección con muchas más garantías para el jamón. Se trata de la IGP (Indicación Geográfica Protegida), una distinción que otorgaría a los productores del jamón serrano español incluso medidas de protección similares a los de la propiedad intelectual.
Con este trámite, que está en proceso en Bruselas y que se espera su aprobación en el primer semestre de 2018, la industria espera lograr mayores protecciones y, con el sello de calidad, obligar a los productos chinos y mexicanos a crear otras etiquetas para sus productos.
Otras funciones
Pero el cierre de la fundación que protegía al jamón no significa que el producto español quede desasistido en la batalla internacional contra las copias del jamón serrano.
Una treintena de fabricantes de jamón, han impulsado en paralelo la marca «Consorcio Serrano» con el propósito de defender la calidad de este producto.
«Para que un producto obtenga el sello, tiene que ser español, tener un mínimo de 10,5 meses de curación y las piezas deber ser seleccionadas de forma manual, es decir, elegidas una a una, cuando tengan las condiciones óptimas», explica Miguel Ángel García, responsable de marketing del consorcio.
Los jamones chinos son curados en apenas siete meses y tienen menores costes operativos. China produce unas 200.000 piezas al año y comienza a conquistar nuevos mercados. La industria está decidida a combatir a los competidores más baratos en nuevos países, con o sin fundación.