Daurella (Coca-Cola) se alía con Ikea y Uber para adelantar el fin de las furgonetas de combustión en la UE
Una treintena de empresas han mandado una carta a la Comisión Europea para pedir que a partir de 2030 solo se puedan comprar coches comerciales cero emisiones
Esta semana el Parlamento Europeo hacía oficial la prohibición de vender coches de combustión nuevos a partir de 2035. En doce años, solo se podrán comercializar turismos y furgonetas que no emitan CO2. Controvertida por algunos, celebrada por otros, hay incluso los que creen que esta medida se queda corta. Y no son personajes de perfil bajo. Coca-Cola Europacific Partners, la embotelladora del popular refresco presidida por Sol Daurella, y gigantes de diferentes sectores como Ikea, Uber o las británicas Tesco y Uniliever se han unido para pedir a la Unión Europea que adelante el fin de las furgonetas corporativas diesel y gasolina a 2030.
Según informa el lobby europeo para la movilidad sostenible Transport & Environment, hasta treinta empresas han enviado una carta a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al vicepresidente ejecutivo para el Pacto Verde, Frans Timmermans; y a la comisaria de Transportes, Alina Valean, para pedir que todos los coches y furgonetas comerciales nuevos sean cero emisiones en 2030, cinco años antes de lo establecido. Además, quieren ampliar la ley anticontaminación de 2035 a los los vehículos industriales pesados, que por ahora no se ven afectados.
En la misiva, signada también por fabricantes de cargadores de coches como Ampeco y tecnológicas como SAP, reclaman que estas medidas se incluyan en la Iniciativa para la ecologización de las flotas corporativas, un reglamento que se prevé aprobar en octubre. De pasar el filtro, pasaría a ser un objetivo vinculante que debería de cumplir todas las compañías de la comunidad.
Según exponen todas estas compañías en la carta, la electrificación de las flotas representa “una gran oportunidad”, dado que 6 de cada 10 coches vendidos en Europa son de empresa y circulan el doble que los particulares. “Las decisiones de compra de las flotas repercuten significativamente en el resto del mercado, ya que los vehículos suelen pasar al mercado de segunda mano al cabo de solo 3 o 5 años. Las empresas también se encuentran en una posición privilegiada para liderar la electrificación”, argumentan.
En este sentido, consideran que la electrificación de las flotas comerciales supondría reducir rápidamente las emisiones del transporte por carretera, desligar a la UE de las importaciones de petróleo ruso y crear un próspero mercado de segunda mano de vehículos eléctricos asequibles. “Impulsará la oferta y la demanda y, al mismo tiempo, enviará una señal clara a los responsables políticos, los fabricantes de automóviles y otros agentes del sector de que el futuro es eléctrico», añaden.
Más infraestructura
Para acompañar esta posible legislación, Ikea, CCEP, Tesco y el resto de las empresas piden acordar objetivos ambiciosos para la infraestructura de recarga pública y privada. Además, reclaman a los estados miembros acelerar sus propios planes de infraestructura y diseñar sistemas de incentivos específicos para la recarga en el lugar de trabajo.
Expertos del sector consultados por este medio celebran este tipo de políticas, ya que consideran que supondrá un impulso para la movilidad eléctrica en Europa tanto a nivel de mercado como de inversiones industriales, en un momento en que su competitividad se ve amenazada por China y Estados Unidos.
Un acelerón al sector
Francisco Vallecillos, presidente del grupo de trabajo de movilidad eléctrica del Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña y CEO de la ingeniería y consultora especializada Evectra, defiende que la distribución urbana con coches o furgonetas eléctricos “ya es rentable”, mientras cree que siete años es tiempo suficiente para desarrollar la infraestructura necesaria. “No sé hasta qué punto es demasiado ambicioso, pero si no eres ambicioso no lo vas a hacer”, defiende mientras asegura que, legislaciones como estas suelen ser útiles para presionar y acelerar los distintos procesos.
“Es por donde hay que ir. Primero hay que electrificar el sector público, después el comercial y por último el privado”, añade David Ortega, consultor automovilístico y profesor en la escuela de negocios EADA. El experto considera que una buena noticia que sea el comprador quien presione para acelerar la movilidad eléctrica, lo que, a su vez, puede ayudar a impulsar una oferta comercial cero emisiones más competitiva en el continente.
Sin embargo, no será tan fácil para los vehículos pesados que recorren más kilómetros. “Es fantástico, pero inviable. La tecnología no está suficientemente desarrollada. Estamos muy lejos de poder hacerlo”, lamenta Carlos Prades, presidente de la Federación Valenciana de Empresarios del Transporte y la Logística. El empresario asegura que un camión propulsado por combustibles alternativas puede ser 4 veces más caro que un diésel o gasolina. Por ahora, la alternativa más prometedora para tener camiones cero emisiones sería el hidrógeno, una tecnología infradesarrollada y con aún menos infraestructura que el coche eléctrico.