Diego Torres, un hombre arruinado y desesperado

El ex socio de Iñaki Urdangarin intenta salvarse buscando la implicación del rey emérito Juan Carlos

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

Un Diego Torres desesperado, incluso fuera de control, ha declarado durante varios días esta semana en los juzgados de Palma de Mallorca. El ex socio de Iñaki Urdangarin ha querido defenderse de todos los cargos (hasta nueve) que se le imputan en el caso Nóos y para ello ha gritado y desautorizado a los jueces si lo ha considerado oportuno. Sabe que nada tiene que perder, esa es su verdadera fuerza, aunque también es su mayor debilidad. 

En noviembre de 2011, el ex consultor veía cómo la policía entraba en su casa para registrarla de arriba a abajo. Su vida, su intimidad, su familia, todo lo que él considera sagrado quedó mancillado y desde ese momento emprendió una batalla en la que todavía lucha. Y lo hace prácticamente solo.

Nacido en Menorca en una familia muy sencilla, Torres se instaló en Barcelona en los 80. En la capital catalana cursó sus estudios y empezó su carrera profesional. Se casó en la misma ciudad, con una niña bien que le ayudó a entender mejor esa alta sociedad con la que se empezó a codear a raíz de su puesto de profesor en Esade. Allí conoció al ex duque de Palma. 

No es cierto, sin embargo, que fuera su profesor, como se ha dicho en tantas ocasiones. Fue el director de la tesis doctoral de Torres, Marcel Planellas, quien presentó a ambos. Torres tenía un proyecto en mente desde hacía tiempo y a Urdangarin le rondaba la idea de montar algo también desde hacía tiempo. Una presentación y poco más hizo falta: el instituto Nóos se hacía realidad.

Quién es su esposa, Ana María Tejeiro

Ana María Tejeiro es el nombre de la esposa de Torres, una mujer que estudió en el Jesus María y se crió en una casa sencilla pero cómoda de la calle Mandri. Allí vivió con sus cuatro hermanos, estudiantes de La Salle Bonanova. Hermanos que han terminado sentados en el banquillo convertidos en pieza clave en este juicio que se espera intenso.

Importante será el testimonio que dé Miguel, acusado y ‘desacusado’ por Manos Limpias, sindicato que parece que usará su declaración para atacar a la infanta Cristina.

Eso, sin embargo, poco le importa ya a Torres. El ex socio de Urdangarin ha vivido estos casi cinco años encerrado en su casa de Sant Cugat del Vallès (Barcelona), un dúplex de 1,2 millones de euros que tenían casi pagado. Lo lograron con la ayuda de 400.000 euros que les prestaron los ex duques de Palma y con –ha declarado en el juicio– sus ahorros.

Tanta era la amistad que unía a los dos matrimonios que además de las cenas, comidas y algún que otro viaje que hicieron juntos, Torres fue uno de los amigos que asistieron a la fiesta sorpresa del 40 cumpleaños de Urdangarin. Además, el ex duque le pidió a su socio que le acompañará a encargar el anillo de pedida del entonces príncipe de Asturias con Letizia Ortiz.

La infanta tenía que haber ido con su marido pero se encontró mal y Urdangarin no quería que la responsabilidad de pedir el anillo cayera solo en sus hombros. Ambos fueron a la madrileña joyería Suárez, que hacía poco se había instalado en el Paseo de Gracia, donde retiraron la joya que luciría después la nueva reina. 

Apuntar a Juan Carlos

Nada que ver con el ostracismo en el que vive en la actualidad. Ese duplex, convertido en jaula de oro, ha sido el escenario en el que Torres ha pasado horas y horas rebuscando en sus archivos y en especial en los discos duros de Nóos. Allí encontraba documentos que su abogado presentaba en los juzgados y que se convirtieron en lo que ellos bautizaron como «bombas».

La monarquía se tambaleó ante esas informaciones, es cierto, pero ellos esperaban más, y así ha quedado claro con la declaración judicial de Torres. Ha insistido en implicar al rey emérito, Don Juan Carlos, en todo lo sucedido en Nóos.

Es una estrategia fallida, lo sabe el ex consultor porque es la que sigue desde el principio de la instrucción. Pero no tiene otra. Necesita implicar al rey para defender su inocencia: «si lo hacía el rey es que no era malo», afirma a quien quiera escucharle. También repite hasta la saciedad la importancia de que su mujer no se vea afectada en la causa.

Fue la imputación de Tejeiro uno de los hechos que más provocaron a Torres, quien pidió que se le retirará la imputación y no prosperó por la negativa de la defensa de Urdangarin. En aquel momento la infanta Cristina no estaba encausada y la diferencia entre las parejas causó tanta rabia a Torres que terminó convertido en un enemigo real para la Casa Real.

En la quiebra

Nada queda de esa íntima amistad entre los Urdangarin y los Torres. Los puentes se rompieron, lo hemos dicho, cuando se imputó a la mujer de Torres. De nada ha servido, sin embargo, tanto ataque.

Torres vive sin dinero: ha tenido que pedir al juez que desbloquee una cuenta en Luxemburgo en la que tenía casi 90.000 euros. Y el juez le ha dado permiso a la vista de las pobres condiciones en las que se encuentra este matrimonio. No podían pagar a su abogado, Manuel González Peeters, ni podían costearse la estancia en Mallorca durante los días que duran sus declaraciones, lo que podría alargarse hasta la semana que viene.

Con ese dinero habrán podido encender la calefacción en su casa de Sant Cugat, donde se han quedado sus dos hijos, unos adolescentes que han visto como su vida se trastocaba por el caso Nóos. «Los tuvieron que cambiar incluso de colegio por lo que sufrían con los compañeros», relatan fuentes cercanas a la pareja.

Desesperación

Los Torres-Tejeiro pasaron de la barca al yate y del yate al banquillo. Y la familia, decíamos, es lo más sagrado para Torres. Un Torres desesperado que sabe que jamás podrá encontrar trabajo, que seguramente ingrese en prisión y que su familia tendrá muchas dificultades para reponerse. Por eso pierde el control. 

Economía Digital

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp