El 60% de municipios rurales no cuentan con sucursal bancaria
Las duplicidades por las fusiones, la caída de la demanda y la baja rentabilidad han llevado a la banca a cerrar 23.000 oficinas desde 2008
El Banco de España observa un déficit significativo de servicios financieros en los municipios rurales. De acuerdo con la información publicada en su informe anual este jueves, el 59% no disponía de sucursal bancaria en 2020.
El incremento es sustancial porque ese porcentaje se situaba en el 48% en 2008. La consolidación del sistema financiero español ha supuesto, entre otras medidas, el cierre de oficinas bancarias en todo el territorio nacional. De hecho, entre 2008 y hasta el cierre del ejercicio anterior, la banca española ha cerrado 23.170 oficinas.
En ciudades de mediano y gran tamaño se debe principalmente a la reestructuración que el sector bancario ha experimentado en este período, siendo en estas poblaciones donde se producían las mayores duplicidades tras la integración de distintas entidades financieras.
En entornos rurales se suelen justificar por la búsqueda de rentabilidad y la caída de la demanda, pero la reducción afecta a la población, sobre todo en relación con el acceso al efectivo, que no puede cubrirse, como otros servicios bancarios, a través de la banca electrónica.
Es por ello que las entidades han adoptado una serie de medidas compensatorias como las oficinas móviles (ofibuses) o los agentes financieros, que atienden a los clientes periódicamente en aquellos municipios que no disponen de oficina bancaria.
También han apostado por otras alternativas como la retirada de efectivo con motivo de una compra y, más recientemente, acuerdos bilaterales entre diferentes entidades bancarias y Correos para acceder al efectivo en las oficinas postales.
La banca sale de las zonas despobladas
El Banco de España justifica que la reducción de oficinas en los municipios más pequeños responde, en gran medida, a la necesidad de las entidades de adaptar su red ante la pérdida de habitantes que estas poblaciones vienen sufriendo por el proceso de descenso demográfico en las zonas rurales del país.
Así, a cierre de 2020, el 79% de los municipios en riesgo de despoblación no disponían de sucursal bancaria, muy por encima del 42% del resto de los municipios rurales y del 0% de los urbanos.
Otro de los puntos de los que alerta la entidad es que en estos municipios también hay un déficit significativo en el acceso a servicios digitales. Acceder a banda ancha es más difícil que en las grandes ciudades. Y esto también afecta a los clientes bancarios a la hora de relacionarse con sus bancos por los canales digitales.
Según explican, solo el 20% de los hogares rurales disponen de una cobertura de 100MB (la que se considera necesaria, por ejemplo, para mantener una videoconferencia), frente al 83% de los hogares urbanos.
El sector necesita seguir reduciendo costes
Pese a todo lo expuesto, el Banco de España considera fundamental que las entidades sigan profundizando en la mejora de su eficiencia, en la reducción de costes y en un uso más intensivo de las nuevas tecnologías para afrontar el desafío que suponen las bigtech para el sector.
Según explican, los desafíos asociados a la ciberseguridad y a la creciente competencia de las denominadas bigtech aumentan la importancia de que la banca mejore su eficiencia, en especial a través de una mayor digitalización.
En concreto, la competencia de las bigtech ejerce una presión adicional a la baja sobre la rentabilidad del sector, que se ha visto debilitada por el impacto de la pandemia pero que también afrontaba algunos retos previos a la crisis sanitaria, como la existencia de un exceso de capacidad, a pesar de la notable reducción que ha tenido lugar en los últimos años.
Las bigtech disponen de un volumen ingente de información sobre sus clientes y utilizan esa información de manera eficiente para satisfacer sus necesidades. De este modo, en aquellos sectores en los que estas empresas han entrado en los últimos años, han asumido los segmentos más rentables del negocio, desplazando, en muchos casos, a los operadores tradicionales.
Para lograr estos objetivos, se requieren importantes inversiones en digitalización, así como la incorporación de nuevas tecnologías en el tratamiento de la información que permitan cambiar el modelo de negocio controlando, al mismo tiempo, el perfil de riesgos.
Se desconoce si los nuevos entrantes podrían lanzarse a otorgar crédito o se centrarán solo en ciertos segmentos del negocio financiero, como los servicios de pagos. Pero en cualquier caso, merman la rentabilidad global de la banca tradicional, lo que podría dificultar la inversión en nuevas tecnologías en el resto de los sectores de la economía.
En este contexto, resulta clave asegurar que el sector bancario refuerce su esfuerzo de renovación tecnológica y que exista una regulación financiera adecuada, que se aplique de forma homogénea a servicios financieros comparables, evitando así el arbitraje regulatorio, concluyen.