El año en que Amancio Ortega rompió a llorar
2016 pasará a la historia por haber coronado durante horas al fundador de Inditex como hombre más rico del mundo y, a la vez, mostrar su lado más humano en su ochenta cumpleaños
El señor Ortega, como todavía se dirigen a él en Arteixo todas las mañanas, fue simplemente Amancio por un día para sus más de 152.000 empleados. Coincidió con su ochenta cumpleaños, un lunes de marzo aparentemente normal en la base de operaciones de Inditex. La emotiva fiesta organizada por la benjamina de sus tres hijos, Marta, y el calculado vídeo filtrado días después, rompieron con años de reservas y mostraron el lado más humano del empresario que le disputa a Bill Gates el puesto de hombre más rico del mundo.
Aquel día Ortega fue, por momentos, al acceder a las instalaciones del gigante textil y sorprenderse ante la fiesta que le habían preparado, un venerable patriarca sobrepasado por los acontecimientos, que incluso por momentos amagaba con ocultarse tras su hija, entre sollozos. Estaba superado. Las lágrimas acompañaron al fundador de Inditex durante buena parte del recorrido que, a modo de paseíllo, realizó entre sus trabajadores, ya fueran patronistas, ejecutivos, diseñadores, comerciales o planchadoras de bata blanca. Todos le arroparon, y casi todos se emocionaron con él.
De la foto al «flashmob»
¿Por qué 2016 pasará a la historia de Inditex como el año en que Amancio Ortega rompió a llorar? Hasta convertirse en habitual del papel salmón, el fundador de Inditex se ha visto obligado a transitar por muy distintas veredas, nada cómodas en su caso, muy al contrario de lo que le podría haber sucedido a cualquier otro empresario de éxito al uso.
Entonces un perfecto desconocido para la opinión pública, el dueño de Inditex decidió finalizado el verano de 1999 dar uno de los últimos pasos, el más duro, antes de la salida a Bolsa, cuando su empresa ya era un gigante en el sector. Tocaba hacerse la foto. La primera vez. Para una ocasión tan especial, nada mejor que el flamante informe anual público del grupo, donde se recogía su imagen junto a una carta de presentación. El zar de la moda daba la cara y rompía así décadas de anonimato.
Frente a la historia de ese sacrificio, el de la primera imagen pública, el flashmob organizado en Arteixo el pasado 28 de marzo supone todo un contrapunto emocional para quien hasta ahora había roto todas las barreras, excepto la muralla de discreción que quiso levantar desde los inicios de Zara, apuntalada por una vida lejos de los focos. Porque Ortega es prácticamente un desconocido para sus paisanos de adopción, los coruñeses y gallegos que ven en él, al igual que el resto del mundo, una historia espectacular de éxito hilvanada desde un humilde taller de confección.
Universo Inditex
A Coruña, donde reside y pasea a su perro Pepe, un chihuahua albino, va camino de convertirse en la ciudad dormitorio de Inditex. A ello contribuye tanto el éxito del grupo textil como la desertización financiera tras la crisis, con la desaparición de entidades como Caixa Galicia, Banco Pastor y Banco Gallego. El universo Inditex brilla todavía más en medio de un firmamento empresarial castigado por la deslocalización.
Ortega fue más Amancio que nunca ese día, en marzo, al peinar ya los ochenta años. El galáctico se hizo terrenal al abrazar a una hija que, por diferencia de edad, podía ser su nieta. Marta había logrado, el día de su boda, en 2012, que el patriarca de la moda rompiera también otra regla nunca escrita: nada de corbatas.
Cholo, como todavía le llaman sus compañeros de tertulia en el Club Financiero de A Coruña, rompió a llorar en público el mismo año en que Forbes le coronó, por horas, el hombre más rico del mundo, con sus 70.000 millones de euros, por delante de Bill Gates. Pero no fue al repasar el ranking de la revista, convertida en el más liberal vademecum del dinero. Sucedió al mirar de frente a sus patronistas y diseñadores. Y fue el día de su cumpleaños.